“¡Sígueme!”, y vive la misericordia…
«No tienen necesidad de médico los sanos, sino los enfermos. Vayan, aprendan lo que significa "misericordia quiero y no sacrificios": que no he venido a llamar a los justos, sino a los pecadores.»
I°lectura: Os 6,3-6; Salmo: 49; II°lectura: Rm 4, 18-25; Evangelio: Mt 9, 9-13
El tema de este domingo nos llama la atención de manera especial, ya que el seguimiento a Jesús y la misericordia han sido y son, una opción del discípulo hoy y siempre. La reflexión de este día nos enseña que es necesario esforzarse por conocer al Señor, teniendo misericordia y haciendo el bien (I° lectura), ya que la salvación nos viene del mismo hecho de estar unidos a Dios (Salmo). Recordemos siempre que Dios hace lo que promete y en Jesús nos ha regalado la vida en Él (II° lectura).
Seguir a Jesús es una opción seria…
En muchos ambientes se piensa y hasta se tiene la convicción, que seguir a Jesús es algo solamente teórico. Bastaría con ver tantos grupos de supuestos cristianos, los cuales piensan que con hacer acto de presencia en una celebración o recitar de memoria algunos versos de la Sagrada Escritura u otros temas, es suficiente para denominarse discípulos. Seguir a Jesús amerita estar convencidos de su presencia en nuestras vidas, defender la fe que nos proporciona y extender su mensaje de unidad y paz para nosotros y para el prójimo. Quien dice seguir a Jesús y olvida el papel fundamental de la misericordia, no es un verdadero discípulo, es más bien un esclavo del mal, reflejado en las veces que se permite al maligno entrar en nuestras vidas. Los juicios temerarios, las calumnias, los chismes, el daño a los demás, el hecho de justificar el mal y demás cosas afines, son parte del corazón de aquel que no conoce ni vive la misericordia. Quien no juzga, quien ama, quien ayuda, quien vive como discípulo y verdadero cristiano, ¡ese es quien ama de verdad a Dios y al prójimo! El en evangelio se reflejan de manera clara, los aspectos fundamentales del seguimiento. En primer lugar está la llamada de Dios, que toca y mueve el corazón del hombre. En segundo lugar, la disponibilidad de quien es llamado para así, en tercer lugar, la respuesta afirmativa a dicha llamada y el testimonio que se refleja en las obras. En todo esto es fundamental sentir en el corazón un grado de misericordia tal, que se manifieste en amabilidad, ayuda al necesitado, especialmente ofreciendo perdón y reconciliación, así como una alta estima por sí mismos y una fe profunda en Dios, quien con su infinito amor nos regala la posibilidad de hacer todo esto una realidad. Pidamos al buen Dios cada día, ser verdaderos discípulos y sobre todo, buenos dispensadores de misericordia así como Él ha hecho con nosotros.
María, “madre de la misericordia”
El ejemplo de nuestra madre del cielo nos enseña la necesidad de ser misericordiosos en el seguimiento a la voz de Dios. Ella, buena madre, siguió con sencillez y en silencio, la llamada a la cual el Señor la escogió. Seguir su voz, cumplir su voluntad, ser dóciles y dejarnos guiar por Él a ejemplo de nuestra Madre del Cielo, nos dará la certeza de ser testigos de vida cristiana en espíritu y verdad.
“María pues es la que conoce más a fondo el misterio de la misericordia divina. Sabe su precio y sabe cuán alto es. En este sentido la llamamos también Madre de la misericordia: Virgen de la misericordia o Madre de la divina misericordia…” Juan Pablo II, Encíclica Dives in misericordia.
P. José Lucio León Duque
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