Me encontré con el pobre Lázaro…
“El Señor siempre es fiel a su
palabra, y es quien hace justicia al oprimido; él proporciona pan a los
hambrientos y libera al cautivo”
Iº
lectura: Am
6, 1.4-7; Salmo: 145; IIº lectura: 1Tim 6,11-16; Evangelio: Lc 16, 19-31
Para alcanzar la vida eterna es necesario reafirmar
cada vez más nuestra fe. Ella es la morada en la que todos y cada uno de
nosotros vivimos en el tiempo y en la eternidad. Cada día es una oportunidad
para luchar y vivir en la justicia y tras ella, es el momento para levantar
nuestra mirada a Dios y con piedad sincera seamos testimonio de vida con
caridad, paciencia y dulzura (segunda lectura).
Todo ello nos ayudará a vivir
la verdadera fe, no una confianza
falsa en el culto y en la misma religión olvidando el sentido verdadero del
amor a Dios (primera lectura), tampoco una veneración exagerada en
pseudo-doctrinas que nada tienen que ver con la vida en Dios, en conclusión: la
eternidad está asegurada para aquellos que viven una vida de fe, que actúa por
medio de la caridad y no se deja llevar por la avaricia…
Lázaro está ahí…
El tiempo es un tesoro, una riqueza. En la lectura
del evangelio se hace evidente una situación social particular: la vida de
opulencia de Epulón y la sencillez del pobre Lázaro. El primero se jacta de
poseer, de ser quien tiene el poder, dedica tiempo a descansar y a pasarla bien. El segundo tiene una
condición indigente, no posee nada material, se conforma con lo que cae de la
mesa del rico, no se queja.
En ambos casos se denota el problema de una
condición social pero más allá de eso, se evidencia el juicio de Dios en el
tiempo y en la eternidad sobre la actitud tomada ante la riqueza y la pobreza.
Diariamente encontramos personas pidiendo ayuda económica, mendigando un pedazo
de pan, durmiendo en la calle; gente sin esperanza, sin vivienda, sin nada…
podemos entonces afirmar: me encontré con
el pobre Lázaro. Al respecto surge una pregunta entre las tantas que
pudiésemos realizar: ¿nos sentimos seguros de lo que poseemos? ¿damos el primer
lugar a las cosas materiales dejando de lado la actitud honesta y sincera ante
Dios? Recordemos que Lázaro está en medio de nosotros, Lázaro vive en nuestro
entorno, clama al cielo para que en la tierra, el corazón del hombre sea dócil
y pueda ser testigo del amor de Dios.
María,
ejemplo de humildad
El
camino de la fe es guiado por María, madre de la humildad. Ella nos lleva de la
mano a Jesús y nos enseña que la verdadera riqueza está en aceptar la voluntad
de Dios, en decir sí, en confiar
plenamente en los planes que Él tiene para con nosotros y que nos lleva a la
felicidad plena. Así sea.
P. José Lucio León Duque
joselucio70@gmail.com