“DESCÚBRENOS, SEÑOR, TUS
CAMINOS”…
“Velen, pues, y hagan oración continuamente, para que puedan escapar de todo lo que ha de suceder y comparecer seguros ante el Hijo del hombre”. Lc 21, 34-36.
“Velen, pues, y hagan oración continuamente, para que puedan escapar de todo lo que ha de suceder y comparecer seguros ante el Hijo del hombre”. Lc 21, 34-36.
Iº lectura: Jer 33,14-16; Salmo: 24; IIº lectura: I Tes 3, 12-4,2; Evangelio: Lc 21,25-28.34-36
La celebración del
Adviento que cada año vivimos, nos presenta la espera de Jesús de manera
evidente ante nuestros ojos y en nuestra mente; nos conduce a darnos cuenta que
necesitamos de Él ante el vacío del que muchas veces somos
protagonistas. Se nos invita a realizar un serio examen de conciencia
sobre dos puntos fundamentales: ¿a quién estamos esperando? y ¿de qué manera lo
haremos? ¡Hay que prepararse!
SALIR AL ENCUENTRO DEL SEÑOR
El profeta Jeremías nos
muestra la promesa que hace Dios: “En
aquellos días y en aquella hora, yo haré nacer del tronco de David, un vástago
santo, que ejercerá la justicia y el derecho en la tierra” (Jer 33, 15). La presencia de Dios es
confianza, es seguridad y encontrarnos con Él es vivir con sinceridad la
unidad, es dar una luz de esperanza a quien la necesita con la certeza que Dios
está ahí, junto a nosotros, guiándonos con su luz.
Este día y este tiempo,
se presenta como una señal pues se nos invita con garantía y seguridad a
caminar hacia el encuentro del Señor; se nos motiva a decir con el salmista: “Descúbrenos, Señor, tus caminos, guíanos
con la verdad de tu doctrina…” (Sal 24).
Dios nos guía, es lo que se opone a la inseguridad y a las obras que nos
alejan de Él, es lo que se opone a la maldad que entra en el corazón de quien
vive sin Él, a las injusticias cometidas por falta de amor, de honestidad, de
equilibrio.
San Pablo nos exhorta
claramente a dejarnos inundar del amor de Dios, y así darnos cuenta del momento
en el que vivimos; nos invita a revestirnos de ese amor - presente en nosotros
y en el prójimo- para alejar todo aquello que nos aparta de la verdadera vía;
nos motiva a seguir progresando en el camino de Dios, para que las actividades
de las tinieblas y, por ende, todo aquello que implique odio, violencia física
y moral, insultos, ofensas, blasfemias, injusticias, divisiones, se disipen
ante la espera gozosa de la venida de Jesús que llega a iluminar nuestra vida
con la paz, el amor, la verdad, la justicia, la misericordia.
LA MADRE DE LA ESPERA
María Santísima nos
anima y nos ayuda a vivir en esperanza; ella es ejemplo de fortaleza y
sencillez para afrontar la vida como debe ser. Confiemos en que ella siempre
nos acompaña y nos muestra la vía que nos lleva a Jesús. Que nadie sienta
que en su vida falta el amor de Dios, ya que todos estamos llamados a ser
testigos del evangelio viviendo la unión y el amor que todos debemos llevar
como única bandera y así obtener la salvación.
Esto nos lleva a decir
con convicción: unámonos en nombre de Dios para llevar a todos los lugares y a
todas las personas el anuncio del mensaje de Jesucristo, del Evangelio de la
verdad. Así sea.
P. José Lucio León Duque
joselucio70@gmail.com