Celebramos la Solemnidad del Santísimo Cuerpo y Sangre de Cristo, y su
presencia en la vida del hombre. Hoy, vivimos junto a Jesús esa presencia
eucarística, siendo ella, certeza para todos nosotros de vida, esperanza y
salvación.
Debemos, como verdaderos cristianos, recordar siempre a Dios, nunca
olvidarnos de los dones y gracias que nos concede, recordar orar siempre por
las vocaciones sacerdotales y religiosas y participar del banquete eucarístico,
del Cuerpo y la Sangre de Jesús.
PRESENCIA REAL
En la historia de la salvación, en la cual cada uno de nosotros somos
partícipes, encontramos un itinerario de la presencia de Dios en el corazón de
sus hijos. Esa presencia eucarística es real, verdadera, cierta, que se hace
vida en cada hombre y mujer, en la medida que la reconocemos como "fuente y cima de toda la vida
cristiana" (LG 11).
La presencia real de Jesús en el Santísimo Sacramento nos lleva a
reflexionar sobre los siguientes puntos: en primer lugar, es
sacrificio que nos redime, nos salva, nos purifica. En segundo lugar, es
misterio por el cual cada cristiano, creyente y amante de la Eucaristía, siente
admiración plena. En tercer lugar, es sacramento, en el cual
nos deleitamos y participamos sin cesar. San Agustín en el Comentario al
Evangelio de San Juan, habla de la Eucaristía como "¡Sacramento de
piedad, signo de unidad y vínculo de caridad!".
La Evangelización, a la cual todos estamos llamados, debe llevar como
bandera nuestro amor a Jesús Eucaristía y a la Santísima Virgen María. Ello
conlleva a creer y vivir la fraternidad, la unión y el amor, si esto falta, la
Evangelización decae y no produce fruto. Es por ello que nuestro testimonio
debe centrarse en ser fieles amantes de la Eucaristía, llevando a todos el
anuncio de la Buena Nueva sin excepción.
El papa Francisco nos interpela respecto a esta Solemnidad: “Cuántas madres, cuántos papás, junto con el pan de cada
día, cortado en la mesa de casa, se parten el pecho para criar a sus hijos, y
criarlos bien. Cuántos cristianos, en cuanto ciudadanos responsables, se han
desvivido para defender la dignidad de todos, especialmente de los más pobres,
marginados y discriminados. ¿Dónde encuentran la fuerza para hacer todo esto?
Precisamente en la Eucaristía: en el poder del amor del Señor resucitado, que
también hoy parte el pan para nosotros y repite: «Haced esto en memoria mía».”
MARÍA, MUJER DE LA EUCARISTÍA
La presencia de María Santísima, nuestra madre, es permanente y sincera.
Ella, conservando y guardando todo en su corazón, se convierte en discípula
fiel que nos enseña el camino que debemos seguir para ser adoradores en
Espíritu y Verdad de la Eucaristía. Sigamos a Cristo, estemos junto a él y
confiemos plenamente en su presencia en medio de nosotros. Así sea.
“¿Me dejo transformar por Él?
¿Dejo que el Señor que se dona a mí, me guíe para salir cada vez más de mi
pequeño espacio y no tener miedo de donar, de compartir, de amarlo a Él y a los
demás?” Papa Francisco
José Lucio
León Duque
joselucio70@gmail.com