José Lucio León Duque

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sábado, 18 de abril de 2015

40 años de Sacerdocio de Mons. Mario del Valle Moronta Rodríguez, 19 de abril de 2015

Mons. Mario del Valle Moronta Rodríguez
“SERVIDOR Y TESTIGO”
En el XL aniversario de la Ordenación Sacerdotal de Mons. Mario del Valle

La vida del sacerdote es un itinerario de servicio y de testimonio. La llamada que Jesús hace a cada sacerdote es un signo del amor infinito que tiene para con quien, dejándolo todo por amor a Dios, sigue las huellas del Sumo y Eterno Sacerdote. Hace 40 años, Mons. Mario del Valle, recibía el sacramento del Orden Sacerdotal de manos de monseñor Juan José Bernal Ortiz y desde ese momento su camino en servicio del Pueblo de Dios se proyecta como un reflejo de la vocación que se hace vida.

San Juan XXII, el papa bueno, nos dice: Toda la santificación personal del sacerdote ha de modelarse sobre el sacrificio que celebra, según la invitación del Pontifical Romano: “Conoced lo que hacéis, imitad lo que tratáis”. Más aún cedamos aquí la palabra a Nuestro, inolvidable predecesor en su exhortación Menti Nostrae: “Como toda la vida del Salvador estuvo orientada al sacrificio de sí mismo, así también la vida del sacerdote -que debe reproducir en sí mismo la imagen de Cristo-, debe ser con El, por El y en El un sacrificio aceptable…Por lo tanto, no se contentará con celebrar la Santa Misa, sino que la vivirá íntimamente; sólo de esta manera podrá alcanzar la fuerza sobrenatural que le transformará y le hará participar en cierto modo de la vida de expiación del mismo Divino Redentor” (San Juan XXIII, Encíclica Sacerdotii nostra primordia, 1955).

El sacerdote, ministro de Jesucristo, celebra, vive y participa del misterio eucarístico como servidor y testigo, no como un funcionario sino como un Pastor, que guía y conoce a sus ovejas, llevándolas por caminos de fe, esperanza y caridad. La vida del sacerdote es una invitación a ver la Iglesia como nuestra casa, donde cada uno de nosotros forma parte, sin exclusión y donde él experimenta cada día el gozo y la alegría del don recibido.

El beato Pablo VI, en ocasión de la Ordenación de Presbíteros y Diáconos en Bogotá, el 2 de agosto de 1968, nos exhorta: “Dios tiene en nosotros su instrumento vivo, su ministro y por tanto su intérprete, el eco de su voz; su tabernáculo, el signo histórico y social de su presencia en la humanidad, el hogar ardiente de irradiación de su amor hacia los hombres. Este hecho prodigioso (haz, Señor, que nunca lo olvidemos) lleva consigo un deber, el primero y el más dulce de nuestra vida sacerdotal: el de la intimidad con Cristo, en el Espíritu Santo y por lo mismo contigo, ¡oh Padre! (Cf. Jn 16, 27) ; es decir, el de una vida interior auténtica y personal, no sólo celosamente cuidada en el pleno estado de gracia, sino también voluntariamente manifestada en un continuo acto reflejo de conciencia, de coloquio, de suspensión amorosa, contemplativa (Cf. S. Greg., Regula Pastoralis I: contemplatione suspensus).”

Tal como suele hacer Mons. Mario en las Ordenaciones de Presbíteros y Diáconos, hoy le decimos: 

Apreciado Monseñor, Obispo de todos y hermano en el sacerdocio, hace 40 años el Señor Jesús le dio el más grande regalo que nos puede ofrecer. Desde ese día le configuró a Cristo, Buen Pastor, Sumo y Eterno Sacerdote, para guiar el Pueblo de Dios por caminos de esperanza, servicio y testimonio. Ese día marcó una huella imborrable que le acompañado durante este camino: el amor al sacerdocio y la fraternidad hacia el Pueblo de Dios y los sacerdotes. Dios le sigue confiando la tarea de ser SERVIDOR Y TESTIGO en cada instante de su vida y le da a cada momento la fuerza, la fe y el ánimo para seguir cultivando en medio de esta grey el Evangelio de Cristo quien le recuerda siempre: “ánimo, soy yo, no tengan miedo” (Mt 14, 27).

Mons. Mario del Valle y el Papa Francisco
Nos unimos en oración, como Iglesia Diocesana del Táchira, al gozo del ministerio sacerdotal de Mons. Mario del Valle, quien a través de estos años, ha sabido Configurarse a Cristo, Buen Pastor, en el que siempre ha confiado y a quien siempre ha encomendado su ministerio. Pedimos a María del Táchira, nuestra Madre de la Consolación, y al Santo Cristo de los milagros de la Grita le guie en todo momento. Así sea.

José Lucio León Duque

joselucio70@gmail.com

miércoles, 15 de abril de 2015

III° Domingo de Pascua, 19 de abril de 2015

CONOCER AL RESUCITADO
“Quien dice: «Yo lo conozco», y no guarda sus mandamientos, es un mentiroso, y la verdad no está en él.” (1Jn 2,4)

Iª lectura: 3,13-15.17-19; Salmo: 4; IIª lectura: 1Jn 2,1-5; Evangelio: Lc 24,35-48

En este tercer domingo de Pascua, la alegría de la Resurrección nos lleva a encontrarnos con Jesús y reconocer en Él a Dios, quien nos ilumina, nos escucha y nos guía por el camino de la paz. Dios cumple a través de la historia lo que se anuncia en los profetas y por ello es que podemos garantizar que lo conocemos de corazón y sinceramente.

JESÚS: NUESTRA  ESPERANZA

El tiempo de Pascua nos enseña a vivir la experiencia del Resucitado, caminar junto a Él, hablar con Él, compartir la fracción del Pan y darnos cuenta la importancia de lo que significa verdaderamente seguir a Jesús. El Santo Padre Francisco, en el Mensaje que nos dirigió el Domingo de Resurrección nos recuerda lo siguiente: “El mundo propone imponerse a toda costa, competir, hacerse valer... Pero los cristianos, por la gracia de Cristo muerto y resucitado, son los brotes de otra humanidad, en la cual tratamos de vivir al servicio de los demás, de no ser altivos, sino disponibles y respetuosos. Esto no es debilidad, sino autentica fuerza. Quién lleva en sí el poder de Dios, de su amor y su justicia, no necesita usar violencia, sino que habla y actúa con la fuerza de la verdad, de la belleza y del amor.” (Francisco, mensaje Urbi et Orbi, Pascua 2015).

Jesús resucitado nos da unas pautas importantes para que los cristianos seamos testigos de la vida que Él mismo nos da. Ante todo nos invita a extender la paz y vivir en ella, a ser mensajeros de la paz que solo en Él y por Él podemos obtener. En segundo lugar, esa paz nos lleva a disipar las dudas, a quitar de nuestros corazones el miedo que pueda existir para que, en tercer lugar, seamos testigos de su mensaje, de su palabra, de la Fracción del Pan, del Evangelio vivo y presente en cada cristiano, en cada hombre y mujer que coloca en sus vidas la fuerza del anuncio de la Resurrección.

Esa fuerza es la que nos debe animar a vivir de cerca la Misión Evangelizadora que la Iglesia vive en el nombre de Dios, una misión que conlleve a compartir de cerca las necesidades del pueblo que es Iglesia y que, a partir de ella, sea portadora del mensaje de salvación a todos los hombres y mujeres sin exclusión. “Y que a los marginados, los presos, los pobres y los emigrantes, tan a menudo rechazados, maltratados y desechados; a los enfermos y los que sufren; a los niños, especialmente aquellos sometidos a la violencia; a cuantos hoy están de luto; y a todos los hombres y mujeres de buena voluntad, llegue la voz consoladora y sanadora del Señor Jesús: «La paz esté con ustedes». (Lc 24,36). «No teman, he resucitado y siempre estaré con ustedes» (cf. Misal Romano, Antífona de entrada del día de Pascua) (Francisco, mensaje Urbi et Orbi, Pascua 2015).

MARÍA, MADRE DEL RESUCITADO

María Santísima nos guía, nos protege y nos da la esperanza de caminar juntos en la extensión del Reino de Dios en los demás y en nuestro corazón. Así sea.
José Lucio León Duque
joselucio70@gmail.com


IIIº Domingo de Cuaresma, 7 de marzo de 2021

LA CASA DE DIOS ES NUESTRA CASA “Los mandatos del Señor son rectos y alegran el corazón; la norma del Señor es límpida y da luz a los ojos.”...