Mons. Mario del Valle Moronta Rodríguez |
“SERVIDOR Y
TESTIGO”
En el XL
aniversario de la Ordenación Sacerdotal de Mons. Mario del Valle
La vida del sacerdote es un itinerario
de servicio y de testimonio. La llamada que Jesús hace a cada sacerdote es un
signo del amor infinito que tiene para con quien, dejándolo todo por amor a
Dios, sigue las huellas del Sumo y Eterno Sacerdote. Hace 40 años, Mons. Mario
del Valle, recibía el sacramento del Orden Sacerdotal de manos de monseñor
Juan José Bernal Ortiz y desde ese momento su camino en servicio del Pueblo de
Dios se proyecta como un reflejo de la vocación que se hace vida.
San Juan XXII, el papa bueno, nos
dice: “Toda la santificación
personal del sacerdote ha de modelarse sobre el sacrificio que celebra, según
la invitación del Pontifical Romano: “Conoced lo que hacéis, imitad lo que
tratáis”. Más aún cedamos aquí la palabra a Nuestro, inolvidable predecesor en su
exhortación Menti Nostrae: “Como toda la vida del Salvador estuvo orientada al
sacrificio de sí mismo, así también la vida del sacerdote -que debe reproducir
en sí mismo la imagen de Cristo-, debe ser con El, por El y en El un sacrificio
aceptable…Por lo tanto, no se contentará con celebrar la Santa Misa, sino que
la vivirá íntimamente; sólo de esta manera podrá alcanzar la fuerza
sobrenatural que le transformará y le hará participar en cierto modo de la vida
de expiación del mismo Divino Redentor” (San Juan XXIII, Encíclica
Sacerdotii nostra primordia, 1955).
El sacerdote, ministro de Jesucristo,
celebra, vive y participa del misterio eucarístico como servidor y testigo, no
como un funcionario sino como un Pastor, que guía y conoce a sus ovejas,
llevándolas por caminos de fe, esperanza y caridad. La vida del sacerdote es
una invitación a ver la Iglesia como nuestra casa, donde cada uno de nosotros
forma parte, sin exclusión y donde él experimenta cada día el gozo y la alegría
del don recibido.
El beato Pablo VI, en
ocasión de la Ordenación de Presbíteros y Diáconos en Bogotá, el 2 de agosto de
1968, nos exhorta: “Dios
tiene en nosotros su instrumento vivo, su ministro y por tanto su intérprete,
el eco de su voz; su tabernáculo, el signo histórico y social de su presencia
en la humanidad, el hogar ardiente de irradiación de su amor hacia los hombres.
Este hecho prodigioso (haz, Señor, que nunca lo olvidemos) lleva consigo un
deber, el primero y el más dulce de nuestra vida sacerdotal: el de la intimidad
con Cristo, en el Espíritu Santo y por lo mismo contigo, ¡oh Padre!
(Cf. Jn 16, 27) ; es decir, el de una vida interior auténtica y
personal, no sólo celosamente cuidada en el pleno estado de gracia, sino
también voluntariamente manifestada en un continuo acto reflejo de conciencia,
de coloquio, de suspensión amorosa, contemplativa (Cf. S. Greg., Regula
Pastoralis I: contemplatione suspensus).”
Tal como suele hacer
Mons. Mario en las Ordenaciones de Presbíteros y Diáconos, hoy le
decimos:
Apreciado Monseñor,
Obispo de todos y hermano en el sacerdocio, hace 40 años el Señor Jesús le dio
el más grande regalo que nos puede ofrecer. Desde ese día le configuró a
Cristo, Buen Pastor, Sumo y Eterno Sacerdote, para guiar el Pueblo de Dios por
caminos de esperanza, servicio y testimonio. Ese día marcó una huella imborrable
que le acompañado durante este camino: el amor al sacerdocio y la fraternidad
hacia el Pueblo de Dios y los sacerdotes. Dios le sigue confiando la tarea de
ser SERVIDOR Y TESTIGO en cada instante de su vida y le da a cada momento la
fuerza, la fe y el ánimo para seguir cultivando en medio de esta grey el
Evangelio de Cristo quien le recuerda siempre: “ánimo, soy yo, no tengan miedo” (Mt 14, 27).
Mons. Mario del Valle y el Papa Francisco |
Nos unimos en oración, como Iglesia
Diocesana del Táchira, al gozo del ministerio sacerdotal de Mons. Mario del
Valle, quien a través de estos años, ha sabido Configurarse a Cristo, Buen
Pastor, en el que siempre ha confiado y a quien siempre ha encomendado su
ministerio. Pedimos a María del Táchira, nuestra Madre de la Consolación, y al
Santo Cristo de los milagros de la Grita le guie en todo momento. Así sea.
José Lucio León Duque
joselucio70@gmail.com