“Sobre todo busquen el Reino de Dios y su justicia; lo demás se les dará por añadidura. Por tanto, no se agobien por el mañana, porque el mañana traerá su propio agobio. A cada día le bastan sus disgustos.”
Iª lectura: Is 49, 14-15; Salmo: 61; IIª lectura: 1Cor 4, 1-50; Evangelio: Mt 6, 24-34
La palabra de Dios en este domingo nos encamina hacia lo que debemos tener como plan de vida: confiar más en la Providencia de Dios y a no juzgar de manera fácil a los demás, dando a cada cosa y a cada persona el valor que le corresponde. Es Dios quien tiene la potestad de juzgar, nadie puede colocarse en el lugar de Dios, solo Él, al final de nuestros días, premiará nuestras acciones.
Confiar más en Dios… ¿por qué?
Muchos son los motivos para confiar en Dios, es más, cada día que vivimos debe ser un agradecimiento constante por los beneficios que recibimos de Él. Uno de los motivos es el hecho mismo de ser creaturas, limitadas e imperfectas, que tenemos siempre necesidad de quien es todo y posee todo: Dios. Otro motivo es el hecho mismo de ser imagen y semejanza de Dios y por la gracia del Bautismo somos sus hijos. Él, que es Padre, no nos hará faltar nunca lo que sea necesario para nuestro bien, tanto material como espiritual. ¿Cuál es, entonces, nuestra actitud ante la Providencia de Dios? Si creemos de verdad en Él, nuestro deber de cristianos es colocarnos en sus manos, confiando plenamente en su misericordia. Ante esto, la reflexión de hoy se centra en la confianza, el amor, el cuidado, la ternura y la atención que nos tiene Dios y cómo nosotros vivimos de consecuencia. Delante de nuestros ojos la injusticia, la indiferencia y otros anti-valores, se extienden cada vez más y nuestras respuestas debieran ser más contundentes y llenas de fe: “El iluminará lo que esconden las tinieblas y pondrá al descubierto los designios del corazón; entonces cada uno recibirá la alabanza de Dios.”
María, Madre de la confianza…
Pidamos hoy, en unión con María nuestra Madre del cielo y de manera especial para todos y cada uno de nosotros, el don de la fe, esa fe que nos hace entrar en el corazón de Dios y nos permite dar gracias por el milagro que Él hace en nuestra vida: valorar cada detalle, confiando plenamente en su misericordia, ayudando a los demás, sin exclusión. Así sea.
P. José Lucio León Duque
joselucio70@gmail.com