DEJARSE SEDUCIR POR DIOS
“Si uno quiere salvar su vida, la perderá; pero el que la pierda por mi,
la encontrará. ¿De qué le sirve a un hombre ganar el mundo entero, si pierde su
vida?”
“Tú eres Pedro”, decía Jesús el domingo pasado. Hoy dice, “aléjate de mi Satanás”. ¿Es incoherencia? ¡En absoluto! Jesús nos reafirma que Dios nos ilumina y nos inspira. Él nos revela a su hijo y nos permite tomar y llevar junto a Él, la propia cruz, aquella que nos corresponde, solo así podremos salvar nuestra vida en el nombre de Dios. Dejarse seducir por Dios, es enamorarse del Evangelio de la verdad, es ser capaces de proclamar su nombre sin temor, es tener la valentía de llevar esa cruz junto a Jesús y con Él.
PENSAR COMO DIOS Y EN SU NOMBRE, NO COMO LOS HOMBRES…
La Liturgia de la Palabra es un camino que nos
exhorta a seguir luchando por el Evangelio y el mensaje que transmite. Hoy
tenemos un esquema que podríamos tomar como parte de nuestro plan de vida. En primer lugar, Dios nos seduce, nos regala su
palabra y a pesar de nuestra condición o situación, (I° lectura) nos invita a
seguir adelante y sentir en nuestra vida su amor total. En segundo lugar; si nos dejamos seducir,
podremos cumplir en plenitud la voluntad de Dios, entregándonos en cuerpo y
alma, dando lo mejor de cada uno “como
hostia viva, santa y agradable a Dios” (II° lectura). En
tercer lugar, “cargar la cruz” es la consecuencia de enamorarse
de Dios. Quien ama de verdad y de corazón, carga sinceramente con el peso que
se presenta en la vida, con la alegría que proporciona el amor vivido en Dios.
Dicho amor se hace realidad en la medida en que existe un acercamiento profundo
al pueblo, al hombre de hoy, al prójimo, a aquellos que piden justicia,
solidaridad, paz.
Una vez más se nos ratifica que Dios es quien nos
hace capaces de vivir en el amor, es quien nos da la fuerza para caminar en un
mundo lleno de inseguridad, de injusticia, de desamor…en medio de esa falta de
valores, está la presencia de Dios, quien junto a todos y cada uno de nosotros,
sus discípulos, llena los vacios que existen y que sí son posibles colmar. ¡Esa
es nuestra cruz! Así es que empecemos a pensar como Dios, no como los
materialistas, los soberbios, los autosuficientes y quienes, con ideologías
absurdas, pretenden en muchas ocasiones, hacernos creer que lejos de Dios
estaremos bien.“Quien
intenta desentenderse del amor se dispone a desentenderse del hombre en cuanto
a hombre”
(Benedicto XVI; Carta Encíclica “Dios es amor”, n° 28b)
MARÍA NOS ENSEÑA A CARGAR LA CRUZ
María Santísima, nuestra madre de la Consolación,
nos da ejemplo para amar, llevar y compartir la cruz de cada día. Ella es mujer
y madre que ama, que da la fuerza necesaria a todos aquellos que se encuentran
en dificultades, en problemas, en medio de zozobra y de falta de amor. Ella nos
muestra el camino que en nombre de Jesús debemos recorrer, sin exclusión y con
plena confianza en Él. Así
sea.
P. José Lucio León Duque