“Ambicionen los carismas
mejores…si no tengo amor de nada me sirve.”
I°
lectura: Jer 1, 4-5.17-19; Salmo: 79; II°
lectura: 1Cor 12, 31-13, 13; Evangelio: Lc 4, 21-30
La liturgia de hoy nos
invita a volver a la sinagoga de Nazaret, dejarnos maravillar de las palabras
de Jesús e interrogarnos sobre la reacción de los allí presentes. Estamos
al inicio del ministerio público de Jesús de Nazaret y San Lucas nos muestra cual
será el camino que recorrerá. Rechazo, incomprensión, deseo de quitarlo del
camino, es lo que acompañará también a Jesús hasta la muerte en cruz y hasta
los últimos días de la historia de la humanidad.
EL AMOR: ANUNCIO
PROFÉTICO
En ocasiones hablamos de
Dios como si hubiese venido a hablar de sí nada más y como si nosotros no lo
aceptáramos y no quisiéramos escucharlo. Las razones del rechazo se hacen
evidentes: falta de entrega y compromiso, carencia de oración y de aceptación convincente
del mensaje de Jesús. ¿Dónde está nuestra adhesión a Dios? ¿Dónde se encuentran
radicadas las enseñanzas que desde siempre se nos han impartido?
La Iglesia necesita
profetas que, anunciando y denunciando, puedan estar en la posición clara de hacer
ver la incomodidad que se siente ante la indiferencia que manifestamos ante las
cosas de Dios. No estamos en la condición de alejar a Jesús de nuestra vida
porque nos resulte incomodo lo que nos dice. Ser profeta es expresar el amor
que viene de Dios, es entregarse totalmente al servicio en favor de los demás,
teniendo en cuenta lo que dice la Beata Teresa de Calcuta: “ama hasta que te duela, si te duele es buena señal”.
Es por ello que San
Pablo nos recuerda que lo más grande es el amor, y si ello se viviera en
plenitud, la palabra que Dios nos transmite se haría vida y no rechazaríamos a
Jesús. El amor exige franqueza, honestidad, sinceridad, quedando por encima de
todo la muestra de que ese amor es el camino que nos ayudará a ser verdaderos
testigos -a veces incómodos- del mensaje de Jesús.
MARÍA, NOS GUÍA HACIA LA
SALVACIÓN
La propuesta de Jesús
para hoy es clara: anunciar la palabra de Dios, practicar lo que Él nos enseña
y vivir en el amor que proviene solo de Él. En este itinerario de fe, María
Santísima nos acompaña e indica el camino a seguir. Ella, madre del amor
y maestra de oración, nos enseña a orar, escuchar a Jesús y guardar en nuestro
corazón sus palabras y enseñanzas para que seamos testigos del amor de Dios.
Así sea.
“Permíteme señor que yo te predique sin hablar, pero si con mi presencia, con las fuerzas de mis acciones, para que se vislumbre evidente el amor que te profeso. Dios habla en el silencio del corazón.” Beata Teresa de Calcuta
José Lucio León Duque
joselucio70@gmail.com