“Y
USTEDES,
¿QUIÉN DICEN QUE SOY YO?”
¿QUIÉN DICEN QUE SOY YO?”
“El que
quiera seguirme, que se niegue a sí mismo, cargue con su cruz cada día y se
venga conmigo.”
I° lectura: Zc 12, 10-11; 13-1; Salmo: 62; II° lectura: Gal 3, 26-29; Evangelio: Lc 9, 18-24
Se nos presenta en la liturgia de este domingo un doble retrato: el de
Jesús y el del discípulo. Cuando se tiene un amigo, ¿cuál es la primera cosa
que se piensa? ¿Preguntarle lo primero que nos viene a la mente? O, por el
contrario, antes de hacer cualquier pregunta, se piensa ¡cómo sería agradable
volver a verlo así como disfrutar su compañía¡ ¿Por qué no hacer lo mismo
con Jesús, cuando se está ante Él y con Él? ¿Por qué no anunciar y dar
testimonio del bien que nos hace su presencia, antes de otra cosa?
LA CRUZ, MEDIO DE SALVACIÓN…
Jesús entra en las filas de los hombres y mujeres excepcionales, que han
llevado al mundo una palabra divina capaz de mover los corazones y las
conciencias, como es el caso de San Juan Bautista, Elías y los profetas.
En la perspectiva de la pregunta de Jesús, el hijo de Dios, nosotros
responde Pedro, quien lo indica como “El
Mesías de Dios”, es decir, el consagrado en el Espíritu divino que ofrece a
la humanidad la palabra y la presencia perfecta y definitiva de Dios en nuestra
historia. Él es el Salvador, la potencia liberadora de Dios que penetra como
levadura en la fría masa de la humanidad.
Se nos invita a tomar la cruz, teniendo en cuenta el detalle que nos
hace reflexionar: tomarla y llevarla cada día, sabiendo quién es Jesús.
Adherirnos a la cruz significa esforzarnos en cultivar los pequeños detalles
que nos mueven a cumplir la voluntad de Dios a través de obras sencillas, de la
piedad que debemos expresar en nuestra relación con Dios, de la fidelidad
continua y permanente hacia Él.
El sufrimiento de Cristo y el trabajo cotidiano del cristiano no es un
tipo de masoquismo, es una invitación precisa: conocerlo, resucitar y salvarse.
La cruz, nuestra cruz, debe ser llevada siempre con amor, con fidelidad, con
constancia, cada día y “no a ratos”, solo así podremos responder con convicción
a la pregunta de Jesús: Tú eres mi Salvador, tú eres el hijo de Dios, tú eres
paz cada día, amor, gozo, serenidad, tú eres quien me guía y quien me invita a
predicar el Evangelio de la verdad con las obras de cada día.
LA VIRGEN MARÍA, NOS ENSEÑA A SEGUIR A JESÚS…
María, Nuestra Madre, nos da ejemplo de vida en Dios. Ella, mujer y
madre, nos da la fuerza para predicar y proclamar el gozo que Dios nos da.
Seamos testigos del amor de Dios que, en Espíritu y Verdad, nos lleva con
valentía a ser mensajeros del evangelio de Jesús. Así sea.
José Lucio
León Duque
joselucio70@gmail.com