“La sabiduría es radiante e inmarcesible, la ven fácilmente
los que la aman, y la encuentran los que la buscan; ella misma se da a conocer
a los que la desean. Quien madruga por ella no se cansa: la encuentra sentada a
la puerta.”
I° lectura: Sab 6,12-16; Salmo: 62 ; II°
lectura: ITes 4,13-17; Evangelio:
Mat 25,1-13
La parábola de las diez vírgenes está en el camino de las que
expresan un mismo pensamiento: el siervo
fiel, los talentos, el juicio del rey. En todas existe alguien que es
acogido y otro que es rechazado. El contexto histórico en el que Mateo narra
estas parábolas precede el momento íntimo del Evangelio de la Última Cena de
Jesús con sus discípulos. El maestro usa las parábolas para hablarles de su
partida y a la vez de su futura venida. La parábola se abre con una proyección
hacia el fin de los tiempos, técnicamente se habla de escatología y se concluye con una advertencia: “Velen, pues no saben ni el día ni la hora”.
¿NECIOS O PRUDENTES?
Las vírgenes necias son la imagen
de aquellos que no han vivido la vida contemplando lo eterno, sino en aquello
pasajero, efímero, sólo la emoción del momento. Tal vez nosotros corremos el
riesgo de caer en el error de pensar que una vez encendida la lámpara del Fe,
todo va automáticamente y sin fatiga alguna. Jesús nos dice que las lámparas
pueden apagarse.
Ante ello, ¿qué debemos hacer? Ante todo, debemos vigilar, no esperando de manera pasiva, sino
comprometiéndose con creatividad, ingenio y convicción, yendo más allá del
temor al juicio final, ya que somos conscientes del gozo que el Señor da a
quienes lo acogen con el corazón y la propia vida. Es por ello que debemos
alimentar continuamente el aceite de nuestra lámpara de la Fe, renovándolo cada día, en las situaciones que se
nos presentan y que debemos enfrentar.
En segundo lugar, debemos
dejarnos alimentar del espíritu de amor,
para ser esas lámparas que están a la espera
del esposo. Es el amor que se abre a los demás, de manera reciproca y
sincera. La lámpara con aceite se identifica con nuestra vida, que va más allá
de una adhesión falsa a las cosas del mundo para llegar a enamorarse de la
verdad que nos transmite Cristo, presente en la historia del hombre de hoy, de
los pobres y excluidos, de todo aquello que conforma la vida cotidiana. ¿Nutrimos
de Dios nuestra vida? ¿Somos auténticos ante el llamado de Dios que viene a
nuestro encuentro? Reflexionemos y pensemos en cómo está nuestra lámpara y cuál
es el camino que recorremos para alimentarla de verdad.
«La lámpara, cuando comienza a
debilitarse, tenemos que recargar la batería. ¿Cuál es el aceite del cristiano?
¿Cuál es la batería del cristiano para producir la luz? Sencillamente la
oración. Tú puedes hacer muchas cosas, muchas obras, incluso obras de
misericordia, puedes hacer muchas cosas grandes por la Iglesia - una
universidad católica, un colegio, un hospital...-, e incluso te harán un
monumento de bienhechor de la Iglesia, pero si no rezas todo esto no aportará
luz. Cuántas obras se convierten en algo oscuro, por falta de luz, por falta de
oración de corazón». Papa Francisco, 10 de junio de 2016.
LA VIRGEN, EJEMPLO PARA TODOS
Nuestra Madre de Cielo, María
Santísima, nos enseña el camino de la prudencia, de la sabiduría y de la
previsión. Ella, con su ejemplo, nos indica que debemos ser humildes y
reconocer que Dios es quien da la fuerza para que la luz de nuestro corazón
nunca se apague. Seamos testigos y misioneros que estamos dispuestos cada día a
recargar la lámpara de la Fe. Así sea.
José Lucio León Duque
joselucio70@gmail.com