José Lucio León Duque

José Lucio León Duque
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sábado, 9 de agosto de 2008

Domingo 10 de agosto de 2008

Ven, no tengas miedo...
“Después del terremoto, vino un fuego; pero el Señor no estaba en el fuego.
Después del fuego, se oyó una brisa tenue…”

I° lectura: IRe 19, 9ª. 11-13a; Salmo: 84; II° lectura: Rom 9, 1-5; Evangelio: Mt 14, 22-33

Un camino lleno de expectativas y una vida rica del amor de Dios que pasa a cada momento, eso es lo que nos enseña el Señor en este domingo. ¿Dónde está Jesús? Habiendo mostrado su poder para hacer el bien, multiplicando gracias, dones, bendiciones, alimento espiritual y material, se presenta en medio del mar de nuestra vida, caminando con seguridad sobre las aguas turbulentas que mueven el mundo, al hombre de hoy, a todos y cada uno de nosotros.

Dios pasa por nuestra vida con suavidad y firmeza
¡Qué imagen tan hermosa la del paso de Dios! Él pasa en la brisa tenue (Iº lectura), en la brisa ligera y suave. Veamos tres puntos fundamentales que se desprende de toda la liturgia de la palabra en este día. En primer lugar, la firmeza de Jesús al caminar sobre las aguas. Su paso aunque suave es firme, y así es la presencia de Dios en nuestras vidas: una presencia cierta, fuerte, sincera, duradera y llena de una bondad y ternura tal, que hace del hombre un ser que ve a Dios por encima de todo y con la verdad como bandera (II° lectura). En segundo lugar, la misericordia de Dios nos salva (Salmo) y crea en nuestros corazones una fe tan grande, capaz de ver más allá de las cosas superfluas y banales. En tercer lugar, Jesús nos invita a confiar más en él. Quiere que cada uno de nosotros cultivemos la fe, seamos buenos cristianos y salgamos de las falsas seguridades. Así como a Pedro, también a nosotros nos dice hoy: “ven…” y luego de sentir nuestra duda, nos llama la atención: “!qué poca fe! ¿por qué has dudado?”. Aquí podemos situar los nombres de todos nosotros, hombres y mujeres deseosos de paz, seguridad y armonía. La enseñanza de Jesús en este domingo es clara: Dios está presente en todas partes, en el corazón de todos los hombres y mujeres, sin distinción ni preferencias. La presencia suave y cierta de Jesús en el camino de la vida, es garantía de la salvación; nadie debe sentirse excluido, nadie debe pensar que la duda pueda reinar en el mundo, nadie tiene derecho a quitar la ilusión de tantas personas que buscan cada día encontrarse con Dios. Reflexionemos: ¿somos discípulos que dudan, o discípulos que confían?...

María, madre de la Consolación
En esta semana, nuestra madre del cielo nos acompaña de manera especial. A nuestra diócesis la está bendiciendo con infinitas gracias y dones, reflejados estos en la ordenación sacerdotal de algunos hermanos nuestros y en el despertar de tantos hombres y mujeres que desean ser fieles a la nueva evangelización. Acudamos fieles a los brazos amorosos de María Santísima de la Consolación y sintamos su acompañamiento, como presencia pura, inmaculada y maternal que nos regala Dios en su paso, a través de ella.

Pidamos a Dios por el miedo, la duda, la incertidumbre, la falta de confianza en Él, la falta de caridad que pueda existir en nuestras vidas. Seamos conscientes que sólo en Jesús podremos vivir en paz, armonía y misericordia, pues Él toca nuestros corazones para que nosotros acudamos a Él sin ninguna duda y con plena confianza. Así sea.


P. José Lucio León Duque
joselucio70@gmail.com

martes, 5 de agosto de 2008

Patronos del Táchira, camino de santidad

Seguir a Jesús es el camino…
Reflexión en el marco de la Fiesta del Santo Cristo de La Grita y de Nuestra Señora de la Consolación de Táriba.
“La santidad no es un privilegio para algunos, sino una obligación para todos, para usted y para mí”. Estas palabras de la beata Teresa de Calcuta nos hacen ver con claridad, la necesidad que tenemos todos de unirnos verdaderamente a Dios siendo discípulos de Jesús en el anuncio del Reino de Dios. En la actualidad son muchos los caminos que se nos presentan, estos con el fin de encontrar vías de escape o de progreso, vías que nos lleven al mejoramiento personal o grupal, y en muchas ocasiones todo queda en una simple teoría que al final no nos deja nada. La santidad es algo concreto, algo que se vive, que se cultiva, que se desarrolla en el corazón de hombres y mujeres, deseosos de vivir en unión con Dios y al servicio de los hermanos. “Con el ejemplo de los santos aprendemos el camino más seguro por el que, entre las vicisitudes mundanas, podremos llegar a la perfecta unión con Cristo o santidad, según el estado y condición de cada uno” (Lumen Gentium, 50, b). El Concilio Vaticano II así como todos los documentos de la Iglesia, nos llevan de la mano con el fin de mostrarnos el camino que debemos seguir. Optar por Él es seguir y vivir su mensaje de vida y de verdad. Es hacer una elección ante el sinnúmero de situaciones que se nos presentan en la actualidad. Es entrar en el corazón del pueblo necesitado, de pueblo hambriento y sediento de Dios, un pueblo que levanta sus manos al cielo y mirando fijamente al firmamento, pide señales de amor, de misericordia y de paz... En una sociedad donde diversas ideologías, algunas de las cuales buscan un progreso siguiendo pautas erróneas, se ve la figura del cristiano como una opción que es posible optar de manera real y verdadera. No se puede llegar a la santidad siguiendo ideologías personales sin sentido, caprichos pseudo religiosos o pensamientos políticos absurdos; se llega a la santidad siguiendo a Jesús, su palabra, su testimonio, su vida. No aspiremos a ser santos de nicho, ni a ser mencionados públicamente, ante todo seamos fieles discípulos de Jesús recordando las palabras del Papa Pablo VI: “Todo cristiano debe ser un verdadero cristiano, un perfecto cristiano. ¿Y cómo se llama la vida perfecta de un cristiano? Se llama “santidad”. Por ello, todo cristiano debe ser santo”. Pidamos al Santo Cristo de La Grita y a nuestra Madre, la Virgen de la Consolación, poder llevar a todos los lugares y personas el mensaje de amor, paz y justicia, siendo testigos de la verdad que viene de Dios.
ORACIÓN A LA VIRGEN DE LA CONSOLACIÓN
Oh! Virgen Santísima de La Consolación, que tu maternal bendición esté sobre mí en el día,
en la noche, en el trabajo, en el descanso, en la salud, en la enfermedad, en la vida, en la muerte,
en el tiempo y en la eternidad.
Santísima Virgen María, madre y abogada mía,
no permitas que te ofenda en este día y para eso dáme tu santa bendición.
En el nombre del Padre, del Hijo, del Espíritu Santo. Amén.

P. José Lucio León Duque

IIIº Domingo de Cuaresma, 7 de marzo de 2021

LA CASA DE DIOS ES NUESTRA CASA “Los mandatos del Señor son rectos y alegran el corazón; la norma del Señor es límpida y da luz a los ojos.”...