BEBER DEL CÁLIZ
Iº lectura: Is 53, 10-11; Salmo: 32; IIº lectura: Hb 4, 14-46; Evangelio: Mc 4, 14-46
El poder tiene muchas caras y se insinúa en el hombre y entre los hombres
de maneras diversas: desde la amistad hasta la competencia. En este domingo la petición de los hijos del trueno debe hacernos
reflexionar de manera tal que encontremos de una vez por todas la razón de
nuestra vida en Cristo: ¿amor o poder?
¿FRATERNIDAD O
APARIENCIA?
El Bautismo del cual el Maestro
habla a sus discípulos es su misma humillación que lo llevará hasta la muerte
con la visión puesta en la resurrección que nos hace surgir de las tinieblas,
de la exclusión y de todo aquello que el aparente poder pueda ofrecer. Es como
una enfermedad que tienta con todas las estrategias posibles el hecho de
erradicar el miedo del poder. Muchos son inmunes a esto y los discípulos,
olvidando las enseñanzas de Jesús, se preocupan por quién es el más
grande.
Hoy también encontramos esta
pretensión: creer en un poder mundano que pueda realzarnos en medio de los
demás. Jesús no vino a instaurar un reino
mundano, vino a enseñarnos que el servicio es el mejor de los honores que
podernos vivir. El hombre no puede ser enemigo del hombre y es por ello que
entre los cristianos el hombre es amigo y hermano del hombre: “entre ustedes
no es así”. Con este ejemplo Jesús entra en el corazón y en la
historia del hombre, para fortalecer así nuestra fe y proclamarla a todos con
el testimonio de vida.
MARÍA
SANTÍSIMA, MADRE DE FE
Ninguna creatura en el mundo ha sido tan grande como la Virgen María,
elegida por Dios para ser Madre de su Hijo. En la Sagrada
Escritura aparece su humildad: “Proclama mi alma la grandeza del Señor,
porque ha mirado la humillación de su esclava…” (L 1, 46 - 47). Que ella nos ayude a ser humildes, gratos a
los ojos de Dios, amados por Él, aunque a los ojos de los demás no sea
así. Así sea.
José Lucio León
Duque
joselucio70gmail.com