Somos fruto del amor de Dios
“Hijos míos, no amemos de palabra y de boca, sino de verdad y con obras.
Quien guarda sus mandamientos permanece en Dios, y Dios en él; en esto
conocemos que permanece en nosotros: por el Espíritu que nos dio.”
Iº lectura: Hch 9,26-31; Salmo: 21; IIº lectura: IJn 3,18-24; Evangelio: Jn 15,1-8
En este
domingo se nos da la oportunidad de encontrarnos con Dios a través de las
relaciones humanas cotidianas e ir cultivando lo que cada cristiano, de acuerdo
al mandato de Jesús, debe hacer. Tengamos en cuenta que cada paso que damos,
son muestras de amor que Dios nos proporciona y en ellas encontramos la vía que
nos lleva a la Salvación. La primera lectura nos enseña la importancia
fundamental de ser testigos del evangelio y cómo debemos aprender a reconocer
en quien es discípulo, el rostro mismo de Dios. La segunda lectura da las
pautas que el testigo del Evangelio, debe tener como bandera: amar de corazón y
no solo con las palabras, ello nos conduce a ver en el mensaje de Jesús, Buen
Pastor el modo justo para permanecer en Él caminar como hijos de la luz.
La misión del testigo
La
actualidad nos muestra cómo debemos caminar en el nombre de Dios para que,
junto a Él, podamos extender con veracidad y testimonio, la Palabra que da
vida, que da esperanza y que infunde plenamente la misericordia que tanto
necesita el mundo. Somos testigos del resucitado, somos testigos de una Palabra
que debe llevar vida y armonía a todos los hombres y mujeres de mundo, somos
testigos de la santidad que estamos llamados a vivir y de la ayuda que debemos,
como Iglesia, prestar sin exclusión a todo el que necesita de Dios. Este
domingo, en el cual se nos invita a permanecer en Jesús de corazón y no sólo
con las palabras, es un momento de gracia para cada uno de nosotros, para todos
aquellos que tal vez se sientan sin fuerzas para seguir adelante en medio de un
cúmulo de problemas; para aquellos en los que la esperanza es oscuridad, y la
impotencia es parte del quehacer diario. Jesús nos da la oportunidad de
permanecer en Él, y en Él se nos da la potestad de amar como Él amó, de llevar
a nuestros hogares la paz y a sentir su presencia cierta en un compartir que
nunca pueda culminar, pues está presidido por Dios.
María, nos ayuda a permanecer junto a Jesús
Es una
garantía que todo cristiano debe tener. La presencia de Nuestra Madre del Cielo
en nuestro camino es motivo para seguir caminando en el nombre de Dios y con
ello, proclamar su grandeza y poderío que se traduce en esperanza y vida. Como
testigos del Evangelio, debemos cultivar los valores espirituales que nos
permitan caminar por sendas de justicia y de paz. Así sea.
Oremos por la Iglesia, los obispos, sacerdotes, diáconos, religiosos y religiosas, colocando nuestras peticiones en las manos amorosas de María Santísima.
P. José Lucio León Duque
joselucio70@gmail.com