José Lucio León Duque

José Lucio León Duque
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sábado, 12 de diciembre de 2015

III° Domingo de Adviento, 13 de diciembre de 2015

“¡ALÉGRENSE SIEMPRE!”
“No se inquieten por nada; más bien presenten en toda ocasión sus peticiones a Dios en la oración y la súplica, llenos de gratitud…” (Fil 4, 6)

Iº lectura: So 3,14-18; Salmo: (Is12); IIº lectura: Fil 4, 4-7; Evangelio: Lc 3,10-18

 “No se inquieten por nada; más bien presenten en toda ocasión sus peticiones a Dios en la oración y la súplica, llenos de gratitud…”

Alegría, regocijo y gran expectativa nos produce la venida del Señor. El tercer domingo de Adviento, nos muestra de manera especial la espera del nacimiento de Jesús. El profeta Sofonías deja ver la imagen victoriosa del Señor que reina y da confianza a sus hijos (Iº lectura); se subraya la alegría y la tranquilidad que debe existir entre todos, ya que el Señor está cerca (IIº lectura) y, con el Evangelio, se ratifica el inmenso amor de Jesús para los suyos, resaltando la grandeza de Juan el Bautista, el precursor, indicándonos así lo que cada uno de nosotros debemos poner en práctica.

El itinerario del Adviento nos presenta a Juan el Bautista como ejemplo de lo que la liturgia de hoy nos ofrece: regocijo, alegría, fortaleza, fidelidad, justicia, paciencia… Juan es quien anuncia y denuncia, es quien sin miedo habla de Dios como guía de nuestra vida; es aquel que prepara no solo a los de su tiempo, sino también a nosotros en la vida cotidiana para perfeccionar nuestra adhesión a Dios y al mensaje del Evangelio. 

La actitud de Juan y la liturgia de hoy es lo que permite al fiel cristiano ser testigo de la presencia de Jesús; es lo que hace ver las cosas desde otros puntos de vista, es decir, nos muestra la verdadera vía para encontrar la felicidad. Juan predica la justicia y la verdad y es allí donde crece y se fortalece la esperanza, es en Dios donde encontramos la justicia y la honestidad, la laboriosidad y la entrega sincera al Evangelio de la verdad. 

¡Cuántas dificultades encontramos en nuestra vida! ¡Cuántos momentos de tristeza, de dolor, de angustia! ¡Cuánta impotencia ante la injusticia que reina en ciertas situaciones que parecen no tener vía de salida! Ante todo esto se asoma una luz que nos ilumina desde lo más profundo de nuestro ser: la llegada de Jesús. 

Ante la duda de muchos y el asombro de otros, ¡Él es quien debe venir!, Él es quien nos salva, quien nos ilumina, quien nos da la fuerza para cultivar aún más el regocijo de su venida, la alegría de su presencia y la fidelidad a su mensaje. La presencia de Jesús, reflejada en el pesebre, en cantos y en celebraciones, se hace vida, se hace realidad perenne si nuestro corazón se dispone a abrir sus puertas y aceptarlo sin condiciones, haciéndonos eco de su mensaje en medio del pueblo de Dios, de los pobres y excluidos, de aquellos que en medio de las dificultades, tiene la necesidad de encontrarse con Dios en este camino hacia la Navidad.

Juan el Bautista nos da muchas enseñanzas y entre ellas nos recuerda que debemos tener valentía para ayudar a preparar la vía del Señor y sencillez para que quien escucha pueda entender que Dios es vida, alegría y armonía. Quien está lejos de la palabra del Señor, quien no vive en Dios sino que usa y abusa de la vida misma en desprestigio del hombre, se acerca más a la experiencia del mal y por ende, al pecado. Juan Bautista, el mayor entre los nacidos de mujer, es quien nos motiva y nos da ánimo para ser testigos en espíritu y verdad, con la palabra y el ejemplo, de lo que nos anuncia el Evangelio.

María Santísima, la Madre de la espera, nos enseña el camino que debemos seguir realmente: alegrarnos en el Señor para vivir, desde el silencio de nuestro corazón, la llamada a ser verdaderos testigos del amor de Dios en medio de nuestros hermanos.

El papa Francisco nos recuerda que “El Jubileo será un “tiempo favorable” para la Iglesia si aprendemos a elegir “aquello que a Dios le gusta más”, sin ceder a la tentación de pensar que haya algo más importante o prioritario. Nada es más importante que elegir “aquello que a Dios le gusta más”, ¡su misericordia, su amor, su ternura, su abrazo, sus caricias!” Dios les bendiga, así sea.

José Lucio León Duque
joselucio70@gmail.com


lunes, 7 de diciembre de 2015

Solemnidad de la Inmaculada Concepción, 8 de diciembre de 2015

MARÍA: MODELO DE ESPERANZA Y FORTALEZA
“Ninguno como María ha conocido la profundidad del misterio de Dios hecho hombre. Todo en su vida fue plasmado por la presencia de la misericordia hecha carne. La Madre del Crucificado Resucitado entró en el santuario de la misericordia divina porque participó íntimamente en el misterio de su amor.S. S. Francisco, Misericodiae Vultus, 24.

En el tiempo de adviento, y hoy cuando iniciamos el Año de la Misericordia en unión con la Iglesia y el Papa Francisco, se nos invita a preparar la venida del Señor, a ser discípulos vigilantes en espera del Mesías que viene. Al mismo tiempo, se nos presenta la figura y el ejemplo de una mujer que, en palabras de San Alfonso María Ligorio, es “portadora de paz a todo el mundo”, “primogénita de la gracia”, haciéndose eco de la tradición de la Iglesia refiriéndose a la Virgen María, la Inmaculada Concepción.

PAZ Y ESPERANZA, ¡FUERA EL MIEDO!

El dogma de la Inmaculada Concepción decretado por el Papa Pio IX en el año 1854 nos lleva a reflexionar sobre algunos temas específicos: en primer lugar, debemos sentir la alegría que el Adviento proporciona, el carácter penitencial que propone y la presencia de María en este itinerario. Esto nos da la esperanza y la fuerza para salir ilesos del pecado, sin dejarnos influenciar por la tentación del enemigo que desea quitarnos la vergüenza para no ser fieles al amor de Dios. La actuación de Adán y Eva en el jardín del Edén causa un efecto de tristeza por las consecuencias del pecado, pero ello abre igualmente un camino: la esperanza de vivir en la luz emprendiendo la verdadera vía a seguir.

En segundo lugar, se nos invita a vivir, con la gracia de Dios, en perfecta armonía y unidad. Se hace necesario cultivar y mantener estos aspectos, ya que ayudan al crecimiento espiritual del hombre de hoy.

En tercer lugar, junto a la caída del hombre y de la mujer en el Edén, caída reflejada en la actualidad ante la situación de pecado y de falta de caridad que encontramos en ocasiones, surge la figura de María Santísima. Ella es quien nos aleja del pecado y nos une con Dios. Su figura maternal nos da la certeza de ser hijos llamados a vivir en paz, unidad y armonía en medio de las dificultades que puedan existir.

María es la llena de gracia, es la elegida para ser la Madre de Dios, la madre de todos y cada uno de nosotros, la mujer decidida que, sin miedo, nos enseña que la paz es posible y que la pureza y la sinceridad son caminos de vida. María es la madre de este itinerario de Adviento, la luz que enciende nuestros corazones y nos muestra la vía a seguir: “Yo soy la esclava del Señor, hágase en mí según tu palabra” (Lc 1, 38).

A LA LUZ DE LA NUEVA EVANGELIZACIÓN

Es hora de reconocer los pasos de Dios y su incidencia en nuestra vida, de levantar la mirada a quien nos llama y nos busca en medio de las dificultades invitándonos a convertirnos y vivir como hermanos. Hoy más que nunca la tarea evangelizadora de la Iglesia es actual, está presente en nuestra vida y nuestro deber es ponerla por obra.

Debemos sentir el llamado de Dios para vivir definitivamente en Él, apartando las divisiones, el odio y el rencor, surgidos y radicados por la influencia del maligno, quien no cesa de rodear la pureza del amor que Dios nos regala cada día. En la vida cotidiana, en nuestras familias, en los pobres y excluidos, y también en quien practica el mal apartando a Dios de su vida, en todos y cada uno de nosotros debe reinar esta invitación: unámonos a la nueva evangelización, siendo portavoces, en medio del Pueblo de Dios, de la alegría y el gozo de ser hijos sus hijos, de quien proviene la misericordia para todo aquel que lo busca con sincero corazón. Así sea.

“María atestigua que la misericordia del Hijo de Dios no conoce límites y alcanza a todos sin excluir a ninguno. Dirijamos a ella la antigua y siempre nueva oración del Salve Regina, para que nunca se canse de volver a nosotros sus ojos misericordiosos y nos haga dignos de contemplar el rostro de la misericordia, su Hijo Jesús.” S. S. Francisco, Misericodiae Vultus, 24.

José Lucio León Duque

joselucio70@gmail.com


IIIº Domingo de Cuaresma, 7 de marzo de 2021

LA CASA DE DIOS ES NUESTRA CASA “Los mandatos del Señor son rectos y alegran el corazón; la norma del Señor es límpida y da luz a los ojos.”...