Mons. Oscar Arnulfo Romero |
ROMERO
Hermoso regalo para la Iglesia en América Latina en vísperas de
Pentecostés: la beatificación del Obispo mártir de El Salvador, Mons. OSCAR
ARNULFO ROMERO. En efecto, este sábado 23 de mayo es beatificado en San
Salvador el Obispo del pueblo, sencillo, austero y de profunda fe, quien fue
capaz de entregar su vida por la gente a la que le brindó un especialísimo
servicio, siempre en nombre del Señor. Mons. Romero entra en la gloria de los
altares y ya se le puede dar culto público.
Sobre Mons. Romero se tejieron múltiples leyendas y opiniones
encontradas. Se le acusó de “comunista”, sencillamente porque estuvo siempre al
lado de los pobres y de su pueblo. No sólo para reivindicar los derechos
humanos de quienes eran maltratados y oprimidos, sino porque fue el testigo
fiel capaz de enseñar el evangelio, celebró los misterios de la fe y, sobre
todo, hizo realidad en su trabajo pastoral la caridad de Cristo. Incluso no
faltó quien hizo creer que era manipulado y que sus homilías y enseñanzas ni
siquiera eran preparadas por él, sino por un grupo de sacerdotes y laicos
ideologizados. Pero la realidad ha sido otra cuando se ha ido estudiando y
conociendo tanto sus escritos, como su vida de testimonio sacerdotal.
Lo que sucede es que quienes piensan con criterios del mundo o se dejan
llevar por la tentación de convertirse en “opresores y dominadores” cuando
alguien se les enfrenta con la verdad del Evangelio, llegan a acusarlo como
“desestabilizador”, “comunista” y contrario al orden establecido. Pero la vida
de Romero ha demostrado lo contrario: fidelidad a la Palabra de Dios, sentido
de comunión con la misión de la Iglesia y caridad sin límites hacia todos, sin
discriminación, todo vivido y experimentado desde el encuentro perenne con
Cristo. Romero fue un hombre de oración y de vida sobrenatural. Así lo expresó
en todo momento. La propaganda contraria a él pretendió hacerlo ver como un
enemigo de la sociedad y un violento, cuando en el fondo era un amante de la
paz y de la no violencia.
Sintió la muerte de sus hermanos sacerdotes, desde el asesinato del P.
Rutilio Grande, y se identificó con la entrega generosa de ellos. Compartió en
todo el dolor y el sufrimiento de tantísimos hermanos perseguidos y
desaparecidos, y prefirió asumir la incomprensión incluso de muchos de sus
hermanos antes que claudicar y ser indiferente. Su opción por los pobres la
supo realizar como expresión de su fe en Cristo, el Dios humanado y salvador de
todos.
Mons. Enrique Angelelli |
Damos gracias a Dios por la beatificación de Mons. Romero. Gracias a
Francisco, el Papa de la Nueva Evangelización, por este regalo de Pentecostés
para nuestras comunidades. Hace poco recibíamos la noticia de apertura de otro
proceso de beatificación de otro Obispo mártir, asesinado en Argentina por la
fuerza brutal de quienes se consideraban los dueños del pueblo: Enrique
Angelelli. Romero ilumina el camino desde el cielo con su testimonio de vida;
Angelelli nos ha enseñado que se debe tener un oído puesto en Dios y el otro en
el pueblo.
Al decir en este domingo de Pentecostés “feliz fiesta de la Iglesia,
feliz día del Espíritu Santo”, lo podemos hacer también desde la alegría por la
beatificación de Mons. Romero. Que él interceda por todos nosotros ante Dios a
fin de conseguirnos la gracia de conseguir “el gusto espiritual de sentirnos
pueblo”, como nos lo ha enseñado el Papa Francisco.
+Mario Moronta
R., Obispo de San Cristóbal.