José Lucio León Duque

José Lucio León Duque
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sábado, 7 de noviembre de 2020

XXXIIº Domingo del Tiempo Ordinario, 8 de noviembre de 2020


 LA LÁMPARA DE LA FE
“La sabiduría es radiante e inmarcesible, la ven fácilmente los que la aman, y la encuentran los que la buscan; ella misma se da a conocer a los que la desean. Quien madruga por ella no se cansa: la encuentra sentada a la puerta.”
 
I° lectura: Sab 6,12-16; Salmo: 62 ; II° lectura: ITes 4,13-17; Evangelio:  Mat 25,1-13
 
La parábola de las diez vírgenes está en el camino de las que expresan un mismo pensamiento: el siervo fiel, los talentos, el juicio del rey. En todas existe alguien que es acogido y otro que es rechazado. El contexto histórico en el que Mateo narra estas parábolas precede el momento íntimo del Evangelio de la Última Cena de Jesús con sus discípulos. El maestro usa las parábolas para hablarles de su partida y a la vez de su futura venida. La parábola se abre con una proyección hacia el fin de los tiempos, técnicamente se habla de escatología y se concluye con una advertencia: “Velen, pues no saben ni el día ni la hora”.
 
¿NECIOS O PRUDENTES?
 
Las vírgenes necias son la imagen de aquellos que no han vivido la vida contemplando lo eterno, sino en aquello pasajero, efímero, sólo la emoción del momento. Tal vez nosotros corremos el riesgo de caer en el error de pensar que una vez encendida la lámpara del Fe, todo va automáticamente y sin fatiga alguna. Jesús nos dice que las lámparas pueden apagarse.
 
Ante ello, ¿qué debemos hacer? Ante todo, debemos vigilarno esperando de manera pasiva, sino comprometiéndose con creatividad, ingenio y convicción, yendo más allá del temor al juicio final, ya que somos conscientes del gozo que el Señor da a quienes lo acogen con el corazón y la propia vida. Es por ello que debemos alimentar continuamente el aceite de nuestra lámpara de la Fe, renovándolo cada día, en las situaciones que se nos presentan y que debemos enfrentar.
 
En segundo lugar, debemos dejarnos alimentar del espíritu de amor, para ser esas lámparas que están a la espera del esposo. Es el amor que se abre a los demás, de manera reciproca y sincera. La lámpara con aceite se identifica con nuestra vida, que va más allá de una adhesión falsa a las cosas del mundo para llegar a enamorarse de la verdad que nos transmite Cristo, presente en la historia del hombre de hoy, de los pobres y excluidos, de todo aquello que conforma la vida cotidiana. ¿Nutrimos de Dios nuestra vida? ¿Somos auténticos ante el llamado de Dios que viene a nuestro encuentro? Reflexionemos y pensemos en cómo está nuestra lámpara y cuál es el camino que recorremos para alimentarla de verdad.
 
LA VIRGEN, EJEMPLO PARA TODOS
 
Nuestra Madre de Cielo, María Santísima, nos enseña el camino de la prudencia, de la sabiduría y de la previsión. Ella, con su ejemplo, nos indica que debemos ser humildes y reconocer que Dios es quien da la fuerza para que la luz de nuestro corazón nunca se apague. Seamos testigos y misioneros que estamos dispuestos cada día a recargar la lámpara de la Fe. Así sea.
 
Señor Jesús, Maestro del amor y de la vida, Santo Cristo del Rostro Sereno,
te pedimos por el mundo entero, por nuestro país Venezuela a ti consagrado.
Estamos en tus manos y en ellas tenemos la confianza de
recibir la sanación y la liberación que necesitamos.
Estamos ante ti, sin miedo y con esperanza, recibiendo el regalo de tu presencia en la Eucaristía, de tu misericordia, de la nueva creación, de la luz.
Te pedimos por todos y cada uno de nosotros, quienes ratificamos nuestra adhesión a ti y nuestro servicio misionero en pro de los más necesitados.
Te encomendamos los enfermos, los más débiles, los pobres y excluidos.
Confiamos en ti y nos refugiamos en tu amor.
Señor de la paz, de la salud y de la misericordia, escucha la súplica de tus hijos en esta hora en la que estamos y debemos estar más unidos que nunca. Así sea.
 
#YoMeQUedoEnCasa
#HoyMasUnidosQueNunca
#YoTengoUnAmigoSacerdote
 
José Lucio León Duque
Sacerdote de la Diócesis de San Cristóbal
 

XXXII° Domingo del Tiempo Ordinario, 1 de noviembre de 2020

 BIENAVENTURADOS A EJEMPLO DE JESÚS
“Alégrense y regocíjense, porque grande será su recompensa en el cielo”

I° lectura: Ap 7, 2-4.9-14; Salmo: 23; II° lectura: 1Jn 3, 1-3; Evangelio: Mt 5, 1-12

Hace algún tiempo, leía lo siguiente: “…los santos, para dicha nuestra y de ellos mismos, fueron hombres -y mujeres- de carne y hueso como nosotros” (Felice Accrocca, “Tommaso da Cori, Amico di Dio e degli uomini”). Leyendo esto y reflexionando sobre lo que la liturgia de la Palabra nos presenta en este día y la Solemnidad que estamos celebrando, podemos tener la certeza que Dios nos llama a caminar, desde ahora, en las vías de la santidad.
 
La multitud de los santos, presente en las lecturas y manifestada en la Iglesia, nos da a entender que debemos ver más allá de lo que comúnmente tenemos frente a nosotros. Debemos sentir la certeza que el camino escogido no es el equivocado y que el amor que Dios nos ha tenido y por el que somos sus hijos, nos permitirá alcanzar el premio que está preparado para los bienaventurados.
 
}JESÚS NOS ENSEÑA EL CAMINO
 
Bienaventurados los pobres de espíritu, los que lloran, los sufridos, los que tienen hambre y sed de justicia, los misericordiosos, los limpios de corazón, los que trabajan por la paz…todos serán llamados hijos de Dios . Esta certeza es el camino de esperanza que Dios nos da para que seamos testigos de su palabra y la hagamos vida en la cotidianidad, en este momento que estamos viviendo y que nos ha enseñado siempre más la necesidad de caminar junto al deseo de ser santos.
 
Santos somos los miembros de la Iglesia, santos son todos los que han seguido y siguen el ejemplo de Jesús, santos son los que oficialmente son reconocidos por la Iglesia y aquellos, que aún no siendo reconocidos públicamente, han sido testigos del amor de Dios en medio del mundo. De ahí la importancia de unirnos en oración y acción, de manera que la Palabra de Dios sea el camino que nos lleve a prestar más atención a lo que debe experimentarse en el plan de vida personal.
 
El maestro llama bienaventurados a aquellos que forman parte del corazón de Dios; a los que viven sin pensar en ambigüedades; a los que sin serlo, se sienten excluidos por los que, no siéndolo, se sienten dueños de las conciencias. El Evangelio nos promete una recompensa y ella se da, solo en la medida que seamos conscientes y responsables del cumplimiento de nuestros deberes como cristianos.
 
¿Quiénes son los santos? No dejemos nunca de preguntárnoslo, no pasemos de largo ante la propuesta de llegar a serlo y cada día esforcémonos por vivir los preceptos del Evangelio con obras de caridad, poniendo por obra lo que creemos gracias a la fe. No sintamos que la santidad es un peso pues ello significa que no nos hemos dado cuenta que esa es la razón esencial de vivir de todo cristiano.
 
MARÍA SANTÍSIMA, REINA DE TODOS LOS SANTOS…
 
En las letanías damos a Nuestra Madre del cielo un calificativo muy significativo. La Madre de Dios es la Reina de Todos los Santos, es quien nos da ejemplo de humildad para poder dar fe que es posible llegar a ser bienaventurados ya que “todo el que tenga puesta en Dios esta esperanza, se purifica a sí mismo para ser tan puro como Él.” Así sea.
 
“No podemos decir al mismo tiempo quiero y no quiero: quiero ser santo y no quiero serlo. Deberíamos preguntarnos porque no somos santos gozando de la presencia y bendición de Cristo en el tabernáculo y de la posibilidad de recibir su cuerpo y su sangre en la comunión”. (Santa Teresa de Calcuta)
 
Señor Jesús, Maestro del amor y de la vida, Santo Cristo del Rostro Sereno,
te pedimos por el mundo entero, por nuestro país Venezuela a ti consagrado.
Estamos en tus manos y en ellas tenemos la confianza de
recibir la sanación y la liberación que necesitamos.
Estamos ante ti, sin miedo y con esperanza, recibiendo el regalo de tu presencia en la Eucaristía, de tu misericordia, de la nueva creación, de la luz.
Te pedimos por todos y cada uno de nosotros, quienes ratificamos nuestra adhesión a ti y nuestro servicio misionero en pro de los más necesitados.
Te encomendamos los enfermos, los más débiles, los pobres y excluidos.
Confiamos en ti y nos refugiamos en tu amor.
Señor de la paz, de la salud y de la misericordia, escucha la súplica de tus hijos en esta hora en la que estamos y debemos estar más unidos que nunca. Así sea.
 
#YoMeQUedoEnCasa
#HoyMasUnidosQueNunca
#YoTengoUnAmigoSacerdote
 
José Lucio León Duque
Sacerdote de la Diócesis de San Cristóbal

IIIº Domingo de Cuaresma, 7 de marzo de 2021

LA CASA DE DIOS ES NUESTRA CASA “Los mandatos del Señor son rectos y alegran el corazón; la norma del Señor es límpida y da luz a los ojos.”...