Sembrar el bien…
“Dios anuncia la paz a su pueblo y a sus amigos. La salvación está ya cerca de sus fieles, y la gloria habitará en nuestra tierra”.
“Dios anuncia la paz a su pueblo y a sus amigos. La salvación está ya cerca de sus fieles, y la gloria habitará en nuestra tierra”.
Iº lectura: Am 7,12-15; Salmo: 84; IIº lectura: Ef
1,3-14; Evangelio: Mc 6, 7 - 13
La
Iglesia católica, una y santa, Iglesia fundada por Jesucristo, nuestro maestro
y Señor, nos da la posibilidad de encontrar en ella la fuente de paz, de amor,
de esperanza que todos necesitamos. La alabanza que cada cristiano debe
expresar y experimentar para con Dios, es una manifestación clara y precisa del
amor, el conocimiento y la vida en Dios de quien siente su presencia verdadera
y real en el corazón del hombre y en medio de su pueblo. Todos nosotros,
bautizados, podemos y debemos sentirnos partícipes de la liturgia que hoy nos
hace un llamado y nos hace participar del sacrificio de Jesús con el cual
obtenemos la Salvación.
Destinados
por Dios a ser felices
La
liturgia de hoy nos llama a vivir el Evangelio con el corazón, como miembros de
la Iglesia que busca la justicia, la verdad, la esperanza. Jesús escoge los
apóstoles como sus representantes personales, como testigos y profetas, no como
simples portadores de un mensaje nada más. La identidad del cristiano se debe
manifestar en una vida austera y santa, en dedicación incondicionada para con
los demás. El Evangelio de este domingo nos refiere que Jesús les dio
“autoridad sobre los espíritus inmundos”. Les mandó que no llevaran nada para
el viaje, sólo un bastón: ni pan, ni mochila, ni dinero en la bolsa. Dios da
unas indicaciones precisas que mueven el corazón y la vida del hombre a sentir
su llamada, como símbolo del amor que tiene para con todos. La Palabra de Dios
tiene connotación universal, es para todos y en todos debe ser manifestación de
salvación, de liberación, de superación de obstáculos, de purificación de
nuestros corazones, de destrucción del maligno que muchas veces se encarga de
dañar la vida de quienes deseamos caminar en el amor de Jesús.
María
Santísima nos acompaña
En este
itinerario de vida y de amor, María Santísima nos guía y nos lleva de la mano.
Debemos insistir en el amor y devoción que todo cristiano le debe profesar,
como verdaderos hijos suyos. Nuestra madre es la luz, la esperanza, el pilar
del amor que nos lleva a Jesús. Ella nos enseña la sencillez que falta en
tantos sitios, la humildad de la que carecen muchos corazones y las grandezas y
maravillas que Dios nos regala a cada momento. Así sea.
“La
unidad del género humano, la comunión fraterna más allá de toda división, nace
de la palabra de Dios-Amor que nos convoca.”
Benedicto
XVI - Caritas in veritate
P. José Lucio León Duque
joselucio70@gmail.com