El Domingo de Ramos
aclamábamos la entrada de Jesús a Jerusalén y, con ello, a nuestras vidas. Era
la aclamación de un pueblo que admiraba al Maestro, al profeta, al Hijo de
David…hoy se presenta Jesús en la plenitud de su presencia. El itinerario que
hemos recorrido nos ha traído a este día, al día de la resurrección, día de
amor y de paz. Jesús nos da testimonio de vida y de amor, ya que “pasó
haciendo el bien” y nos enseña a estar unidos a Dios y ser testigos de su
obra. Es por ello que estamos llamados a darle gracias por su amor y su
misericordia, porque es bueno con cada uno de nosotros; solo así podremos
buscar “los bienes de arriba”, los de allá donde está Cristo y a lo que
debemos aspirar.
“ETERNA ES SU MISERICORDIA”
El Día de la Resurrección es
un día de fiesta, de alegría y no de una alegría pasajera, es la alegría de los
hijos de Dios que sentimos la presencia de Jesús resucitado, vivo en medio de
nosotros todos los días, a cada momento. El Día de la Resurrección es una
puerta que se abre a la esperanza, al deseo de vivir como verdaderos hijos de
Dios. El gozo que proporciona ver y sentir a Jesús vivo, es un gozo que
no acaba.
Ese gozo nos regala algunos
elementos fundamentales: en primer lugar, la resurrección no hace
olvidar la pasión, sino que, junto a ella, forma el camino que nos lleva a la
salvación; es vivir el sufrimiento de la pasión y el gozo de la resurrección,
única vía que nos conduce a Dios. En segundo lugar, la resurrección
comporta dejar de lado el miedo y dar vía libre al anuncio del Evangelio, sin
temores, sin exclusión, sin discriminación, ya que el Evangelio es vida, es
unión, es luz, es esperanza. En tercer lugar, la resurrección es el
camino que todos los cristianos debemos conocer y recorrer. Jesús, Dios y
Hombre Verdadero, Siervo Sufriente, Maestro victorioso, Hermano y Compañero de
viaje en la vida de todos, nos da testimonio de cómo caminar en su presencia y
cómo llevar su amor a todos. En este día celebramos el triunfo de la vida sobre
la muerte, es el triunfo de Jesús, nuestro Maestro y Señor, sobre la maldad y
el pecado. Hoy podemos llevar una bandera en alto: la bandera de la paz, de la
luz, de la vida; hoy es tiempo de llevar la esperanza a tantos que viven
sumergidos en la muerte, en la destrucción, en el mal, alejados de Dios.
Hoy es tiempo de proclamar que
Jesús está vivo, que su mensaje es actual, su misericordia infinita y su
presencia real; seamos testigos de su amor y no nos dejemos amedrentar por
ideologías vanas ni por quienes no desean vivir el mensaje del Evangelio.
MARÍA SANTÍSIMA, MADRE DEL
RESUCITADO.
En
este día el ejemplo de María es claro y preciso: debemos tener esperanza y
confianza en Jesús.
Ella siempre vivió en la paciencia ante el dolor, en el silencio ante los gritos
de las multitudes y las injurias, en el amor ante todos aquellos que hemos sido
confiados a su maternal protección. Ser testigos de la resurrección implica
caminar junto a María y unirse a la misión a la que todos estamos llamados a
realizar y a vivir como discípulos y misioneros. Así sea. ¡Felices
Pascuas de Resurrección! Dios les bendiga a todos. Así sea.
José Lucio León Duque
joselucio70@gmail.com