José Lucio León Duque

José Lucio León Duque
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viernes, 27 de febrero de 2015

II° Domingo de Cuaresma, 1 de marzo de 2015

¡QUÉ BIEN SE ESTÁ CON JESÚS!
“Si Dios está con nosotros, ¿quién contra nosotros?” (Rom 8,31)

Iº lectura: Gen 22,1-2.9-13.15-18; Salmo: 115; IIº lectura: Rom 8, 31b-34; Evangelio: Marcos 9, 2-10

Escuchar a Jesús, el Hijo Predilecto y estar bien con Él: es la invitación que Dios dirige hoy a los creyentes. Las lecturas nos presentan el ejemplo del creyente capaz de sentirse bien con Dios y escuchar su voz, encontrando el modelo de nuestra fe y apoyándonos en el don que Dios nos ha dado. Se nos recuerda que a través de Jesús, Dios está de nuestra parte y es la vía a seguir.

CONFIANZA PLENA EN DIOS
Partiendo de la figura de Abraham, símbolo de un pueblo aliado con Dios, podemos constatar la importancia de fiarnos totalmente a su Palabra. Esta palabra se ha revelado en plenitud en la persona de Jesucristo que se revela y se transfigura ante sus discípulos y a través del tiempo, en nuestra vida. Él es la lámpara que Dios ha colocado para guiar nuestros pasos, la luz para nuestros días, la estrella de cada mañana que nos acompañará a la transfiguración total en luz plena de la mañana sin ocaso.

Es por ello que con Él debemos hablar, escucharle, sentirnos bien, dialogar en la oración y a partir de allí, seguir un itinerario en el cual cada uno de nosotros tenga la misión de verificar la centralidad de la Palabra de Dios en la propia vida. Jesús se manifiesta, se presenta en su magnificencia y se hace presente con humildad y sencillez en el alma de todo aquel que da su disponibilidad a la conversión. ¡Qué bien estamos con Jesús!

Este domingo nos da la posibilidad de ver en Él la fuente de la que brota la confianza que debemos tener en Dios, la esperanza de la presencia continua del Espíritu y la certeza de poder transmitir el mensaje del Evangelio a todos y en todas partes. La invitación es esta: estar bien con Jesús, participar con el testimonio de vida en el constante caminar con Él y ver en su presencia en medio de nosotros el deseo de ser discípulos y testigos de la luz que irradia su manifestación en todos y cada uno de nosotros.

MARÍA, MADRE DE LUZ
El camino hacia la pasión, muerte y resurrección de Jesús, se ve acompañado por nuestra madre del Cielo. Es necesario dejarnos amar y proteger por ella. Seamos buenos hijos e invoquemos siempre su maternal protección. Así sea.
José Lucio León Duque

Joselucio70@gmail.com

miércoles, 25 de febrero de 2015

Mensaje al Presbiterio y al Pueblo de Dios, 25 de febrero de 2015.

AL PRESBITERIO Y AL PUEBLO DE DIOS
QUE PEREGRINA EN ESTA IGLESIA DE SAN CRISTÓBAL

1. A los pies de la Cruz, traspasado su corazón de Madre, María recibió el cuerpo de su Hijo, recién muerto clavado en la Cruz. Antes, con palabras amorosas, Jesús nos la había dejado como Madre de todos los seres humanos. Su dolor, inexplicable a toda lógica humana, se asoció a la obra redentora de su Hijo. Hoy, ante los tristes acontecimientos ocurridos el 24 de febrero con la muerte violenta de un joven liceísta, como creyentes en Dios apelamos a María, la Virgen Dolorosa, cuyo corazón, de acuerdo a la profecía de Simeón, fue traspasado por una espada (cf. Lc. 2,35). Debemos acudir a ella para presentarle el dolor de una madre y de un padre, golpeados por la muerte violenta de su pequeño, hijo y cuyo corazón también ha sido traspasado por una espada movida por la violencia presente en nuestra sociedad.

Junto a ese dolor de dichos padres y sus otros hijos y familiares, también se asocia el de tantos padres y madres quienes están, viendo inermes e indefensos, la muerte física y moral de sus seres más queridos. Muerte física debido a la violencia y la inseguridad. Además, la muerte moral causada por tanta descomposición, con sus expresiones de droga, prostitución y materialismo.

La angustia causada por la muerte del Hijo, se convirtió en María en fortaleza y esperanza con la Resurrección. Ella, la llena de gracia, sale al encuentro de los padres, hermanos y familiares del joven estudiante asesinado para darles un consuelo y una fortaleza más que necesaria en estos momentos de tribulación. Le pedimos de todo corazón a María de la Consolación no les abandone y les dé el acompañamiento maternal de su intercesión ante el Hijo, Dios del Amor.

2. De nuevo rechazamos todo tipo de violencia, venga de donde venga. Pero de manera particular pedimos encarecidamente a las autoridades civiles, militares y policiales que no empleen ni métodos ni armamentos contrarios a la legalidad y a la dignidad de los seres humanos. Su deber es mantener el orden, apegados a la ley y el respeto a los derechos humanos, así como brindar a todos los ciudadanos la necesaria seguridad. Quienes son los causantes de la muerte del joven estudiante y de otros desmanes deben asumir su responsabilidad y ser llevados a los órganos correspondientes de administración de justicia.

La protesta es un derecho ciudadano. Ciertamente que debe realizarse en los parámetros de la legalidad y debe ser pacífica. Hay muchas razones serias y objetivas para ella. Quienes la realicen deben hacerla con sentido ciudadano y respetando también la sana convivencia de los demás conciudadanos. De igual modo, las autoridades correspondientes deben escuchar los clamores de quienes elevan sus voces y leer en ellas las indicaciones, sugerencias y peticiones que se les hace. Por ello, siguiendo la invitación del Papa Francisco, nunca hemos de agotar los espacios para el encuentro y el diálogo, el cual ha de ser siempre constructivo y comprometedor para la búsqueda de soluciones y así dar respuestas a las necesidades de todos.

Condenamos todo tipo de violencia, reñida con los principios fundamentales del Evangelio y el mandamiento del amor fraterno: desde la represión inhumana hasta el menosprecio de los más pequeños y débiles. El Evangelio nos recuerda un compromiso distintivo de nuestra fe en Jesús: ser constructores de la paz, pues somos hijos de un mismo Dios y Padre (cf. Mt. 5,9)

3. Los creyentes en Cristo siempre estamos ante el desafío del Evangelio, Palabra viva de salvación y libertad. Todos los discípulos de Jesús, cualquiera sea nuestra condición (estudiantes, obreros, políticos, profesionales, empresarios, agricultores, sacerdotes, amas de casa, ricos y pobres…) estamos comprometidos con la edificación de un mundo nuevo, donde brille la luz del Reino de Dios, con sus características de paz, justicia, reconciliación, perdón, solidaridad… Ello exige de todos nosotros una actitud humana y cristiana: humana, por los valores fundamentales y la defensa de la dignidad de la Persona; cristiana, por el testimonio de caridad y esperanza desde la propia fe.

En esta línea nos ayudan las palabras del Papa Francisco, quien nos está invitando a no dejarnos robar la esperanza (cf. Evangelium Gaudium 86): Los males de nuestro mundo —y los de la Iglesia— no deberían ser excusas para reducir nuestra entrega y nuestro fervor. Mirémoslos como desafíos para crecer. Además, la mirada creyente es capaz de reconocer la luz que siempre derrama el Espíritu Santo en medio de la oscuridad, sin olvidar que «donde abundó el pecado sobreabundó la gracia» (Rm 5,20). Nuestra fe es desafiada a vislumbrar el vino en que puede convertirse el agua y a descubrir el trigo que crece en medio de la cizaña (n. 84).

Estamos todos invitados a dar nuestra contribución a la crisis por la que atraviesa el país. Cada uno desde su posición, respetando el ordenamiento constitucional y jurídico del país: las autoridades nacionales y regionales deben prestar oído atento a los clamores de muchos de los ciudadanos; los dirigentes políticos, de todas las tendencias, deben sumar esfuerzos para crear un clima de paz, concordia y aportar  lo necesario para la solución de los problemas. Todos los miembros de la sociedad, desde el cumplimiento de los deberes y la exigencia de respeto de los derechos fundamentales, sobre todo el de la vida, hemos de ayudar a la paz y la convivencia fraterna de todos.

En los momentos de crisis, poner la mirada en los valores del Reino de Dios nos permitirá no sólo superar las dificultades sino, de manera clara y decidida hacer brillar,  de manera continua y cotidiana, la luz de la verdad, la justicia  y la paz, cuya fuente primordial es Cristo Salvador. Para ello nos colocamos en los brazos del Cristo amoroso del rostro sereno, y contamos con la maternal protección de María del Táchira, Nuestra Señora de la Consolación.

+Mario, Obispo de San Cristóbal.

En San Cristóbal, 25 de febrero del año 2015.

IIIº Domingo de Cuaresma, 7 de marzo de 2021

LA CASA DE DIOS ES NUESTRA CASA “Los mandatos del Señor son rectos y alegran el corazón; la norma del Señor es límpida y da luz a los ojos.”...