José Lucio León Duque

José Lucio León Duque
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viernes, 2 de octubre de 2015

XXVII° Domingo del Tiempo Ordinario, 4 de octubre de 2015

APRENDER DE LOS MÁS PEQUEÑOS
“Dejen que los niños se acerquen a mí: no se lo impidan; de los que son como ellos es el Reino de Dios.” (Mc 10, 14)

Iª lectura: Gen 2,18-24; Salmo: 127; IIª lectura: Heb 2,9-11; Evangelio: Mc 10,2-16
 
¡Qué bien nos hace encontrarnos con Dios en la oración, en la paz y en la calma! Ese ruido carente de paz que atormenta las mentes y los corazones, está consumiendo lo que de esperanza pueda tener el hombre de hoy.  En este momento, lo menos que deseamos son mentiras, calumnias, falsas esperanzas, insultos entre pueblos y entre familias; lo menos que desea el corazón de nuestras familias es desequilibrio de ningún tipo, lo menos que desea cada uno de nosotros es estar mal.

LA HUMILDAD ES FUNDAMENTAL

Necesitamos y deseamos paz, esa paz que cada uno puede dar pero que se niega a dar por no pensar más allá de lo que se tiene al frente. Qué tristeza que se desprecie la gente por su condición social, política o religiosa. Qué triste es encontrarse en el camino obstáculos que destruyen siempre más lo que de bueno existe. Los pobres, los pobres de verdad sufren.

Los excluidos de la sociedad se enfrentan a una manipulación tal que no encuentran la vía sincera y veraz que les ayude a encontrar tranquilidad. En este domingo, cada palabra de Jesús tiene un significado profundo. Por ejemplo ¿qué podemos aprender de los niños? Ante todo podemos aprender el gozo, la alegría. La sonrisa florece más fácilmente en el rostro de un niño que en aquel de los grandes. Los niños poseen ese don que llenan de plenitud la vida. Otro aspecto es que podemos aprender la capacidad que tiene un niño de admirar los detalles que para otros parezcan insignificantes. Elementos como estos, entre otros, debiéramos tener en cuenta al momento de relacionarnos con Dios, sería para todos y cada uno de nosotros, más fácil comprometernos con Él y dar testimonio de vida en medio del mundo en el que vivimos.

MARÍA, MADRE SILENCIOSA

“Jesús a los doce años quedó tan cautivado por aquella catequesis en el Templo de Jerusalén que, en cierto modo, se olvidó hasta de sus padres. María y José, regresando con otros peregrinos a Nazaret, se dieron cuenta muy pronto de su ausencia. La búsqueda fue larga. Volvieron sobre sus pasos y sólo al tercer día lograron encontrarlo en Jerusalén, en el Templo. «Hijo, ¿por qué nos has hecho esto? Mira, tu padre y yo, angustiados, te andábamos buscando» (Lc 2, 48). ¡Qué misteriosa es la respuesta de Jesús y cómo hace pensar! «¿Por qué me buscaban? ¿No sabían que yo debía estar en la casa de mi Padre?» (Lc 2, 49). Era una respuesta difícil de aceptar. El evangelista Lucas añade simplemente que María «conservaba cuidadosamente todas las cosas en su corazón» (2, 51). En efecto, era una respuesta que se comprendería sólo más tarde, cuando Jesús, ya adulto, comenzó a predicar, afirmando que por su Padre celestial estaba dispuesto a afrontar todo sufrimiento e incluso la muerte en cruz.” (San Juan Pablo II, carta a los niños, 1994). Así sea.

José Lucio León Duque

joselucio70@gmail.com


IIIº Domingo de Cuaresma, 7 de marzo de 2021

LA CASA DE DIOS ES NUESTRA CASA “Los mandatos del Señor son rectos y alegran el corazón; la norma del Señor es límpida y da luz a los ojos.”...