“Los exhorto, en nombre de nuestro Señor Jesucristo, a que todos vivan en concordia y no haya divisiones entre ustedes, a que estén perfectamente unidos en un mismo sentir y en un mismo pensar”.
Iº lectura: Is 8, 23b-9, 3; Salmo: 26; IIº lectura: 1Cor 1, 10-13. 17; Evangelio: Mt 4, 12-23
Cada cristiano está llamado a configurarse con las palabras y las acciones de Jesús. Hoy se nos llama a ver en Él la luz que guía los pueblos. Esa luz comporta en cada alma la salvación, ya que el Señor es quien nos la concede a través de ella y su resplandor. Esto nos lleva a percatarnos de algo fundamental: si estamos unidos, la claridad y el resplandor de Dios serán baluarte en la propia vida y por ello, se nos exhorta a vivir en unidad, a sentir y pensar en nombre de Jesús.
Ser discípulos hoy…
El evangelio de este domingo se presenta como un llamado claro y preciso a optar por Cristo, tal como lo indica el ser mismo del discipulado. Quien sigue a Jesús vive en unidad, quien sigue al Maestro aleja de su vida la discordia. La vida de Jesús es un testimonio veraz pues no se deja amedrentar por el hecho del arresto de Juan el Bautista, sino que eso le da fuerza para verificar que su misión es clara: extender el reino de Dios. Jesús nos pide conversión, seguimiento, enseñanza y proclamación del evangelio. Estos aspectos, propios de la predicación y vida del maestro, nos muestran el sentido de ser discípulos: lo seremos en la medida en que aceptemos la misión a la que se nos llama. El testimonio implica tener paz en el corazón y es por ello que, sin temor ni cobardía, los cristianos debemos ir con la frente en alto, anunciando y denunciando todo aquello que forma parte de la vida misma. El Catecismo Social nos recuerda que “el fruto de la justicia es la paz, que es el mayor bien para toda sociedad. En tiempos de paz es posible el progreso de la sociedad y el desarrollo de la persona en todos los campos”. Ser discípulos hoy implica amar a Dios y respetar al hombre, implica entrega y donación, convicción y participación de la vida en Él. Seamos discípulos, testigos de la paz y de la unidad. En nombre de aquel que nos da la salvación y nos llama a ser sus seguidores en espíritu y verdad, abramos nuestros corazones, siendo verdaderos testigos del reino.
María, madre y testigo de la luz
Nuestra madre del cielo nos da ejemplo de unidad, disponibilidad y paz. Sigamos sus pasos y dejémonos guiar de su amor para llegar a Jesús dispuestos a ser sus discípulos, uniéndonos a la misión de llevar el evangelio de la verdad a todos y cada uno de nuestros hermanos. Así sea.
P. José Lucio León Duque
joselucio70@gmail.com