José Lucio León Duque

José Lucio León Duque
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miércoles, 3 de septiembre de 2014

XXIII Domingo del Tiempo Ordinario, 7 de septiembre de 2014

SABER CORREGIR, SABER ACEPTAR
"Yo les aseguro también que si dos de ustedes se ponen de acuerdo para pedir algo, sea lo que fuere, mi Padre celestial se lo concederá; pues donde dos o tres se reúnen en mi nombre, ahí estoy yo en medio de ellos"

Primera lectura: Ez 33,7-9; Salmo: 94; Segunda lectura: Rm 13, 8-10; Evangelio: Mt 18, 15-20

El Señor nos invita en este domingo, a ayudar a corregir a quien no está en el camino correcto. Nos propone ser centinelas, cuidadosos hombres y mujeres que buscan de la mejor manera ser fieles a la palabra del Señor, a su mensaje (1° lectura). Solo si escuchamos la voz de Dios, acercándonos a Él, adorándolo y siendo dóciles a su voluntad, podremos caminar en la vía de la paz (Salmo). En este camino de paz, encontramos que todo se resume en el amor a Dios, al prójimo y a sí mismo, con ello es que cumplimos a plenitud toda la ley, todo aquello que estamos llamados a cumplir (2° lectura).

CORREGIR ES AYUDAR, NO MALTRATAR…

El Evangelio de hoy es una enseñanza fundamental en el caminar cotidiano del cristiano. Cada vez que cumplimos la voluntad de Dios, estamos dando pasos importantes en el itinerario personal de la salvación. El Señor nos pide tener caridad al momento de corregir. Hacerlo de tal modo, que quien recibe la corrección sienta la misericordia que proporciona el infinito amor de Dios. Corregir es sinónimo de rectificar, enmendar, advertir, amonestar; es por ello que se nos pide tener misericordia al momento de llevarla a cabo.

Lamentablemente, muchos asumen actitudes tan incoherentes, que piensan que para reprender, es necesario usar la violencia como uno de los medios más eficaces para que alguien rectifique los errores. Cotidianamente vemos cómo muchas personas se encargan de propagar con las propias obras, el maltrato, la indisciplina, la falta de amor de los cuales sufren tantos corazones y tantas personas son víctimas. Quien ama, sabe corregir, sabe ayudar a quien se equivoca, sabe guiar con caridad, sabe ayudar al prójimo a canalizar su vida por las vías del bien.

La liturgia de este domingo nos enseña a practicar la "corrección fraterna", la cual es parte fundamental del plan de vida de todo cristiano. Dicha corrección nos ayuda a encontrar el amor que viene de Dios a través de la aceptación de nuestra condición de seres humanos. Actualmente podemos poner por obra el hecho mismo de ser cristianos como una de las opciones más hermosas y que conllevan sinceramente a configurarse con Cristo. 

Tal vez en la vida se nos ha presentado alguien a quien hemos debido corregir o seguramente nos han corregido, ¿nos hemos comportado como verdaderos discípulos de Cristo? ¿Hemos sabido corregir? ¿Hemos sabido aceptar? Junto a nuestros hermanos, miremos al cielo y pidamos al buen Dios siga derramando sus bendiciones sobre todos y cada uno de nosotros, para saber reconocer lo que hacemos.

PIDAMOS COMO HERMANOS A TRAVÉS DE MARÍA SANTÍSIMA

De la mano con María, todos y cada uno de nosotros podemos pedir a Dios ser fieles, disponibles y sinceros con Él y con nosotros mismos. Muchas personas desean de nosotros el testimonio y la ayuda necesarios para poder encontrar la paz, la armonía y la solidaridad. Así sea.

José Lucio León Duque

joselucio70@gmail.com

martes, 2 de septiembre de 2014

Padre Nuestro. Mons. Mario del Valle Moronta Rodríguez, obispo de San Cristóbal.


PADRE NUESTRO
Por Mons. Mario del Valle Moronta Rodríguez
Obispo de San Cristóbal


Una de las acciones más tradicionales del cristianismo, herencia del pueblo de Israel del Antiguo Testamento, es la oración. Hay diversas formas de hacerla. Y todas ellas, aunque se pueda valer de la intercesión de los santos, se dirigen sólo a Dios. La Escritura nos da hermosos ejemplos de ello.



Con la venida del Hijo de Dios que se hizo hombre, la oración adquirió un mayor sentido. La forma de comunicarse con su Padre era sobre todo con la oración, que además reafirmaba la comunión existente entre Aquél y Jesús mismo. Los discípulos de Jesús, instruidos por el espíritu Santo, le pidieron que pudiera enseñarles a orar. Jesús fue directo y claro y les instruyó cómo hacerlo y les enseñó una hermosa oración, que conocemos como PADRE NUESTRO.

Luego de la Resurrección, sin descartar otras formas de oración, la Iglesia asumió el PADRE NUESTRO COMO LA ORACIÓN POR EXCELENCIA. Incluso la introdujo en la celebración de la Eucaristía, como parte de la preparación inmediata a la comunión. También se encuentra en la celebración del Bautismo como reconocimiento de Dios Padre de los nuevos cristianos.

Querer pretender cambiar esta oración o parafrasearla para aplicarla a situaciones particulares o a personajes de la historia pasada o reciente no sólo es inaceptable, sino que va en contra del sentido profundo de la misma. En el fondo, esta oración viene a ser un acto de fe y de comunión con el Padre, del cual somos hijos gracias a la entrega amorosa y redentora de Jesús. Cuando Jesús la enseñó a sus discípulos estaba ciertamente profetizando que sus seguidores podían recibir la gracia de llegar a ser hijos de Dios Padre.

Tampoco es aceptable que se le cambie su letra o se haga acomodaciones para colocarle música profana y que así se entone en celebraciones litúrgicas.
El PADRE NUESTRO: la oración por excelencia, la que enseñó Jesús, gran y verdadero Maestro de los creyentes… Ojalá todos los creyentes puedan no sólo recitarla de manera continua, sino hacer una auténtica catequesis a partir de ella. Una Catequesis que implica la confianza en Dios, cuya voluntad hay que cumplir, y que requiere la actitud de perseverancia, en el amor, en la comunión con Dios y en el perdón a los demás.

+Mario Moronta R., Obispo de San Cristóbal.

IIIº Domingo de Cuaresma, 7 de marzo de 2021

LA CASA DE DIOS ES NUESTRA CASA “Los mandatos del Señor son rectos y alegran el corazón; la norma del Señor es límpida y da luz a los ojos.”...