“Voz que grita en el desierto”
“Vivan siempre alegres, oren sin cesar, den gracias en toda ocasión, pues esto es que Dios quiere de ustedes en Cristo Jesús”.
Iº lectura: Is 61, 1-2.10-11; Salmo: Lc 1; IIº lectura: I Tes 5, 16-24; Evangelio: Jn 1, 6-8.19-28
Alegría, regocijo y gran expectativa nos produce la venida del Señor. El tercer domingo de Adviento, nos muestra de manera especial la espera del nacimiento de Jesús. El profeta Isaías deja ver la imagen fructífera de la alegría que inunda los corazones, del Espíritu de Dios que lleva al elegido a anunciar la Buena Nueva, la salvación y la ayuda a quien necesita de ellas…esto nos lleva a florecer en medio del pueblo, en medio de las adversidades como testigos de justicia y de paz (Iº lectura). Se subraya la oración, la alegría y el hecho de que siempre debemos hacer el bien… (IIº lectura) y con el Evangelio se ratifica el inmenso amor de Jesús para los suyos resaltando la grandeza de Juan el Bautista, el precursor, indicándonos así lo que cada uno de nosotros practicar, reconociendo en el Hijo de Dios al Mesías que viene a salvarnos
Juan el Bautista, el testigo de la luz…
El itinerario del Adviento nos presenta a Juan el Bautista como ejemplo de lo que la liturgia de hoy nos ofrece: regocijo, alegría, fortaleza, fidelidad, justicia, paciencia… Juan es quien anuncia y denuncia, es quien sin miedo habla de Dios como guía de nuestra vida; es aquel que prepara no solo a los de su tiempo, sino también a nosotros en la vida cotidiana para perfeccionar nuestra adhesión a Dios y al mensaje del Evangelio. La actitud de Juan y la liturgia de hoy es lo que permite al fiel cristiano ser testigo de la presencia de Jesús; es lo que hace ver las cosas desde otros puntos de vista, es decir, nos muestra la verdadera vía para encontrar la felicidad. Juan predica en el desierto y justo allí florecen las esperanzas, es en el desierto donde germina el deseo de encontrar a Dios y seguir sus pasos. ¡Cuánto desierto encontramos en nuestra vida! ¡Cuántos momentos de tristeza, de dolor, de angustia! ¡Cuánta impotencia ante la injusticia que reina en ciertas situaciones que parecen no tener vía de salida! Ante todo esto se asoma una luz que nos ilumina desde lo más profundo de nuestro ser: la llegada de Jesús. Ante la duda de muchos y el asombro de otros, ¡Él es quien debe venir!, Él es quien nos salva, quien nos ilumina, quien nos da la fuerza para cultivar aún más el regocijo de su venida, la alegría de su presencia y la fidelidad a su mensaje. La presencia de Jesús, reflejada en el pesebre, en cantos y en celebraciones, se hace vida, se hace realidad perenne si nuestro corazón se dispone a abrir sus puertas y aceptarlo sin condiciones. Juan el Bautista nos da muchas enseñanzas y entre ellas nos recuerda que debemos tener valentía para ayudar a preparar la vía del Señor y sencillez para que quien escucha pueda entender que Dios es vida, alegría y armonía. Quien está lejos de la palabra del Señor, quien no vive en Dios sino que usa y abusa de la vida misma en desprestigio del hombre, se acerca más a la experiencia del mal y por ende, al pecado. Juan es el mayor entre los nacidos de mujer, es quien nos estimula y nos da ánimo para ser testigos en espíritu y verdad de lo que nos anuncia el Evangelio.
María nos enseña y ayuda a esperar…
En pocos días celebraremos el nacimiento de Jesús. En los pesebres colocaremos su imagen, muchos le dejarán sus carticas y los tradicionales villancicos hacen que un solo canto se eleve al cielo para entonar junto a los ángeles la paz, la alegría y la justicia. No dejemos pasar este momento favorable y recordemos siempre que alguien espera de nosotros la alegría que viene de Dios y el testimonio de una vida, que como la de María Santísima, nos enseña la paciencia y la humildad.
La tua identità di cristiano
“Vivan siempre alegres, oren sin cesar, den gracias en toda ocasión, pues esto es que Dios quiere de ustedes en Cristo Jesús”.
Iº lectura: Is 61, 1-2.10-11; Salmo: Lc 1; IIº lectura: I Tes 5, 16-24; Evangelio: Jn 1, 6-8.19-28
Alegría, regocijo y gran expectativa nos produce la venida del Señor. El tercer domingo de Adviento, nos muestra de manera especial la espera del nacimiento de Jesús. El profeta Isaías deja ver la imagen fructífera de la alegría que inunda los corazones, del Espíritu de Dios que lleva al elegido a anunciar la Buena Nueva, la salvación y la ayuda a quien necesita de ellas…esto nos lleva a florecer en medio del pueblo, en medio de las adversidades como testigos de justicia y de paz (Iº lectura). Se subraya la oración, la alegría y el hecho de que siempre debemos hacer el bien… (IIº lectura) y con el Evangelio se ratifica el inmenso amor de Jesús para los suyos resaltando la grandeza de Juan el Bautista, el precursor, indicándonos así lo que cada uno de nosotros practicar, reconociendo en el Hijo de Dios al Mesías que viene a salvarnos
Juan el Bautista, el testigo de la luz…
El itinerario del Adviento nos presenta a Juan el Bautista como ejemplo de lo que la liturgia de hoy nos ofrece: regocijo, alegría, fortaleza, fidelidad, justicia, paciencia… Juan es quien anuncia y denuncia, es quien sin miedo habla de Dios como guía de nuestra vida; es aquel que prepara no solo a los de su tiempo, sino también a nosotros en la vida cotidiana para perfeccionar nuestra adhesión a Dios y al mensaje del Evangelio. La actitud de Juan y la liturgia de hoy es lo que permite al fiel cristiano ser testigo de la presencia de Jesús; es lo que hace ver las cosas desde otros puntos de vista, es decir, nos muestra la verdadera vía para encontrar la felicidad. Juan predica en el desierto y justo allí florecen las esperanzas, es en el desierto donde germina el deseo de encontrar a Dios y seguir sus pasos. ¡Cuánto desierto encontramos en nuestra vida! ¡Cuántos momentos de tristeza, de dolor, de angustia! ¡Cuánta impotencia ante la injusticia que reina en ciertas situaciones que parecen no tener vía de salida! Ante todo esto se asoma una luz que nos ilumina desde lo más profundo de nuestro ser: la llegada de Jesús. Ante la duda de muchos y el asombro de otros, ¡Él es quien debe venir!, Él es quien nos salva, quien nos ilumina, quien nos da la fuerza para cultivar aún más el regocijo de su venida, la alegría de su presencia y la fidelidad a su mensaje. La presencia de Jesús, reflejada en el pesebre, en cantos y en celebraciones, se hace vida, se hace realidad perenne si nuestro corazón se dispone a abrir sus puertas y aceptarlo sin condiciones. Juan el Bautista nos da muchas enseñanzas y entre ellas nos recuerda que debemos tener valentía para ayudar a preparar la vía del Señor y sencillez para que quien escucha pueda entender que Dios es vida, alegría y armonía. Quien está lejos de la palabra del Señor, quien no vive en Dios sino que usa y abusa de la vida misma en desprestigio del hombre, se acerca más a la experiencia del mal y por ende, al pecado. Juan es el mayor entre los nacidos de mujer, es quien nos estimula y nos da ánimo para ser testigos en espíritu y verdad de lo que nos anuncia el Evangelio.
María nos enseña y ayuda a esperar…
En pocos días celebraremos el nacimiento de Jesús. En los pesebres colocaremos su imagen, muchos le dejarán sus carticas y los tradicionales villancicos hacen que un solo canto se eleve al cielo para entonar junto a los ángeles la paz, la alegría y la justicia. No dejemos pasar este momento favorable y recordemos siempre que alguien espera de nosotros la alegría que viene de Dios y el testimonio de una vida, que como la de María Santísima, nos enseña la paciencia y la humildad.
La tua identità di cristiano
1. Giovanni Battista conosce la propria identità.
a) Inizia il suo dialogo con gli ebrei dicendo "chi egli non è": non è Cristo, né Elia, né un profeta.
b) Conclude affermando chi egli è: "La voce che grida nel deserto".
c) Il Battista ha scoperto la sua stessa identità nel modo più profondo. Egli ha riconosciuto se stesso e la propria missione nella Sacra Scrittura.
a) Inizia il suo dialogo con gli ebrei dicendo "chi egli non è": non è Cristo, né Elia, né un profeta.
b) Conclude affermando chi egli è: "La voce che grida nel deserto".
c) Il Battista ha scoperto la sua stessa identità nel modo più profondo. Egli ha riconosciuto se stesso e la propria missione nella Sacra Scrittura.
2. Noi dobbiamo scoprire chi siamo.
a) Chi sono io? Quali sono i miei gusti, i miei desideri, le mie paure e speranze? Devo cercare la conoscenza sincera ed esaustiva di me stesso.
b) Devo riconoscere anche me stesso nella Sacra Scrittura. Anch'io ho una missione nella mia vita cristiana.
c) Di conseguenza, devo vivere coerentemente la mia vita cristiana. Devo evitare di lasciarmi
guidare dai criteri edonisti che mi offre questo mondo.
3. María ci guida verso la verità
Accogliamo con disponibilità l’amore che ci offre María Santíssima. Ella è madre dell’amore, madre della pace, madre della verità. Ella ci fa camminare tra i deserti della vita per insegnare agli altri con umiltà che possiamo vivere la venuta del Signore in mezzo al suo popolo. Così sia.
P. José Lucio León Duque
a) Chi sono io? Quali sono i miei gusti, i miei desideri, le mie paure e speranze? Devo cercare la conoscenza sincera ed esaustiva di me stesso.
b) Devo riconoscere anche me stesso nella Sacra Scrittura. Anch'io ho una missione nella mia vita cristiana.
c) Di conseguenza, devo vivere coerentemente la mia vita cristiana. Devo evitare di lasciarmi
guidare dai criteri edonisti che mi offre questo mondo.
3. María ci guida verso la verità
Accogliamo con disponibilità l’amore che ci offre María Santíssima. Ella è madre dell’amore, madre della pace, madre della verità. Ella ci fa camminare tra i deserti della vita per insegnare agli altri con umiltà che possiamo vivere la venuta del Signore in mezzo al suo popolo. Così sia.
P. José Lucio León Duque