¡LA
GRANDEZA DE LA FE!
“Señor,
también los perritos se comen las migajas que caen de la mesa de sus amos”
I° lectura: Is
56,1.6-7; Salmo: 66; II° lectura: Rom
11,13-15.29-32; Evangelio: Mt 15, 21-28
Hay dos temas importantes en el itinerario de la palabra de Dios para
hoy: la fe y la misericordia. Ellas nos han
acompañado a través de los domingos y de una u otra forma, son pilares
fundamentales para obtener la mirada amorosa de Dios.
Cumplir la
voluntad del Padre es
adentrarse a vivir no en base a conceptos, sino a verdaderas experiencias de
vida cristiana, donde más allá de ideologías inertes, tenemos el deber de
promover la justicia, el derecho, la fidelidad, la igualdad, haciendo vida todo
esto, en la vida cotidiana y en el lugar predilecto para ello: el altar de
Dios (Iº lectura). Este es un indicador propicio para darnos
cuenta que todos estamos llamados a buscar a Dios (Salmo) y
así poder alcanzar su misericordia, sea cual fuere nuestra condición, raza o
cultura (IIº lectura).
“SEÑOR, HIJO DE DAVID, ¡TEN COMPASIÓN DE MI!”
La petición de la mujer que se dirige a Jesús en busca de misericordia y
paz, nos debe llevar a pensar en varias cosas. En primer
lugar, debemos
saber pedir, y pedir con insistencia y humildad. La arrogancia y la falsa humildad
que muchas veces se da en algunos cristianos, hace que la petición se
desvanezca, se pierda. Es importante, por tanto, fundamentar lo que se pide en
la oración y hacerlo con fe, tal como nos lo enseña la mujer del evangelio que,
a pesar de la respuesta de Jesús, no pierde su ánimo ni el objetivo de la
petición. En segundo lugar, debemos velar, cuidar con esmero lo que tenemos, los dones que
Dios nos ha dado, las personas que nos ha encomendado, dando lo mejor de sí sin
esperar recompensas humanas. En tercer lugar, aceptar
la voluntad de Dios como un don precioso y no como resignación. Esto conlleva a
vivir nuestra condición de discípulos y cristianos que somos. Saber pedir con
insistencia y humildad nos lleva a sentir en nuestros corazones la misericordia
y el amor que Dios tiene preparados para todos y cada uno de nosotros.
Reflexionemos: ¿estamos dispuestos a pedir con humildad?
¿Aceptamos la voluntad de Dios como un don? Miremos a nuestro alrededor y allí
encontraremos el campo de servicio en el cual podremos llevar como fieles
discípulos el mensaje de Jesús; un mensaje de fe, esperanza y caridad; un
mensaje de justicia y de paz; un mensaje que no alivia por un momento, sino que
llena para siempre el corazón de cada hombre y cada mujer que pide con
sencillez.
MARÍA, MAESTRA DE FE
De la mano
con María, nuestra madre de la Consolación, podemos caminar seguros y con humildad para
recoger aquellas migajas que se convierten en gozo y gracias abundantes. El
Espíritu Santo nos ilumine y haga de todos y cada uno de nosotros fieles
discípulos que sienten en su corazón la misericordia y la paz como un regalo
amoroso de Dios, para poder anunciar que estamos más unidos que nunca. Así
sea.
José Lucio León Duque
joselucio70@gmail.com