Los pasos de Jesús
“Maestro, ¿cuál es el mandamiento principal de la Ley?”
I° lectura: Éx 22, 20-26; Salmo: 17; II° lectura: ITes 1, 5c-10; Evangelio: Mateo 22,34-40
En el itinerario de nuestra vida cristiana, los pasos de Jesús se presentan como el camino del cual no nos debemos desviar. La liturgia hodierna es reflejo del ejemplo que Dios nos muestra, no solo para hoy, sino para toda la vida. Su Santidad, el papa Benedicto XVI, con motivo de la Jornada Mundial de las Misiones 2008, nos recuerda que “…es, pues, un deber urgente para todos anunciar a Cristo y su mensaje salvífico. "¡Ay de mí -afirmaba san Pablo- si no predicara el Evangelio! (1 Co 9, 16).”. Es una llamada que se nos hace, para seguir los pasos de Jesús, sus huellas, sus palabras, su vida. Las palabras del maestro, van seguidas de su ejemplo, de su misericordia, de su amor y de la paz de la que nos podemos llenar plenamente. La enseñanza del maestro es veraz y concreta: “Amarás al Señor, tu Dios… y a tu prójimo como a ti mismo”.
Amar es el objetivo del cristiano…
En el camino que nos presenta el maestro del amor, tenemos un detalle importante: Él nos invita a amar a Dios y al prójimo. La primera invitación es total y plena, es un llamado a ver en la mirada de Dios, todo lo que necesita el hombre. Amar a Dios, un mandamiento no una obligación; una llamada, no una imposición; una vía a seguir, no un camino de esclavitud…Cuando el hombre ama a Dios, encuentra en su alma la capacidad de corresponder a aquel que nos ha amado hasta el extremo. En Dios conseguimos la esperanza y confianza ante las dificultades y la fortaleza para poder ayudar al prójimo sin ninguna duda. La invitación de amar al prójimo se basa en la primera, no podemos por nada ni por nadie amar a alguien si ese amor no viene de Dios. En el prójimo, aunque muchas veces nos cueste aceptarlo o vivirlo, está presente la imagen de Dios. Si miramos a nuestro alrededor, la invitación que se nos hace es para aplicarla en la vida cotidiana, sin temor ni con engaños, sino con la palabra que el Evangelio de la verdad nos enseña como discípulos de Jesús que somos. Amar a Dios y al prójimo, nos da la autoridad para enseñarle al mundo, al hombre y a la mujer de hoy, que debemos salir de la oscuridad, de las misteriosas actitudes de quienes usan la religión como escape; de aquellos que, como los fariseos, buscaban en su momento hacer caer a Jesús en algo. Debemos actuar con fortaleza, decisión y convicción. La misión a la que debemos acudir con urgencia y prontitud, está dirigida a los pobres y excluidos, a aquellos que no tienen esperanza, a los que por diversos motivos se sienten abandonados por Dios, a los que viven en dificultad y pierden la esperanza. Si estamos dispuestos a seguir los pasos de Jesús, estaremos dispuestos a vivir el Evangelio con seriedad, no solo de los labios hacia fuera, sino de corazón, como debe ser y como a Dios le agrada. El Santo Padre Benedicto XVI, en la Carta Encíclica, Deus Caristas est, en el número 18 nos dice: “…se ve que es posible el amor al prójimo en el sentido enunciado por la Biblia, por Jesús. Consiste justamente en que, en Dios y con Dios, amo también a la persona que no me agrada o ni siquiera conozco. Esto sólo puede llevarse a cabo a partir del encuentro íntimo con Dios, un encuentro que se ha convertido en comunión de voluntad, llegando a implicar el sentimiento. Entonces aprendo a mirar a esta otra persona no ya sólo con mis ojos y sentimientos, sino desde la perspectiva de Jesucristo”. El amor que nos enseña Jesús es el camino que debemos seguir para lograr la felicidad. No seamos de los que ponemos pruebas a Jesús; no seamos como los hijos de las tinieblas sino como los hijos de la luz. La invitación es clara: vivamos el amor, seamos fieles propagadores de ello para poder dar testimonio del significado de ese amor al prójimo…
Con María Santísima, madre del amor
En el Magnificat, María Santísima nos enseña a proclamar la grandeza de Dios y de su amor. En ella se cumple la Palabra de Dios y a través de ella podemos hacer vida lo que su Hijo nos enseña. Ella, madre del amor, nos muestra el camino a seguir y cómo un verdadero cristiano debe ser testigo del amor de Dios en medio del mundo y de la vida cotidiana.
L’amore è pienezza in Dio. Ci si dice che dobbiamo amare Dio per amare il prossimo. Ogni giorno abbiamo la possibilità di essere veri testimoni della verità e dell’amore manifestati essi nei cuori di tutti. Amare Dio e amare il prossimo è avvicinarsi alle necessità del mondo, ai bisognosi, a quelli che sentono il bisogno di riempire la vita con la Parola del Signore così come dell’aiuto che solo i veri fedeli possono dare. Maria Santísima ci guidi e ci faccia partecipi dell’amore di Dio e del suo Figlio…Dio ci benedica ora e sempre.
P. José Lucio León Duque
“Maestro, ¿cuál es el mandamiento principal de la Ley?”
I° lectura: Éx 22, 20-26; Salmo: 17; II° lectura: ITes 1, 5c-10; Evangelio: Mateo 22,34-40
En el itinerario de nuestra vida cristiana, los pasos de Jesús se presentan como el camino del cual no nos debemos desviar. La liturgia hodierna es reflejo del ejemplo que Dios nos muestra, no solo para hoy, sino para toda la vida. Su Santidad, el papa Benedicto XVI, con motivo de la Jornada Mundial de las Misiones 2008, nos recuerda que “…es, pues, un deber urgente para todos anunciar a Cristo y su mensaje salvífico. "¡Ay de mí -afirmaba san Pablo- si no predicara el Evangelio! (1 Co 9, 16).”. Es una llamada que se nos hace, para seguir los pasos de Jesús, sus huellas, sus palabras, su vida. Las palabras del maestro, van seguidas de su ejemplo, de su misericordia, de su amor y de la paz de la que nos podemos llenar plenamente. La enseñanza del maestro es veraz y concreta: “Amarás al Señor, tu Dios… y a tu prójimo como a ti mismo”.
Amar es el objetivo del cristiano…
En el camino que nos presenta el maestro del amor, tenemos un detalle importante: Él nos invita a amar a Dios y al prójimo. La primera invitación es total y plena, es un llamado a ver en la mirada de Dios, todo lo que necesita el hombre. Amar a Dios, un mandamiento no una obligación; una llamada, no una imposición; una vía a seguir, no un camino de esclavitud…Cuando el hombre ama a Dios, encuentra en su alma la capacidad de corresponder a aquel que nos ha amado hasta el extremo. En Dios conseguimos la esperanza y confianza ante las dificultades y la fortaleza para poder ayudar al prójimo sin ninguna duda. La invitación de amar al prójimo se basa en la primera, no podemos por nada ni por nadie amar a alguien si ese amor no viene de Dios. En el prójimo, aunque muchas veces nos cueste aceptarlo o vivirlo, está presente la imagen de Dios. Si miramos a nuestro alrededor, la invitación que se nos hace es para aplicarla en la vida cotidiana, sin temor ni con engaños, sino con la palabra que el Evangelio de la verdad nos enseña como discípulos de Jesús que somos. Amar a Dios y al prójimo, nos da la autoridad para enseñarle al mundo, al hombre y a la mujer de hoy, que debemos salir de la oscuridad, de las misteriosas actitudes de quienes usan la religión como escape; de aquellos que, como los fariseos, buscaban en su momento hacer caer a Jesús en algo. Debemos actuar con fortaleza, decisión y convicción. La misión a la que debemos acudir con urgencia y prontitud, está dirigida a los pobres y excluidos, a aquellos que no tienen esperanza, a los que por diversos motivos se sienten abandonados por Dios, a los que viven en dificultad y pierden la esperanza. Si estamos dispuestos a seguir los pasos de Jesús, estaremos dispuestos a vivir el Evangelio con seriedad, no solo de los labios hacia fuera, sino de corazón, como debe ser y como a Dios le agrada. El Santo Padre Benedicto XVI, en la Carta Encíclica, Deus Caristas est, en el número 18 nos dice: “…se ve que es posible el amor al prójimo en el sentido enunciado por la Biblia, por Jesús. Consiste justamente en que, en Dios y con Dios, amo también a la persona que no me agrada o ni siquiera conozco. Esto sólo puede llevarse a cabo a partir del encuentro íntimo con Dios, un encuentro que se ha convertido en comunión de voluntad, llegando a implicar el sentimiento. Entonces aprendo a mirar a esta otra persona no ya sólo con mis ojos y sentimientos, sino desde la perspectiva de Jesucristo”. El amor que nos enseña Jesús es el camino que debemos seguir para lograr la felicidad. No seamos de los que ponemos pruebas a Jesús; no seamos como los hijos de las tinieblas sino como los hijos de la luz. La invitación es clara: vivamos el amor, seamos fieles propagadores de ello para poder dar testimonio del significado de ese amor al prójimo…
Con María Santísima, madre del amor
En el Magnificat, María Santísima nos enseña a proclamar la grandeza de Dios y de su amor. En ella se cumple la Palabra de Dios y a través de ella podemos hacer vida lo que su Hijo nos enseña. Ella, madre del amor, nos muestra el camino a seguir y cómo un verdadero cristiano debe ser testigo del amor de Dios en medio del mundo y de la vida cotidiana.
L’amore è pienezza in Dio. Ci si dice che dobbiamo amare Dio per amare il prossimo. Ogni giorno abbiamo la possibilità di essere veri testimoni della verità e dell’amore manifestati essi nei cuori di tutti. Amare Dio e amare il prossimo è avvicinarsi alle necessità del mondo, ai bisognosi, a quelli che sentono il bisogno di riempire la vita con la Parola del Signore così come dell’aiuto che solo i veri fedeli possono dare. Maria Santísima ci guidi e ci faccia partecipi dell’amore di Dio e del suo Figlio…Dio ci benedica ora e sempre.
P. José Lucio León Duque