José Lucio León Duque

José Lucio León Duque
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sábado, 31 de marzo de 2012

Domingo de Ramos, 1 de abril de 2012


¡Bendito, siempre bendito!

“Hosanna al Hijo de David, bendito el que viene en el nombre del Señor, hosanna en las alturas…”


Iº lectura: Is 50, 4-7; Salmo: 21; II’ lectura: Fil 2, 6-11; Evangelio: Mc 14, 1-15,47

El compromiso cuaresmal y el camino de conversión encuentran en este domingo una etapa decisiva. Litúrgicamente revivimos el recibimiento de Jesús, su entrada en Jerusalén: “¡Bendito el que viene en el nombre del Señor!”. La oración en este día nos sitúa en el clima del triduo pascual, se nos invita a tener presente la gran enseñanza de la pasión, para participar en la gloria de la resurrección. La figura misteriosa del “siervo del Señor” en la primera lectura, nos lleva a reflexionar sobre la dinámica de la escucha y de la palabra. El himno de la segunda lectura nos acerca a los sentimientos de Jesús. Él es para nosotros una síntesis maravillosa de la conformación del creyente a Cristo. El Evangelio de la pasión muestra en Jesús el cumplimiento del proyecto salvífico de Dios: su muerte es testimonio de fidelidad al Dios de la vida. Él no dejará vacía la esperanza puesta en Él.


Jesús, siervo sufriente

El maestro fue proclamado “Cristo” por Pedro en Cesarea de Filipo (Mc 8,29); es reconocido “Hijo de Dios” por un pagano; un centurión bajo la cruz dijo: “Verdaderamente este hombre era Hijo de Dios” (Mc 15,39). También Jesús, frente al Sumo Sacerdote, respondiendo a la pregunta si era Hijo de Dios, el hijo del Dios bendito, Jesús responde: “Yo lo soy. Y verán al Hijo de Dios…” (Mc 14, 61-62). En el Bautismo (Mc 1,11) al inicio del Evangelio de Marco y en el corazón de la transfiguración (Mc 9,7), la voz del cielo, el Padre, indica en Jesús de Nazaret el “su Hijo amado..:”; en Getsemaní será Jesús mismo quien llamará a Dios papá, “Abbá” (Mc 14,36). Junto a esta evidente y clara identidad filial de Jesús de Nazaret a través de estos títulos que recibe y que le son propios, encontramos un Jesús que conduce un camino que lo llevará a la soledad. De estar con tanta gente, pasando por la compañía de Pedro, Santiago y Juan y llegando a Getsemaní, se ve el camino directo que nos lleva a concentrarnos en la obra misma de Jesús: su obra, su significado, su vida en el corazón de todos y cada uno de nosotros. El texto de Isaías en la primera lectura, presenta la figura del siervo de Yahvé, aquel que escucha la palabra de Dios para encontrar en Él confianza y consuelo. La misión del siervo, así como la de Jesús, comporta persecución, tortura, muerte. Su fuerza estará en su adhesión total a la voluntad de Dios y en la certeza que no lo dejará en la muerte. Este día es día de fiesta, de esperanza…Jesús asume su condición de Hijo de Dios y en esos momentos significativos en los que se declara esa relación de filiación, es que el cristiano siente la necesidad de identificarse cada vez más a Cristo y, por ende, a la predicación y vivencia del Evangelio de la verdad en medio del pueblo.


María, junto a Jesús, junto a nosotros

Nuestra Madre del Cielo está siempre a nuestro lado. Ella es quien nos guía por las sendas del amor y de la paz. Seremos fieles testigos del Evangelio de Jesús, en la medida en que nos dejemos guiar por la amorosa protección de nuestra Madre. Dejémonos guiar por ella y propaguemos en todas partes, la alegría de vivir junto a Jesús, llevándola a todos aquellos que lo necesiten. Así sea.

P. José Lucio León Duque

joselucio70@gmail.com

domingo, 25 de marzo de 2012

Vº Domingo de Cuaresma, 25 de marzo de 2012


La glorificación del Hijo del hombre

"Les aseguro que si el grano de trigo no cae en tierra y muere, queda infecundo; pero si muere, da mucho fruto. El que se ama a sí mismo se pierde, y el que se aborrece a sí mismo en este mundo se guardará para la vida eterna"

Iº lectura: Jer 31, 31-34; Salmo: 50; IIº lectura: Heb 5, 7-9; Evangelio: Jn 12, 20-33

En el camino interior que la liturgia nos invita a recorrer, tenemos la necesidad de que Dios nos dé su mano. Hoy pedimos a Dios que venga en nuestra ayuda para vivir en la caridad que impulsó a Jesús a dar su vida por nosotros. En la primera lectura, Jeremías anuncia la nueva alianza que Dios hará con su pueblo, una nueva unión interior que llama el corazón del hombre. Nuestro camino espiritual se traza en la persona de Cristo, Él aprendió a obedecer y ser fiel al Padre. A mirar y vivir este camino interior de obediencia y felicidad es que estamos invitados en el Evangelio, ello nos ayudará a vivir concretamente la nueva alianza pre-establecida por Dios.

Jesús nos atrae hacia Él

Son varios los personajes así como las interpretaciones que podemos observar en la liturgia de la Palabra de este domingo. Concretamente en el Evangelio, vemos la figura de los discípulos que precedentemente eran llamados por Jesús, ahora es a ellos a quien se dirigen a preguntar por El: “queremos ver a Jesús”. Observamos en esto una línea de contagio en el anuncio; la condición es la de seguir a Jesús, un ver teológico en el cual no son suficientes los ojos del rostro, es necesario para ello la mirada de la fe. Quien es auténtico discípulo estará en grado de ver como ve Jesús, es decir, interpretar los signos y acoger la presencia de Dios que viene a nuestros corazones. Jesús nos atrae hacia Él para crear en nosotros un corazón puro, un espíritu firme, un corazón que sea capaz de encontrarse con Él y mantener la comunicación permanente con el Padre. El camino interior que debemos recorrer, se concreta entonces en seguir la cruz de Cristo, en el instante en el cual sea elevado sobre la tierra atrayendo a todos hacia Él. El discípulo que desea ver a Jesús, entrará en su misma vida solo si, cargando con su propia cruz, sigue con amor el ejemplo de Cristo. Esta enseñanza debe ser transmisión de vida, de esperanza y de resurrección, ya que tenemos los instrumentos necesarios para obtener la salvación y la vida eterna. Cotidianamente tenemos la oportunidad de adquirir ojos capaces de ver y comprender más allá de la apariencia, por encima de la superficialidad y sin perder la esperanza también en los momentos de la pasión, humillación y muerte, convencidos de la presencia de Jesús que nos dice: “donde esté yo, allí también estará mi servidor; a quien me sirva, el Padre lo premiará”.

María, madre de misericordia

El camino de la cuaresma se identifica entre otras cosas, con la presencia de María en él. Su corazón maternal nos guía y nos lleva de la mano a Jesús, haciendo de nuestro itinerario, un momento favorable donde prevalece la misericordia, la oración, el ayuno, la esperanza…Así sea.

P. José Lucio León Duque

joselucio70@gmail.com

IIIº Domingo de Cuaresma, 7 de marzo de 2021

LA CASA DE DIOS ES NUESTRA CASA “Los mandatos del Señor son rectos y alegran el corazón; la norma del Señor es límpida y da luz a los ojos.”...