José Lucio León Duque

José Lucio León Duque
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sábado, 4 de abril de 2015

Domingo de Resurrección, 5 de abril de 2015

JESÚS: PAZ Y GOZO DE NUESTRA VIDA
“Pongan todo el corazón en los bienes del cielo, no en los de la tierra, porque han muerto y su vida está escondida con Cristo en Dios.” (Col 3, 2-3)

I° lectura: Hch 10, 34.37-43, Salmo: 117, II° lectura: Col 3,1-4; Evangelio: Jn 20,1-9

El Domingo de Ramos aclamábamos la entrada de Jesús a Jerusalén y, con ello, a nuestras vidas. Era la aclamación de un pueblo que admiraba al Maestro, al profeta, al Hijo de David…hoy se presenta Jesús en la plenitud de su presencia. El itinerario que hemos recorrido nos ha traído a este día, al día de la resurrección, día de amor y de paz. Jesús nos da testimonio de vida y de amor, ya que “pasó haciendo el bien” y nos enseña a estar unidos a Dios y ser testigos de su obra. Es por ello que se estamos llamados a darle gracias por su amor y su misericordia, porque es bueno con cada uno de nosotros; solo así podremos buscar “los bienes de arriba”, los de allá donde está Cristo y a lo que debemos aspirar.

“ETERNA ES SU MISERICORDIA”

El Día de la Resurrección es un día de fiesta, de alegría y no de una alegría pasajera, es la alegría de los hijos de Dios que sentimos la presencia de Jesús resucitado, vivo en medio de nosotros todos los días, a cada momento. El Día de la Resurrección es una puerta que se abre a la esperanza, al deseo de vivir como verdaderos hijos de Dios. El gozo que proporciona ver y sentir a Jesús vivo, es un gozo que no acaba.

Ese gozo nos regala algunos elementos fundamentales: en primer lugar, la resurrección no hace olvidar la pasión, sino que, junto a ella, forma el camino que nos lleva a la salvación; es vivir el sufrimiento de la pasión y el gozo de la resurrección, única vía que nos conduce a Dios. En segundo lugar, la resurrección comporta dejar de lado el miedo y dar vía libre al anuncio del Evangelio, sin temores, sin exclusión, sin discriminación, ya que el Evangelio es vida, es unión, es luz, es esperanza. En tercer lugar, la resurrección es el camino que todos los cristianos debemos conocer y recorrer. Jesús, Dios y Hombre Verdadero, Siervo Sufriente, Maestro victorioso, Hermano y Compañero de viaje en la vida de todos, nos da testimonio de cómo caminar en su presencia y cómo llevar su amor a todos.

En este día celebramos el triunfo de la vida sobre la muerte, es el triunfo de Jesús, nuestro Maestro y Señor, sobre la maldad y el pecado. Hoy podemos llevar una bandera en alto: la bandera de la paz, de la luz, de la vida; hoy es tiempo de llevar la esperanza a tantos que viven sumergidos en la muerte, en la destrucción, en el mal, alejados de Dios. Hoy es tiempo de proclamar que Jesús está vivo, que su mensaje es actual, su misericordia infinita y su presencia real; seamos testigos de su amor y no nos dejemos amedrentar por ideologías vanas ni por quienes no desean vivir el mensaje del Evangelio.

MARÍA SANTÍSIMA, MADRE DEL RESUCITADO

En este día el ejemplo de María es claro y preciso: debemos tener esperanza y confianza en Jesús. Ella siempre vivió en la paciencia ante el dolor, en el silencio ante los gritos de las multitudes y las injurias, en el amor ante todos aquellos que hemos sido confiados a su maternal protección. Ser testigos de la resurrección implica caminar junto a María y unirse a la misión a la que todos estamos llamados a realizar y a vivir como discípulos y misioneros. Así sea.

¡Felices Pascuas de Resurrección! Dios les bendiga a todos.

José Lucio León Duque

Joselucio70@gmail.com

jueves, 2 de abril de 2015

Viernes Santo, 3 de abril de 2015

“ESTÁ CUMPLIDO”
“Mantengamos la confesión de la fe, ya que tenemos un sumo sacerdote grande, que ha atravesado el cielo, Jesús, Hijo de Dios.” (Hb 4,14)

I° lectura: Is 52,13-53,12, Salmo: 30; II° lectura: Hb 4,14-16; 5,7-9,
Evangelio: Pasión de nuestro Señor Jesucristo según San Juan 18, 1-19, 42

En la cruz encontramos el rostro desfigurado de un hombre y el corazón de Dios lleno de amor para dárselo a todos. Hoy se nos presenta la figura del siervo de Yahvéh y con ello, la posibilidad de unirnos al sufrimiento que conlleva a la salvación. El dolor del siervo es el dolor del mundo, el dolor de quien sufre, que nos mueve el corazón y nos hace acercarnos más a Dios, a acogernos en su amor y a no sentirnos nunca defraudados. Con esto tenemos que del dolor y del sufrimiento se nos abre un camino de salvación y ello se obtiene con la obediencia a ejemplo de Jesús, nuestro Maestro.

AMAR LA CRUZ

El episodio de la muerte de Jesús es el mismo de ayer y de hoy, de cada día, de cada momento. Es la situación de muerte que se presenta en la vida de tantos hombres y mujeres que están sufriendo y padeciendo la muerte en el mundo. El camino de la cruz es el camino del pobre, del indigente, del que está sin esperanza, es el itinerario de las familias destruidas, de los niños abandonados, del joven sin destino; es la vía de aquellos que, teniendo bienes materiales en abundancia, dejan de mirar a su alrededor y al prójimo que tiene necesidad.

Es la soberbia de quien, no teniendo, no se deja ayudar y prefiere acciones alejadas de la voluntad de Dios. La cruz la llevamos todos, no se estaciona, no se deja de lado para tomarla de nuevo cuando convenga. La cruz de Jesús es nuestra cruz, es el gesto de amor que, aunque nos cueste, nos impulsa a ser mejores cristianos y, por ende, a comportarnos como verdaderos discípulos del Maestro.

La muerte de Jesús en la cruz nos lleva a descubrir que su amor por todos y cada uno de nosotros es inmenso, es infinitamente misericordioso; es descubrir que en su muerte se redimen nuestros pecados, se reflejan las “muertes” que se están latentes en la vida cotidiana, que dejan entrever las limitaciones y las debilidades del hombre y que Jesús ha tomado sobre sus hombros, sobre su vida. Su muerte nos da la fuerza para vivir en Dios y morir al pecado.

“AHÍ TIENES A TU MADRE…” (Jn 19,27)

Tal como Juan, debemos recibir en nuestro corazón a María. Al pie de la cruz tenemos la enseñanza de la paciencia, del amor y la entrega. Al pie de la cruz se nos da la oportunidad de mirar al cielo y clamar misericordia para todos. María Santísima nos da ejemplo de cómo ver a Jesús, nos enseña a tener paciencia y esperar, aunque con dolor por la muerte de su Hijo, la salvación que nos viene de Él. En este día de la muerte de Jesús, coloquemos en las manos de Dios las almas de todos aquellos que han dejado este mundo, pidiendo por el eterno descanso de nuestros difuntos. Así sea.
José Lucio León Duque

joselucio70@gmail.com

martes, 31 de marzo de 2015

Jueves Santo, 2 de abril de 2015

“EN CONMEMORACIÓN MÍA”
“Les he dado ejemplo para que lo que yo he hecho con ustedes, ustedes también lo hagan.” (Jn 13,15)

I° lectura: Ex 12,1-8.11-14, Salmo: 115, II° lectura: 1Cor 11,23-26, Evangelio: Jn 13,1-15

El Jueves Santo es un día especial, porque junto a la institución de la Eucaristía y el Sacerdocio, se presenta el hecho mismo que nos lleva a todos a agradecer a Dios ser testigos del Evangelio y propagadores, de la unión a Dios y la paz para todos. La mesa que Jesús junto a sus discípulos prepara en este día, es para todos, en la cual participamos, desde siempre, en la celebración de la Pascua. En este día se nos invita a participar del amor de Dios en modo excepcional: tenemos el deber de agradecer al Señor todo lo que ha hecho por nosotros y de estar junto a él, viviendo el memorial de su pasión, por siempre y para siempre.

“¿COMPRENDEN LO QUE HE HECHO CON USTEDES?”

No es de extrañar la actitud de Jesús con los discípulos. Es un gesto que muestra la entrega y el amor por cada uno de sus hermanos, de sus amigos; es lo que ha hecho en su vida pública y privada. Los discípulos no son siervos, son amigos del Maestro y Él, fiel a su misión, da ejemplo sublime de fidelidad y amistad para con los suyos.

El Jueves Santo nos enseña que estamos llamados a seguir el ejemplo de Jesús, Maestro del amor, quien nos demuestra con el lavatorio del los pies y la institución de la Eucaristía y del Sacerdocio, el camino que cada cristiano tiene preparado para su vida. Fijémonos en el detalle extraordinario del milagro eucarístico con especies tan sencillas y pequeñas respecto a la grandeza de Dios. El pan ázimo y el vino se presentan como elementos fundamentales en una cena entre amigos, un encuentro que recuerda la pascua y con el cual se conmemorará la presencia real de Jesús en medio de su pueblo.

Cada vez que celebramos la Eucaristía vivimos cada momento de ese encuentro de Jesús con sus discípulos en aquella noche de la última cena. Hoy también estamos invitados a compartir el pan y el vino de la caridad con los demás, es decir, cada acto de amor que tengamos hacia los demás, se convierte en caridad y en misericordia. Miremos a nuestro alrededor y seamos prójimo con el prójimo, seamos conscientes de las necesidades que nos rodean y de las situaciones que se presentan cada día y a cada instante. Compartamos, no solo en este día sino siempre, la cena que nos invita a comprender que Jesús lo que hace, lo hace por amor total, entrega plena y conciencia de su misión con nosotros y junto a nosotros.

MARÍA, GUÍA DEL AMOR

En estos días la presencia de María es fundamental, ya que nos lleva a Jesús y nos acompaña en su pasión, muerte y resurrección. Ella nos lleva de la mano y nos enseña cómo se vive el dolor que lleva al gozo; nos acompaña para no sentirnos solos y poder experimentar que el gesto de amor del Maestro es el camino que debemos seguir.

Estar junto a Jesús en estos días nos ayudará a comprender que su amor está por encima de otras cosas y, es por ello que, les invito a participar activamente en las ceremonias que se realizarán en todas las comunidades parroquiales. Jesús nos espera, unámonos a Él como discípulos y misioneros en esta Nueva Evangelización.
Así sea.
José Lucio León Duque

joselucio70@gmail.com

IIIº Domingo de Cuaresma, 7 de marzo de 2021

LA CASA DE DIOS ES NUESTRA CASA “Los mandatos del Señor son rectos y alegran el corazón; la norma del Señor es límpida y da luz a los ojos.”...