“Pongan todo el corazón en los
bienes del cielo, no en los de la tierra, porque han muerto y su vida está
escondida con Cristo en Dios.” (Col 3, 2-3)
I° lectura: Hch 10, 34.37-43, Salmo:
117, II° lectura: Col 3,1-4; Evangelio: Jn 20,1-9
El Domingo de Ramos aclamábamos
la entrada de Jesús a Jerusalén y, con ello, a nuestras vidas. Era la
aclamación de un pueblo que admiraba al Maestro, al profeta, al Hijo de
David…hoy se presenta Jesús en la plenitud de su presencia. El itinerario que
hemos recorrido nos ha traído a este día, al día de la resurrección, día de
amor y de paz. Jesús nos da testimonio de vida y de amor, ya que “pasó
haciendo el bien” y nos enseña a estar unidos a Dios y ser testigos de su
obra. Es por ello que se estamos llamados a darle gracias por su amor y su
misericordia, porque es bueno con cada uno de nosotros; solo así podremos
buscar “los bienes de arriba”, los de allá donde está Cristo y a lo que
debemos aspirar.
“ETERNA ES SU MISERICORDIA”
El Día de la Resurrección es
un día de fiesta, de alegría y no de una alegría pasajera, es la alegría de los
hijos de Dios que sentimos la presencia de Jesús resucitado, vivo en medio de
nosotros todos los días, a cada momento. El Día de la Resurrección
es una puerta que se abre a la esperanza, al deseo de vivir como verdaderos
hijos de Dios. El gozo que proporciona ver y sentir a Jesús vivo, es un
gozo que no acaba.
Ese gozo nos regala algunos
elementos fundamentales: en primer lugar, la resurrección no hace
olvidar la pasión, sino que, junto a ella, forma el camino que nos lleva a la
salvación; es vivir el sufrimiento de la pasión y el gozo de la resurrección,
única vía que nos conduce a Dios. En segundo lugar, la resurrección
comporta dejar de lado el miedo y dar vía libre al anuncio del Evangelio, sin
temores, sin exclusión, sin discriminación, ya que el Evangelio es vida, es
unión, es luz, es esperanza. En tercer lugar, la resurrección es el
camino que todos los cristianos debemos conocer y recorrer. Jesús, Dios y Hombre
Verdadero, Siervo Sufriente, Maestro victorioso, Hermano y Compañero de viaje
en la vida de todos, nos da testimonio de cómo caminar en su presencia y cómo
llevar su amor a todos.
En este día celebramos el
triunfo de la vida sobre la muerte, es el triunfo de Jesús, nuestro Maestro y
Señor, sobre la maldad y el pecado. Hoy podemos llevar una bandera en alto: la
bandera de la paz, de la luz, de la vida; hoy es tiempo de llevar la esperanza
a tantos que viven sumergidos en la muerte, en la destrucción, en el mal,
alejados de Dios. Hoy es tiempo de proclamar que Jesús está vivo, que su
mensaje es actual, su misericordia infinita y su presencia real; seamos
testigos de su amor y no nos dejemos amedrentar por ideologías vanas ni por
quienes no desean vivir el mensaje del Evangelio.
MARÍA
SANTÍSIMA, MADRE DEL RESUCITADO
En este día el ejemplo de María es claro y preciso: debemos tener
esperanza y confianza en Jesús. Ella siempre vivió en la
paciencia ante el dolor, en el silencio ante los gritos de las multitudes y las
injurias, en el amor ante todos aquellos que hemos sido confiados a su maternal
protección. Ser testigos de la resurrección implica caminar junto a María y
unirse a la misión a la que todos estamos llamados a realizar y a vivir como
discípulos y misioneros. Así sea.
¡Felices Pascuas de Resurrección! Dios les bendiga a todos.
José Lucio León Duque
Joselucio70@gmail.com