“¡ÁBRETE!”
“Queridos hermanos, escuchen: ¿Acaso no ha elegido Dios a los pobres del mundo para hacerlos ricos en la fe y herederos del reino que prometió a los le aman?” (St 2,5)
“Queridos hermanos, escuchen: ¿Acaso no ha elegido Dios a los pobres del mundo para hacerlos ricos en la fe y herederos del reino que prometió a los le aman?” (St 2,5)
Iº lectura: Is 35, 4-7ª; Salmo: 145; IIº lectura: St 2, 1-5; Evangelio: Mc 7, 31-37
“TODO LO HA HECHO BIEN”
Encontramos detalles de amor y misericordia por parte de Jesús hacia los
demás. Son gestos y actitudes que denotan claramente lo que desea el Maestro para
quienes le siguen, para aquellos que encuentran en Él paz y tranquilidad. La
curación del sordo que nos relata el Evangelio es una demostración, no solo de
lo que hace Jesús, sino de lo que en cada corazón quiere hacer crecer.
De todo lo que encontramos en el
Evangelio de hoy, podemos reflexionar sobre tres aspectos, veamos. En
primer lugar, hay un acercamiento por parte de un sordo que ante la
oración de Jesús queda curado. Esto nos enseña que debemos acercarnos al
maestro, sólo Él puede curarnos de la sordera que presentamos ante la cantidad
de palabras inertes y superficiales que oímos a diario. En
segundo lugar, Jesús cura al sordo “mirando al cielo” y tocándolo diciéndole “ábrete”; dos acciones que pueden y deben ser tomadas en cuenta
cada vez que estamos en presencia de Dios. Mirando al cielo junto a Jesús,
podemos decir “ábrete”, haciendo
alusión a la disponibilidad que cada uno de nosotros debemos tener ante la
invitación que nos hace Dios a seguirlo y vivir el Evangelio. En
tercer lugar, la gente al ver a Jesús decía de Él que todo lo hacía
bien, y ello deja entrever la satisfacción y la plenitud que proporciona la
presencia y la acción salvadora de Dios en nuestra vida.
Dejarnos amar por Él es hacer de
nuestras vidas un testimonio vivo de lo que Dios hace continuamente en
nosotros. Seamos agradecidos con Jesús,
quien abre nuestros corazones a su palabra y en quien vemos que todo lo hace
bien, sin excluir a nadie, ofreciendo a todos la grandeza de su amor.
MARÍA NOS AYUDA A ABRIR EL CORAZÓN A DIOS
Nuestra Madre del Cielo nos guía y nos acompaña. Ella es fiel y nos enseña a serlo también nosotros. Sigamos su ejemplo y
dejémonos inundar del amor infinito y misericordioso de Dios que, como nos dice
el Salmo de hoy, “…liberta a los
cautivos. El Señor abre los ojos al ciego, el Señor endereza a los que ya se
doblan, el Señor ama a los justos, el Señor guarda a los peregrinos” (Sal
145, 7 - 8). Así sea.
José Lucio León
Duque
joselucio70@gmail.com