“Él respondió: Habla, que tu siervo te escucha.” (1Sam 3,10)
Iº lectura: 1Sam 3, 3b-10. 19; Salmo: 39; IIº lectura: 1Cor 6,13c-15a.17-20; Evangelio: Jn 1, 35-42
La liturgia de hoy, junto a lo que se está viviendo en la actualidad, es una muestra tangible del escenario de la vida en el cual todos tenemos nuestra participación. La llamada de Dios a Samuel y la invitación de Jesús, la disponibilidad de quien desea cumplir la voluntad de Dios, ofreciendo su vida, cuerpo y alma, todo su ser, como Templo del Espíritu Santo, son signos evidentes que debemos vivir como verdaderos cristianos.
“¿DÓNDE
VIVES?” (Jn 1, 38)
La pregunta de los discípulos a
Jesús es clara y la respuesta lo es igualmente. El Maestro nos invita a ver dónde vive, a
participar de su amor, de su misericordia, de lo que realmente es ser parte de
su vida. La situación del hombre de hoy se ve afectada por la cantidad de
mensajes, que llegan de muchos frentes y que, en algunos casos, no ayudan a
crecer. Estamos, casi sin darnos cuenta en ciertos momentos, alejándonos de la
invitación de Jesús que nos manifiesta el deseo de vivir junto a Él, con Él y
por Él.
Muchas
almas se pueden acercar al Señor si el Evangelio es vivido, creído y anunciado
con convicción. La invitación de hoy, esa llamada que viene de Dios y que a Él
nos lleva, es un itinerario de vida y de esperanza que cada uno de nosotros
debemos recorrer. No perdamos de vista lo que desde siempre se nos ha enseñado
a través de la Palabra de Dios: ir y predicar a todos el Evangelio, el mensaje
de la Buena Nueva de la verdad que nos ayuda a renovarnos cada vez más. Esta
misión a la que estamos llamados, nos debe llevar a ser valientes y defensores
de la Fe, de la Iglesia.
Quien es
cristiano, quien es católico, debe seguir el ejemplo de Jesucristo, su mensaje,
su palabra, su vida misma. Es fundamental saber que pertenecemos a la Iglesia y
es por ello que debemos vivir como miembros de ella, siendo testigos del
Evangelio y haciendo lo que un fiel discípulo debe: seguir a Jesucristo y llevar su mensaje a todos: ¡Él vive en nuestro corazón!
MARÍA NOS
ENSEÑA ESCUCHAR
Desde la Anunciación, la
disponibilidad de Nuestra Madre del cielo es total hacia Dios y hacia la misión
a la cual es llamada. Ella
asume con convicción, la vida y los corazones de toda la humanidad, que
necesita realmente del amor de Dios para poder vivir en Él y así extender su
reino de paz y justicia. Sintámonos partícipes aunque las gracias, las
condecoraciones, los premios y otras cosas materiales, no lleguen. El premio lo
obtenemos cada día, ya que el amor de Dios se derrama en cada corazón y en cada
uno de ellos se extiende a todos los que lo necesitan. Así sea.
José Lucio León Duque
joselucio70@gmail.com