José Lucio León Duque

José Lucio León Duque
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sábado, 31 de diciembre de 2016

Solemnidad de Santa María, Madre de Dios, 1 de enero de 2017

¡GRACIAS A DIOS POR LA FAMILIA!


Este día es la continuación del itinerario que todo cristiano debe cultivar y construir: la vida en familia como don de Dios pidiendo para ella y para el mundo la luz de Dios y la paz. Las lecturas de este día nos preparan para comprender no sólo lo que es una familia, sino lo que en la vida cotidiana debemos hacer: honrar los padres, sobrellevarse mutuamente, perdonarse, ser luz y fomentar la unidad…

UN MENSAJE DE PAZ PARA LA FAMILIA Y EL MUNDO

La vida de todos y cada uno de nosotros debe ser testimonio de paz, de unidad, de armonía. Ello se consigue si vivimos en el respeto, con educación, ayudando a quien lo necesita y fortaleciendo nuestra fe. En medio del desinterés de muchos, tenemos el total amor de Jesús que nos hace parte de su familia, aún en medio de las dificultades que se nos puedan presentar. Es necesario seguir pidiendo por ella a fin que sea fuente de la vida que experimentamos gracias a la presencia de Dios.

La paz debe ser el signo y el símbolo que acompañen la existencia de tantas almas necesitadas de Dios; tantos hombres y mujeres sedientos de su amor, deseosos de tranquilidad y de armonía; tantos niños que más que un juguete necesitan cariño y ternura; tantos jóvenes que más allá de vicios cargados de curiosidad, necesitan una mano amiga, que les acompañe a ser auténticos portadores de esperanza.

La paz es signo de amor en la familia de la humanidad cuando cada hombre y cada mujer asumen sus propios retos y sus propias responsabilidades; cuando quienes gobiernan los pueblos del mundo se adhieren a vivir en unidad y trabajar por ella; cuando quienes la predicamos, trabajamos y luchamos por ella teniéndola en alto como el gran valioso tesoro que es. Este domingo se nos invita a que cada día valoremos lo que tenemos: nuestros padres, hermanos, amigos. Se nos pide ser testigos en espíritu y verdad del amor de Dios, reflejado concretamente en el rostro de tantos hermanos y hermanas nuestros, que mirando al cielo claman a Dios para así poder mirar a la tierra y encontrar quien les ayude.

No permitamos que este fin de año sea uno más de tantos en los cuales el protagonismo lo tienen las cosas materiales, seamos portavoces del protagonismo que Jesús niño posee, no por deseos de poder sino con el poder de amar y compartir con los corazones y las almas sedientas de paz y hermandad.

CAMINEMOS JUNTOS CON LA SAGRADA FAMILIA

No dejemos apagar la llama que la Navidad encendió en nuestros corazones; seamos esa luz que camina hacia los sitios más recónditos dónde necesiten de ella. Llevémosla junto a Jesús, José y María, a todas las familias, a todos los hogares y si a alguno de ellos no podemos llegar, dejemos que se extienda gracias a los sentimientos de unidad, de fe y de hermandad que existen en nuestras comunidades, cultivando aún más el deseo de evangelizar en espíritu y verdad sin excluir a nadie, siendo testigos de la verdad y la justicia.

Para todos nuestros lectores el más sincero deseo de paz. Que de ella se desprendan los más hermosos sentimientos para todos sin distinción de raza o credo o condición social. Luchemos para que nadie impida la entrada de la acción misericordiosa y plena del amor de Dios en nuestros corazones. Dios les bendiga a todos.
José Lucio León Duque


sábado, 24 de diciembre de 2016

Solemnidad de la Natividad del Señor, 25 de diciembre de 2016

¡VIVIR LA NAVIDAD!

Los días pasan, las tradiciones se arraigan aún más en medio del pueblo que clama siempre con más ahínco, el deseo de vivir de verdad y de corazón el nacimiento de Jesús. Este año se presenta con el deseo de ser vivido a plenitud y de encontrar con convicción la manera de mostrar -y no de aparentar- lo que es la presencia de Dios que se hace hombre en nuestros corazones.
La actitud del hombre, en muchos casos, se presenta con rasgos de indiferencia y de superficialidad que se promueven como estilos de vida que -sin darnos cuenta en ciertas ocasiones- van lacerando la sociedad misma, convirtiéndola poco a poco en modos de vida lejanos de lo que es el fin último del hombre: la felicidad.

Vivir la Navidad con convicción es el eco del llamado de Juan el Bautista: “preparen el camino del Señor” (Mc 1, 1-3). Es encontrarse con un camino que se perfila como un reto ante las situaciones difíciles que nos encontramos día a día.

Vivir la Navidad es “hacerse uno” con aquellos que claman justicia, con los pobres y excluidos de la sociedad, con quienes lloran cada día su propia desgracia y no poseen los medios necesarios para salir de la situación en que se hallan.

Vivir la Navidad es compartir sin reserva no solo lo material, sino las virtudes y los valores que son parte fundamental en el mensaje de Jesucristo, que viene a salvarnos y a hacer de nosotros hombres y mujeres nuevos.

Vivir la Navidad es comprender la necesidad de ver más allá de lo que normalmente vemos. Darnos cuenta, con sinceridad y objetividad, que no estamos solos en el mundo, sino que son millones los seres humanos que esperan una luz en su camino como signo de una vida mejor.

Vivir la Navidad es mirar alrededor y ver que la indiferencia y la falta de tolerancia, se hacen eco de pensamientos inertes que buscan menospreciar y degradar lo bueno que pueda existir.

Vivir la Navidad es centrarnos en el misterio de Dios hecho hombre, en quien creemos, “vivimos, nos movemos y existimos” (Hch 17,28).

Vivir la Navidad es dar sentido a cada gesto, cada don, cada detalle que se ofrece no por ser una fiesta más ni un periodo de vacaciones, sino la presencia viva de Dios hecho hombre que se manifiesta en la caridad con hechos concretos.

Vivir la Navidad es orar por quienes no creen en Dios, por quienes usan su forma de pensar para dañar a los demás, olvidando que Dios es padre de todos y para todos y que no excluye a nadie de su corazón.

Vivir la Navidad es saber reconocer los propios errores y pedir perdón. Tendremos la oportunidad de reconocernos débiles y pecadores sabiendo que la misericordia se vive desde lo profundo del corazón haciendo gestos de caridad con sinceridad y no para salir del paso.

Vivir la Navidad es meditar y discernir sobre la situación que vive el mundo de hoy, donde el relativismo ético se presenta como un tema al cual se debe dar una respuesta con el testimonio y el ejemplo de vida cristiana.

Vivir la Navidad es dar lo que tenemos, no lo que nos sobra, recordando que Cristo viene “para servir y no para ser servido” (Mc 10, 45). Este es un detalle que debemos practicar siempre, no solo en Navidad.

El Papa Francisco nos invita a vivir con esperanza en este tiempo: Cuando se habla de la esperanza, muchas veces se refiere a lo que no está en el poder del hombre y que no es visible. De hecho, lo que esperamos va más allá de nuestras fuerzas y nuestra mirada. Pero el Nacimiento de Cristo, inaugurando la redención, nos habla de una esperanza distinta, una esperanza segura, visible y comprensible, porque está fundada en Dios.
Él entra en el mundo y nos dona la fuerza para caminar con Él –Dios camina con nosotros en Jesús–, caminar con Él hacia la plenitud de la vida; nos da la fuerza para estar de una manera nueva en el presente, a pesar de ser difícil.
Entonces, esperar para el cristiano significa la certeza de estar en camino con Cristo hacia el Padre que nos espera. La esperanza jamás está detenida, la esperanza siempre está en camino y nos hace caminar. Esta esperanza, que el Niño de Belén nos dona, ofrece una meta, un destino bueno en el presente, la salvación para la humanidad, la bienaventuranza para quien se encomienda a Dios misericordioso.”
“Miramos a María, Madre de la esperanza. Con su “si” abrió a Dios la puerta de nuestro mundo: su corazón de joven estaba lleno de esperanza, completamente animada por la fe; y así Dios la ha elegido y ella ha creído en su palabra." S.S. Francisco, 21 de diciembre de 2016.

FELIZ NAVIDAD PARA TODOS, que el niño Dios nazca en cada uno de nosotros y que la sinceridad, la justicia y el respeto sean signo del testimonio que debemos ofrecer hoy y siempre. Dios les bendiga. Así sea.
José Lucio León Duque

joselucio70@gmail.com

viernes, 16 de diciembre de 2016

IV° Domingo de Adviento, 18 de diciembre de 2016

JESÚS, JOSÉ Y MARÍA: NUESTRA FAMILIA
“La Virgen concebirá y dará a luz un hijo y le pondrá por nombre Emmanuel, que significa "Dios-con-nosotros".

La liturgia de estos días ha tenido un acento particular con la llegada de Jesús. Este domingo cuarto Domingo de Adviento se caracteriza por la inminente llegada del hijo de Dios y el pueblo se prepara para recibir su Hijo. Las lecturas así como el salmo, nos muestran este detalle. El Hijo de Dios nos regala su presencia, sus dones, su vida misma, su amor: recibámoslos.

EL AMOR INCONDICIONAL DE JOSÉ

Hay innumerables detalles de amor en la liturgia de hoy, y uno que no se puede ni se debe dejar pasar es el amor de José hacia María y hacia su hijo. Amaba su prometida, y nos dice el evangelio que decidió repudiarla en secreto y sabemos por qué. Se resaltan varios aspectos de José: hombre justo, obediente a la voluntad de Dios y amoroso; eso lo lleva a vivir en santidad y, por ende, a demostrar a todos -hombres y mujeres- que es posible ser santos y vivir cotidianamente esta condición.

Su amor incondicional va más allá de cualquier rumor o crítica, él ama a su mujer, la ama totalmente con un amor verdadero y puro. José completa la escena de la Sagrada Familia, lo cual nos enseña que es necesario comprender que la unidad, la armonía y la comprensión son fundamentales en todos los núcleos familiares. José es junto a María, testigo del amor de Dios para con todos y ello nos lleva a vivir aún más nuestra condición de cristianos fieles.

Tenemos la oportunidad de vivir este tiempo de la llegada de Jesús confiando más en Él, en su presencia y el designio divino que está destinado para todos. El papa Francisco nos recuerda que “La salvación, traída por Jesús, llega a todo ser humano y lo regenera Dios entró en la historia para la liberación de la esclavitud del pecado. Colocó su tienda en medio de nosotros para formar parte de nuestras vidas, sanar nuestras heridas y darnos una vida nueva”.  Así como José, tengamos plena confianza en Dios y seamos dóciles a su acción sobre nosotros.

LLAMADOS A EVANGELIZAR

En este momento en el que nos preparamos para recibir a Dios niño, pedimos paz para todos y junto a ella la capacidad necesaria para comprendernos y ayudarnos cada día más. La Iglesia tiene el reto de llegar a todos y cada uno de los corazones para ayudar en la construcción del Reino de Dios. Que esta Navidad sea el momento favorable para respetarnos, reconciliarnos de verdad y no en apariencia; que cada corazón sea testigo del anuncio de la buena noticia y, junto a la protección de María y de José, podamos transmitir con las palabras del apóstol de las gentes: “A todos…, a quienes Dios ama y ha llamado a formar parte de los santos, les deseo la gracia y la paz de Dios, nuestro Padre, y del Señor Jesucristo”. Así sea.

José Lucio León Duque
joselucio70@gmail.com


sábado, 10 de diciembre de 2016

III° Domingo de Adviento, 11 de diciembre de 2016

CON FIRMEZA Y SIN TEMOR
“Tengan paciencia también ustedes, manténganse firmes, porque la venida del Señor está cerca.”…

Iº lectura: Is 35,1-6a.10; Salmo: 145; IIº lectura: St 5, 7-10; Evangelio: Mt 11, 2-11

Alegría, regocijo y gran expectativa nos produce la venida del Señor. El profeta Isaías deja ver la imagen fructífera del desierto que florece en nuestra vida, subrayando la alegría de poder cambiar o mejorar siempre más; se subraya la paciencia y el buen trato que debe existir entre todos, ya que el Señor está cerca, ratificando el inmenso amor de Jesús para los suyos resaltando la grandeza de Juan el Bautista, el precursor, indicándonos así lo que cada uno de nosotros debemos poner en práctica.

JUAN EL BAUTISTA, EL MAYOR ENTRE LOS NACIDOS DE MUJER…

El itinerario del Adviento nos presenta a Juan el Bautista como ejemplo de lo que la liturgia de hoy nos ofrece: regocijo, alegría, fortaleza, fidelidad, justicia, paciencia. Juan es quien anuncia y denuncia, es quien sin miedo habla de Dios como guía de nuestra vida; es aquel que prepara no solo a los de su tiempo, sino también a nosotros en la vida cotidiana para perfeccionar nuestra adhesión a Dios y al mensaje del Evangelio. Él predica en el desierto y justo allí florecen las esperanzas, es en el desierto donde germina el deseo de encontrar a Dios y seguir sus pasos.

¡Cuánto desierto encontramos en nuestra vida! ¡Cuántos momentos de tristeza, de dolor, de angustia! ¡Cuánta impotencia ante la injusticia que reina en ciertas situaciones que parecen no tener vía de salida! Ante todo esto se asoma una luz que nos ilumina desde lo más profundo de nuestro ser: la llegada de Jesús. Ante la duda de muchos y el asombro de otros, ¡Él es quien debe venir!, Él es quien nos salva, quien nos ilumina, quien nos da la fuerza para cultivar aún más el regocijo de su venida, la alegría de su presencia y la fidelidad a su mensaje.

Quien está lejos de la palabra del Señor, quien no vive en Dios sino que usa y abusa de la vida misma en desprestigio del hombre, se acerca más a la experiencia del mal y por ende, al pecado. Juan, el mayor entre los nacidos de mujer, nos motiva para ser testigos de lo que nos anuncia el Evangelio de la verdad...

MARÍA NOS ENSEÑA Y AYUDA A ESPERAR…

La presencia de María, Madre del Adviento, nos ayuda a caminar hacia la Luz verdadera que nos regala el nacimiento de Jesús. Estamos caminando con esperanza y fe, pidiendo la fuerza y la convicción para ser testigos del mensaje del Evangelio. Reconciliémonos con Dios y con nuestros hermanos, para que la Navidad que se avecina sea un momento de encuentro verdadero y consciente de lo que realmente debemos hacer como cristianos. Así sea.

José Lucio León Duque
joselucio70@gmail.com


lunes, 5 de diciembre de 2016

II° Domingo de Adviento, 4 de diciembre de 2016

CAMINEMOS HACIA DIOS SIN MIEDO Y CON ALEGRÍA
“La noche está avanzada, el día se echa encima: dejemos las actividades de las tinieblas y pertrechémonos con las armas de la luz”

Iº lectura: Is 2,1-5; Salmo: 121; IIº lectura: Rom 13, 11-14; Evangelio: Mt 24, 37-44

Una vez más las puertas de la esperanza reflejadas en el Adviento, se abren a todos lii°os hombres y mujeres que desean formar parte de este itinerario que lleva a comprender una vez más que estamos llamados a ser luz en medio de la oscuridad. Somos obra salida de la mano de Dios, obra que pide el amor del padre amoroso y en el cual confiamos plenamente a pesar de nuestras debilidades. En el camino de la fe, el Señor no nos deja ni abandona. Él nos acompaña y nos enriquece en todo, “en el hablar y el saber” y no nos falta nada porque Dios nos da la gracia y los dones que necesitamos para dar testimonio de vida ante el mundo y en medio de él.

SALIR AL ENCUENTRO DEL SEÑOR CON GOZO

El tiempo de Adviento es un momento favorable en el cual la Iglesia nos muestra su riqueza y su amor para con nosotros. Nos invita a dar pasos importantes respecto a la presencia de Dios en nuestra vida, e igualmente se nos indica la segunda venida de Jesucristo al final de los tiempos. No veamos esto como una amenaza, como algo que mientras más lejos esté o menos se hable de ello es mejor, pues aunque parezca como una situación con lo que terminará nuestra existencia, no es así.

La presencia de Dios es alegría, es gozo; encontrarnos con Él es vivir con sinceridad la unidad, es dar una luz de esperanza a quien la necesita con la certeza que Dios está ahí, junto a nosotros, guiándonos con su luz. Este día y este tiempo, se presenta como una señal pues se nos invita con garantía y seguridad a caminar hacia el encuentro del Señor; se nos motiva a decir con el salmista: “¡qué alegría cuando me dijeron: «Vamos a la casa del Señor»!

La luz es guía, es lo que se opone a la oscuridad y a las obras que nos alejan de Dios, es lo que se opone a la maldad que entra en el corazón de quien vive sin Él, a las injusticias cometidas por falta de amor, de honestidad, de decisión. San Pablo nos exhorta claramente a despertar, y así darnos cuenta del momento en el que vivimos; nos invita a revestirnos del amor de Jesús para alejar todo aquello que nos aparta de la verdadera vía.

LA MADRE DE LA LUZ

María Santísima nos anima y nos ayuda a vivir en esperanza; ella es ejemplo de fortaleza y sencillez para afrontar la vida tal como debe ser. Confiemos en que ella siempre nos acompaña y nos muestra la vía que nos lleva a Jesús. Que nadie sienta que en su vida falta el amor de Dios, ya que todos estamos llamados a ser testigos del evangelio viviendo como discípulos y misioneros, la unión y el amor que todos los pueblos debemos llevar como única bandera y así obtener la salvación. Esto nos lleva a decir con convicción: unámonos en nombre de Dios para llevar a todos los lugares y a todas las personas el anuncio del mensaje de Jesucristo. Así sea.

José Lucio León Duque

joselucio70@gmail.com

sábado, 26 de noviembre de 2016

I° Domingo de Adviento, 27 de noviembre de 2016

CAMINEMOS HACIA DIOS SIN MIEDO Y CON ALEGRÍA
“La noche está avanzada, el día se echa encima: dejemos las actividades de las tinieblas y pertrechémonos con las armas de la luz”

Iº lectura: Is 2,1-5; Salmo: 121; IIº lectura: Rom 13, 11-14; Evangelio: Mt 24, 37-44

Una vez más las puertas de la esperanza reflejadas en el Adviento se abren a todos los hombres y mujeres que desean formar parte de este itinerario que lleva a comprender una vez más que estamos llamados a ser luz en medio de la oscuridad. Somos obra salida de la mano de Dios, obra que pide el amor del padre amoroso y en el cual confiamos plenamente a pesar de nuestras debilidades. En el camino de la fe, el Señor no nos deja ni abandona. Él nos acompaña y nos enriquece en todo, “en el hablar y el saber” y no nos falta nada porque Dios nos da la gracia y los dones que necesitamos para dar testimonio de vida ante el mundo y en medio de él.

SALIR AL ENCUENTRO DEL SEÑOR CON GOZO

El tiempo de Adviento es un momento favorable en el cual la Iglesia nos muestra su riqueza y su amor para con nosotros. Nos invita a dar pasos importantes respecto a la presencia de Dios en nuestra vida, e igualmente se nos indica la segunda venida de Jesucristo al final de los tiempos. No veamos esto como una amenaza, como algo que mientras más lejos esté o menos se hable de ello es mejor, pues aunque parezca como una situación con lo que terminará nuestra existencia, no es así.

La presencia de Dios es alegría, es gozo; encontrarnos con Él es vivir con sinceridad la unidad, es dar una luz de esperanza a quien la necesita con la certeza que Dios está ahí, junto a nosotros, guiándonos con su luz. Este día y este tiempo, se presenta como una señal pues se nos invita con garantía y seguridad a caminar hacia el encuentro del Señor; se nos motiva a decir con el salmista: “¡qué alegría cuando me dijeron: «Vamos a la casa del Señor»!

La luz es guía, es lo que se opone a la oscuridad y a las obras que nos alejan de Dios, es lo que se opone a la maldad que entra en el corazón de quien vive sin Él, a las injusticias cometidas por falta de amor, de honestidad, de decisión. San Pablo nos exhorta claramente a despertar, y así darnos cuenta del momento en el que vivimos; nos invita a revestirnos del amor de Jesús para alejar todo aquello que nos aparta de la verdadera vía.

LA MADRE DE LA LUZ

María Santísima nos anima y nos ayuda a vivir en esperanza; ella es ejemplo de fortaleza y sencillez para afrontar la vida tal como debe ser. Confiemos en que ella siempre nos acompaña y nos muestra la vía que nos lleva a Jesús. Que nadie sienta que en su vida falta el amor de Dios, ya que todos estamos llamados a ser testigos del evangelio viviendo como discípulos y misioneros, la unión y el amor que todos los pueblos debemos llevar como única bandera y así obtener la salvación. Esto nos lleva a decir con convicción: unámonos en nombre de Dios para llevar a todos los lugares y a todas las personas el anuncio del mensaje de Jesucristo. Así sea.

José Lucio León Duque
joselucio70@gmail.com


viernes, 18 de noviembre de 2016

Solemnidad de Cristo, Rey del Universo, 20 de noviembre de 2016

ÉL ES QUIEN NOS SALVA, ¡ES EL REY!
“Él nos ha sacado del dominio de las tinieblas, y nos ha trasladado al reino del Hijo de su amor, por cuya sangre hemos recibido la redención, el perdón de los pecados. Él es imagen del Dios invisible, primogénito de toda criatura; porque en él fueron creadas todas las cosas: celestes y terrestres, visibles e invisibles.

Iº lectura: Samuel 5,1-3Salmo: 121; IIº lectura: Colosenses 1,12-20Evangelio: Lucas 23,35-43

Celebramos con gozo y alegría la Solemnidad de Cristo Rey del Universo. Es un día de fiesta, en el cual estamos convencidos de la presencia de Jesús en nosotros y de su plena y total soberanía. Es el día para reconocer, con humildad y sencillez, la grandeza y la omnipotencia de Dios que se hace hombre para acercarnos más a Él y hacernos así partícipes de su vida misma.

Jesús es el Rey de reyes, el señor de señores, es quien otorga la más grande recompensa, el amor y la misericordia, hacia quien vive con docilidad y disponibilidad la ayuda al prójimo, reflejo del rostro de Dios en la vida cotidiana.

AYUDAR SIN EXCLUSIÓN

Ante todo, estamos llamados a obrar bien, a ayudar al prójimo y en él a ver con amor el rostro de Jesucristo. Obrar bien es parte del testimonio que debe dar el cristiano, quien es discípulo de Jesús, quien sabe que en el prójimo está presente Dios y su infinito amor. Luego es importante tener en cuenta que el juicio de Dios, es un juicio de misericordia y de amor. Él nos llama a la santidad y nos invita a seguirlo hasta la Cruz; su infinita misericordia juzgará y dará la recompensa que cada uno merece.

Celebrar la Solemnidad de Cristo Rey nos debe hacer reflexionar sobre la necesidad que tenemos de reconocer en Jesús la razón de nuestra vida, a quien debemos imitar y junto con quien debemos caminar. Acerquémonos a Jesús Eucaristía, a Jesús presente en el prójimo y a Jesús vivo en el corazón de todos y cada uno de nosotros.

A lo largo de la historia tenemos el testimonio de muchos cristianos quienes han dado la vida por Cristo como el Rey de sus vidas y, por ello, en nombre de Dios, de la Iglesia de Cristo que vive en nosotros y con el deseo de ayudar cada vez más al prójimo, se pide a todos los cristianos que nuestro lema de vida sea: ¡Viva Cristo Rey!

MARÍA SANTÍSIMA, MADRE DEL REY HUMILDE Y SENCILLO

María, Nuestra Madre, nos enseña la humildad que todo cristiano debe seguir y vivir. Ella es la madre del Rey, la madre del Salvador del hombre, la madre de Dios. Su humildad y sencillez nos permite contemplar un corazón puro y un alma materna que está por encima de cualquier otra cosa. Ella nos da ejemplo de cómo vivir en Dios y a partir de su amor, ser prójimo con el prójimo y verdaderos testigos del evangelio.

Nuestra Misión es clara, es precisa: caminar juntos en Espíritu y Verdad hacia la Paz y Reconciliación para proclamar la verdad, la justicia y la paz en la tarea de evangelización y así poder escuchar: ¡Vengan benditos de mi Padre! Así sea.
José Lucio León Duque


sábado, 29 de octubre de 2016

XXXI° Domingo del Tiempo Ordinario, 30 de octubre de 2016

“HOY ME QUEDARÉ EN TU CASA”
“Tú de todos tienes compasión, porque lo puedes todo y no te fijas en los pecados de los hombres, para que se arrepientan. Amas a todos los seres y no aborreces nada de lo que has hecho; si hubieras odiado alguna cosa, no la habrías creado”. (Sab 11, 22)

I° lectura: Sab 11,22–12,2; Salmo: 144; II° lectura: 2Tes 1,11–2,2; Evangelio: Luc 19,1-10

El evangelista Lucas reserva una atención particular en el tema de la misericordia de Jesús. En su narración, de hecho encontramos algunos episodios que evidencian el amor misericordioso de Dios y de Jesús, quien afirma haber venido a llamar no a los justos sino a los pecadores. Uno de los episodios relevantes de este evangelio es la conversión de Zaqueo. Él es un publicano, el jefe de los publicanos de Jericó. Los publicanos cobraban los tributos que los judíos debían pagar al emperador romano, y por esto ya eran considerados públicos pecadores. Aprovechaban de su posición para extorsionar a la gente.

Jesús caminaba por Jericó, se detuvo justo en casa de Zaqueo, suscitó un escándalo general. El Señor sabía muy bien quién era Zaqueo y lo que hacía. Quiso arriesgarse por él y obtuvo su salvación: ese hombre de nombre Zaqueo, profundamente tocado por la visita de Jesús a su casa y a su vida, promete restituir lo que ha robado y el Maestro afirma: “Hoy ha llegado la salvación a esta casa” y concluye “el hijo del hombre el Hijo del hombre ha venido a buscar y salvar lo que se había perdido”.

Dios no excluye a nadie, ni ricos ni pobres. No se deja condicionar de nuestros prejuicios humanos, sino ve en cada uno un alma para salvar y atrae aquellas que son juzgadas como perdidas y que se consideran como tal. Jesús ha demostrado misericordia, mira siempre la salvación del pecador, ofrece la posibilidad de rescate, comenzar de nuevo, convertirse.

“Su amor nos precede, su mirada se adelanta a nuestra necesidad. Él sabe ver más allá de las apariencias, más allá del pecado, más allá del fracaso o de la indignidad. Sabe ver más allá de la categoría social a la que podemos pertenecer. Él ve más allá de todo eso. Él ve esa dignidad de hijo, que todos tenemos, tal vez ensuciada por el pecado, pero siempre presente en el fondo de nuestra alma. Es nuestra dignidad de hijo. Él ha venido precisamente a buscar a todos aquellos que se sienten indignos de Dios, indignos de los demás. Dejémonos mirar por Jesús, dejemos que su mirada recorra nuestras calles, dejemos que su mirada nos devuelva la alegría, la esperanza, el gozo de la vida.” (Homilía de S.S. Francisco, 21 de septiembre de 2015).

En el caso de Zaqueo, el mensaje de Jesús, su palabra y su misericordia han sido recibidos en su corazón. No lo condena, sino que lo acoge, lo ama y lo lleva al buen camino. Oremos para que también nosotros podamos experimentar el gozo de ser visitados por Jesús, renovados en su amor, y transmitir a los demás su misericordia.

Nuestra Madre del Cielo nos guía en nuestro camino. Ella nos da el ejemplo de lo que debemos ser y hacer en nuestra vida: escuchar la Palabra de Dios, conservar en nuestros corazones su mensaje y ser disponibles al servicio a favor de los más débiles. Así sea.

José Lucio León Duque

joselucio70@gmail.com

sábado, 22 de octubre de 2016

XXX° Domingo del Tiempo Ordinario, 23 de octubre de 2016

SEÑOR, TEN PIEDAD DE MÍ
“El Señor es un Dios justo, que no puede ser parcial; no es parcial contra el pobre, escucha las súplicas del oprimido; no desoye los gritos del huérfano o de la viuda cuando repite su queja…”

I° lectura: Eclo 35, 15b- 17.20-22ª; Salmo: 33; II° lectura: 2Tim 4, 6-8. 16-18; Evangelio: Lc 18,9-14

La humildad al momento de pedir perdón se expresa con actitudes coherentes y palabras con sentido; es una de las acciones más sublimes, ya que forma parte del amor. Ni los títulos, ni el manejo desordenado del dinero, ni una determinada posición social, podrán ser garantes de humildad; esto nos lleva a reflexionar sobre lo que en la liturgia de este domingo se nos presenta: pedir perdón con sincero arrepiento y saber escuchar la voz de Dios.

PEDIR PERDÓN DE CORAZÓN

No se puede orar a Dios con la soberbia en el corazón, con la envidia y el desprecio hacia los demás. Se ora con el corazón colmado de humildad, misericordia, piedad, compasión hacia los demás, hacia todos sin excepción. Todos somos pecadores y todos tenemos necesidad de su misericordia y debemos pedir perdón por nuestros pecados y enmendar nuestros errores. Dios escucha la oración de quien se reconoce pecador ante Él y pide perdón para sí y para el prójimo. 

“¡Oh Dios!, te doy gracias, porque no soy como los demás: ladrones, injustos, adúlteros; ni como ese publicano. Ayuno dos veces por semana y pago el diezmo de todo lo que tengo.”  Cuánta arrogancia hay en estas palabras y aunque nos escandalicemos, muchas veces somos los primeros que las decimos, comparando a los demás de manera injusta. Cuántas veces, miramos a los demás de arriba hacia abajo, lo vemos como “pobrecitos”, insignificantes y demás. De nuestros ojos sale desprecio, juicios negativos y muchas veces lo hacemos para exaltarnos, creyéndonos mejor que los demás. Nos colocamos ante los demás como quien tiene mejores cualidades, como si portarse bien es privilegio de pocos.

Se podría decir que juzgar a los demás es una falta de amor extrema, donde la soberbia supera la humildad y se dejan de lado las virtudes, muchas o pocas, que se puedan tener. Si la oración no inicia con humildad y ella no es realmente apegada al amor de Dios, se cae en la hipocresía y se olvida el propio pecado. Acudamos a Dios con humildad, sencillez y docilidad, esa es la actitud del verdadero cristiano.

CON MARÍA SANTÍSIMA, MADRE DEL AMOR

En el Magnificat, María Santísima nos enseña a proclamar la grandeza de Dios y de su amor. En ella se cumple la Palabra de Dios y a través de ella podemos hacer vida lo que su Hijo nos enseña. Ella, madre del amor, nos muestra el camino a seguir y cómo un verdadero cristiano debe ser testigo del amor de Dios en medio del mundo y de la vida cotidiana. Así sea.

José Lucio León Duque
joselucio70@gmail.com


IIIº Domingo de Cuaresma, 7 de marzo de 2021

LA CASA DE DIOS ES NUESTRA CASA “Los mandatos del Señor son rectos y alegran el corazón; la norma del Señor es límpida y da luz a los ojos.”...