Domingo 13 de julio de 2008Sembrar el bien…
“Porque la creación, expectante, está aguardando la plena manifestación de los hijos de Dios”…
I° lectura: Is 55, 10-11; Salmo: 64; II° lectura: Rom 8, 18-23; Evangelio: Mt 13, 1-23
La Iglesia católica, una y santa, Iglesia fundada por Jesucristo, nuestro maestro y Señor, nos da la posibilidad de encontrar en ella la fuente de paz, de amor, de esperanza que todos necesitamos. Actualmente son muchos los caminos equivocados que se presentan y la actitud inerte de muchos cristianos, dejan sin fertilidad la tierra buena que Dios nos ha concedido desde siempre. La palabra de Dios es semilla que llena, que da plenitud y que no deja vacío el corazón del hombre (I° lectura); ya que la semilla que cae en tierra buena, da fruto (Salmo). Con esto podemos estar seguros que seremos liberados por la gracia de Dios (II° lectura).
El cristiano: tierra buena
Hay dos cosas que se desprenden, entre otras, de la liturgia de este domingo. En primer lugar, quien siembra y en segundo lugar, la siembra y los frutos que se producen. Quien siembra, sin duda, es Dios. Él coloca en nuestra vida y en nuestro itinerario cotidiano, la posibilidad de encontrar el verdadero camino. Un camino que puede ser difícil de recorrer o que puede ser más accesible. Dios nos indica una vía llena de expectativas, una vía no de escape, sino de esperanza y confianza. De esto se recoge, con toda certeza buen fruto, ya que Dios nos da la fuerza para que dicha semilla caiga en buena tierra. En este día es necesario reflexionar sobre lo que hemos hecho o estamos haciendo: ¿qué hemos sembrado?, ¿qué estamos recogiendo?, ¿cómo es nuestra cosecha? Difícilmente se puede recoger paz cuando se siembra y existe guerra. No nos vayamos tan lejos, miremos alrededor de nuestra vida. Se dice que “se recoge lo que se siembra” (refrán popular) y ello indica que debemos tener muy en cuenta que estamos llamados a hacer el bien, aunque nos cueste en algunas oportunidades, aunque nuestra condición social, cultural, académica o política, nos indiquen lo contrario: no dejemos de hacer el bien y sembrar por todas partes y en todos los corazones, el mensaje de Jesús. Defendamos la Iglesia, es la iglesia a la que pertenecemos y en la que somos discípulos; y quien la insulta, la profana y busca la manera de hacerla sucumbir, no lo logrará, “el que tenga oídos que oiga”.
De la mano con María
Nuestra Madre María nos lleva de la mano, nos conduce hacia la paz, la armonía y el amor. Ella nos ayuda a entender y practicar el hecho de ser partícipes de la siembra verdadera: la que Jesús nos enseña y en la que debemos dar frutos de sinceridad y humildad.
Hermanos y hermanas en Cristo: defendamos la Iglesia católica, que es una, santa y apostólica. Seamos testigos sinceros del mensaje de Jesús y llevemos a todas partes el evangelio de la verdad. Así sea.