José Lucio León Duque

José Lucio León Duque
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sábado, 12 de agosto de 2017

XIX° Domingo del Tiempo Ordinario, 13 de agosto de 2017

VEN, NO TENGAS MIEDO
“Después del terremoto, vino un fuego; pero el Señor no estaba en el fuego. Después del fuego, se oyó una brisa tenue…”

I° lectura: 1Re 19, 9ª. 11-13a; Salmo: 84; II° lectura: Rom 9, 1-5; Evangelio: Mt 14, 22-33

Un camino lleno de expectativas y una vida rica del amor de Dios que pasa a cada momento, eso es lo que nos enseña el Señor en este domingo. ¿Dónde está Jesús? Habiendo mostrado su poder para hacer el bien, multiplicando gracias, dones, bendiciones, alimento espiritual y material, se presenta en medio del mar de nuestra vida, caminando con seguridad sobre las aguas turbulentas que mueven el mundo, al hombre de hoy, a todos y cada uno de nosotros.

DIOS PASA POR NUESTRA VIDA CON SUAVIDAD Y FIRMEZA

¡Qué imagen tan hermosa la del paso de Dios! Él pasa en la brisa tenue (Iº lectura), en la brisa ligera y suave. Veamos tres puntos fundamentales que se desprende de toda la liturgia de la palabra en este día. 

En primer lugar, la firmeza de Jesús al caminar sobre las aguas. Su paso aunque suave es firme, y así es la presencia de Dios en nuestras vidas: una presencia cierta, fuerte, sincera, duradera y llena de una bondad y ternura tal, que hace del hombre un ser que ve a Dios por encima de todo y con la verdad como bandera (II° lectura). 

En segundo lugar, la misericordia de Dios nos salva (Salmo) y crea en nuestros corazones una fe tan grande, capaz de ver más allá de las cosas superfluas y banales. 

En tercer lugar, Jesús nos invita a confiar más en él. Quiere que cada uno de nosotros cultivemos la fe, seamos buenos cristianos y salgamos de las falsas seguridades. Así como a Pedro, también a nosotros nos dice hoy: “ven…” y luego de sentir nuestra duda, nos llama la atención: “!qué poca fe! ¿por qué has dudado?”. Aquí podemos situar los nombres de todos nosotros, hombres y mujeres deseosos de paz, seguridad y armonía. La enseñanza de Jesús en este domingo es clara: Dios está presente en todas partes, en el corazón de todos los hombres y mujeres, sin distinción ni preferencias.

La presencia suave y cierta de Jesús en el camino de la vida, es garantía de la salvación; nadie debe sentirse excluido, nadie debe pensar que la duda pueda reinar en el mundo, nadie tiene derecho a quitar la ilusión de tantas personas que buscan cada día encontrarse con Dios. Reflexionemos: ¿somos discípulos que dudan, o discípulos que confían?

MARÍA, MADRE DE LA CONSOLACIÓN

En esta semana, nuestra madre del cielo nos acompaña de manera especial. Acudamos fieles a los brazos amorosos de María Santísima de la Consolación y sintamos su acompañamiento, como presencia pura, inmaculada y maternal que nos regala Dios en su paso, a través de ella.

Pidamos a Dios por el miedo, la duda, la incertidumbre, la falta de confianza en Él, la falta de caridad que pueda existir en nuestras vidas. Seamos conscientes que sólo en Jesús podremos vivir en paz, armonía y misericordia, pues Él toca nuestros corazones para que nosotros acudamos a Él sin ninguna duda y con plena confianza. Así sea.

José Lucio León Duque


La Transfiguración del Señor / Santo Cristo de La Grita, 6 de agosto de 2017

“¡QUÉ BIEN SE ESTÁ AQUÍ!”
El Señor reina, la tierra goza, se alegran las islas innumerables. Tiniebla y nube lo rodean, justicia y derecho sostienen su trono.(Sal 96,1-2)

Iª lectura: Dan 7, 9-10. 13-14; Salmo: 96; IIª lectura: 2Pe 1, 16-19; Evangelio: Mc 9, 2-10

En la fiesta de la Transfiguración del Señor, recordamos el rostro sereno de nuestro patrono: el Santo Cristo de la Grita. Sus facciones, su dolor, su serenidad, se muestran a cada fiel como un signo de lo que cada devoto busca en Él. Nuestra vida se centra en lo que significa para cada uno la presencia de Cristo crucificado y glorificado; su vida, su rostro, su ejemplo, son reglas de vida para seguir con convicción

CON JESÚS ESTAMOS BIEN

Una de las páginas más hermosas del Evangelio es esta: la Transfiguración de Jesús en presencia de Pedro, Santiago y Juan. Sin duda, muchas veces hemos sido testigos de la Palabra de Dios en cuanto somos parte de la Iglesia, pero aún así no ha sido suficiente para poder decir con Pedro: “qué bien se está aquí” (Mc 9,5).

La expresión del Apóstol es la de quien, viendo a Jesús y la plenitud de su compañía, no tiene necesidad de más nada. Los discípulos que ven a Jesús transfigurado se dan cuenta que la luz que irradia el Maestro está por encima de todos los problemas y vicisitudes de la vida, ellos no lo piensan dos veces, saben perfectamente que en Dios y con Él se está bien. Después de esa manifestación vuelve la vida cotidiana, lo que debemos experimentar y peregrinar para lograr estar en Dios y saber que podemos estar con Él y cumplir su voluntad para ayudar a quien lo necesite, incluso nosotros.

Estar bien con Jesús no es algo mágico, no confundamos las expresiones. Es algo real y concreto, verdadero y preciso, un toque de fe en nuestra vida para hacerla crecer en medio del ambiente donde nos desenvolvemos. La vida en Cristo implica también reconocerlo como parte fundamental de ella en nuestros corazones; si la vivimos, podremos repetir sin cansarnos: estamos bien con Jesús, no nos falta nada, no nos importa tanta superficialidad ni ambigüedades pues Él nos da la fuerza necesaria para caminar en su nombre y llevar la esperanza a todos los hombres y mujeres de buena voluntad.

MARÍA, TESTIGO DE LA LUZ

María Santísima nos enseña a caminar con Dios, confiar en Él y donarnos totalmente para descubrir a cada momento la transfiguración que realiza todos los días en nuestros corazones. Seamos testigos, portadores de paz y dispongámonos a servir al Señor llevando su mensaje de amor y esperanza, con obras concretas, pidiendo al Cristo del rostro sereno nos guíe a cada momento.

“Cristo amoroso que en la cruz clavado, tu pecho muestras por mi amor herido.
Lava en tu sangre con eterno olvido la mancha torpe de mi vil pecado.
Por ser fuente de bienes me has amado, y con muerte afrentosa redimido
Por serlo yo de males te he ofendido y tus santos preceptos quebrantado.
Tu real palabra has obligado a darme los bienes cuando yo te los pidiera,
¡Con tan gran caridad llegaste a amarme! ¡Oye, Señor mi petición postrera!
Pues moriste por solo perdonarme. ¡Perdóname, Señor antes que muera! Así sea.”

José Lucio León Duque

joselucio70@gmail.com

IIIº Domingo de Cuaresma, 7 de marzo de 2021

LA CASA DE DIOS ES NUESTRA CASA “Los mandatos del Señor son rectos y alegran el corazón; la norma del Señor es límpida y da luz a los ojos.”...