José Lucio León Duque

José Lucio León Duque
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jueves, 13 de septiembre de 2012

XXIV Domingo del Tiempo Ordinario, 16 de septiembre d 2012


¿Quién es Cristo para mí?
“Esto pasa con la fe: si no tiene obras, está muerta por dentro. Alguno dirá: "Tú tienes fe y yo tengo obras. Enséñame tu fe sin obras y yo, por las obras, te probaré mi fe.”

I° lectura: Is 50, 5-9ª; Salmo 144; II° lectura: St 2, 14-18; Evangelio: Mc 8, 27-35

Cada año, al terminar las vacaciones, vuelve para muchos la rutina y el quehacer diario y para otros la continuidad de la vida que es un constante caminar con Cristo. No podemos ser discípulos por costumbre, con cansancio, porque “toca”, dejando pasar año tras año, demorando la vida en Dios: Jesús no desea cristianos obligados, a Él no le agradan las aparentes devociones. ¡La pregunta de Jesús es directa!

“¿Quién dice la gente soy yo?”
Tanto ayer como hoy es una pregunta que Jesús desea le respondamos. Se habla de Él, en muchos lugares, mucha gente. Jesús es el hijo de Dios vivo, que interpela nuestra vida. El es verdaderamente un gran hombre, sencillo y sublime, mensajero de paz, el que habla con autoridad y a la vez con ternura; todo esto es verdad, pero no podemos quedarnos allí. Jesús es Dios, el hijo de Dios, la Palabra hecha carne, el pan vivo bajado del cielo. Es por ello que la fe se realiza en las obras de caridad, Jesús nos lo enseña y nosotros lo seguimos, lo creemos y lo vivimos. Desear el bien del prójimo, estar dispuestos a sacrificarnos cuando sea necesario, vivir en la intimidad de la oración con Él, ayudar al prójimo, son garantía de que vamos por buen camino. Las palabras vuelan, se van, aunque tengan semblanza de fe, pero si se encarnan con las obras de caridad en el nombre de Dios, se hacen vida, se hacen presencia, se actualizan en la vida cotidiana y en nuestro corazón. Es por ello que no debemos solo proferir palabras, sino acompañarlas con las obras que Dios cultiva en nosotros para con ello demostrar con sinceridad que nuestra fe es una lámpara que arde sin consumirse.

María Santísima, ejemplo de fe viva
De la mano con María llegamos a Jesús, quien nos guía hacia el amor misericordioso del Padre. Aunque vivir la fe sea una tarea difícil a momentos, no nos desalentemos; sigamos luchando en la búsqueda de una renovación personal y comunitaria, pidiendo junto a María, nuestra madre, poder vivir en paz y armonía, como discípulos y misioneros en la construcción de un mundo mejor, con una fe viva en palabras y obras. Así sea.

“Cada obra de amor, llevada a cabo con todo el corazón, siempre logrará acercar a la gente a Dios”. Beata Madre Teresa de Calcuta.

P. José Lucio León Duque
joselucio70@gmail.com

Solemnidad de Nuestra Señora de Coromoto, patrona de Venezuela

Nuestra Señora de Coromoto: "La Bella Señora"
 
“María, por su parte, guardaba todas estas cosas y las meditaba en su corazón”

Con gran fervor y devoción, el pueblo venezolano se postra una vez más a los pies de nuestra madre de Coromoto. Hace 360 años en Venezuela se apareció a los indígenas en Portuguesa una “Bella señora”, que trajo y sigue extendiendo la paz en nuestra patria y en los corazones de todos y cada uno de nosotros. La historia nos cuenta cómo nuestra madre del cielo se aparece envuelta en belleza y luz, plena de amor y de paz en medio de su pueblo que hoy, sigue honrando su presencia maternal y amorosa a todos aquellos que se sienten y son sus hijos.

La Virgen María, orgullo de nuestro puebloLa paz en nuestra vida nos viene por María. La Virgen es seguridad y garantía, ya que a través de ella, llegamos a Dios. Ella acoge en su corazón a todos sin distinción, ella une en su vida a tantos y tantos hijos dispersos que están en constante búsqueda del verdadero camino, ella nos abraza a todos. 
 
María Santísima, la Bella Señora, la madre de la Coromoto, la madre de quien viene todo amor y comprensión, nos cuida, nos protege y nos invita también a ser constantes, fieles y sobre todo, a comportarnos como buenos hijos. Ella “guardaba todas estas cosas y las meditaba en su corazón”. Ese gesto es muestra que, en medio de su silencio, existe un gran corazón y por ello fue conveniente que desde lo alto, el buen Dios se fijara en este ser tan especial y puro, tan maravilloso y sencillo, tan inmenso y humilde. 
 
María es verdadero modelo de humildad y comprensión, en ella se conjugan todas las prerrogativas necesarias para convertirse, como lo hizo, en ejemplo para todas las generaciones. Es evidente que la sencillez de María engrandece su imagen, su figura y su vida entera, enaltece lo que en una persona debiera ser algo normal: el amor de Dios presente en la vida cotidiana. María nos bendice y nos acompaña. ¡Bendita entre las mujeres! ¡Bendita y dichosa porque estás con nosotros!, ¡Bendita porque nos llevas en tu corazón!

Acerquémonos a ella...
Acudamos a ella con humildad y con convicción, pidiéndole con fe por nuestra patria, por nuestro estado, por nuestra diócesis y llevemos el más grande regalo que un hijo puede dar a su madre: fidelidad, obediencia y amor. Nos unimos al júbilo que se vive en nuestra patria, en el corazón de todos y cada uno de nosotros que invoca con amor la protección de nuestra madre del cielo, bajo la advocación de Coromoto. Así sea.

LECTURA RECOMENDADA SOBRE HALLAZGOS EN LA IMAGEN DE LA VIRGEN DE COROMOTO: http://www.zenit.org/article-32331?l=spanish

P. José Lucio
joselucio70gmail.com

IIIº Domingo de Cuaresma, 7 de marzo de 2021

LA CASA DE DIOS ES NUESTRA CASA “Los mandatos del Señor son rectos y alegran el corazón; la norma del Señor es límpida y da luz a los ojos.”...