José Lucio León Duque

José Lucio León Duque
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sábado, 1 de noviembre de 2014

2 de noviembre, Conmemoración de los Fieles Difuntos

ESTAMOS EN LAS MANOS DE DIOS
“Los que confían en el Señor comprenderán la verdad y los que son fieles a su amor permanecerán a su lado, porque Dios ama a sus elegidos y cuida de ellos”.

Junto con la Solemnidad de Todos los Santos, celebramos la Conmemoración de los Fieles Difuntos y ello es un itinerario que nos enseña algunos aspectos que el cristiano debe tener en cuenta. En medio de la alegría que proporciona el hecho y la realidad de ser santos, bienaventurados, dichosos, se encuentra la esperanza en medio del dolor. Cuantas personas visitan los cementerios; cuántos elogios, flores, homenajes, a quienes ya no están físicamente entre nosotros, pero que se mantienen en el recuerdo de sus familiares y amigos.

“EL QUE NO AMA PERMANECE EN LA MUERTE

Uno de los puntos principales es el camino del amor. La liturgia de la Palabra que se nos presenta hoy deja entrever algunos aspectos fundamentales. En primer lugar, los justos están en las manos de Dios y no serán alcanzados por ningún tormento. Esto nos indica la infinita misericordia que el Padre Eterno tiene y cómo es su deseo, el hecho de estar en Él. En segundo lugar tenemos la esperanza de ver la bondad del Señor, de estar junto a Él y participar de Él para obtener la salvación. En tercer lugar, debemos luchar con ahínco, con dedicación, con compromiso, para así encontrar un equilibrio en el juicio que Dios nos hará.

Hacer algo por los demás será tomado en cuenta para nuestra calificación final. No nos asombremos de la decisión que nos comuniquen, no nos sintamos mal ni seamos indiferentes ante lo que Dios nos manifieste. Fijémonos en algo: la salvación nos viene gracias a las buenas obras que junto a la fe, todos y cada uno de nosotros realicemos a lo largo de nuestra vida. ¿Cuándo hemos visto a Dios en los demás? ¿Cuándo nos hemos colocado al nivel de tantos hermanos nuestros para ver en ellos a Dios? ¿Cuándo nos hemos colocado en la situación de nuestros hermanos, los cuales han necesitado y necesitan de una ayuda, de una colaboración, de un consejo?

Si alejamos a Dios de la vida cotidiana y no lo acercamos a la vida con nuestro prójimo, estamos separándonos de la recompensa que nos tiene preparada el Señor y por tanto, la muerte, nuestra muerte, no será ya un encuentro pleno con Dios, sino un desvío de nuestra alma a la oscuridad eterna. Recordemos siempre que “conocemos lo que es el amor, en que Cristo dio su vida por nosotros. Así también debemos nosotros dar la vida por nuestros hermanos”.

MARÍA, NOS GUÍA HACIA LA SALVACIÓN

En la vía que nos conduce a Jesús y por ende, a la salvación, encontramos la presencia de nuestra madre del cielo María Santísima. Ella, sierva del Señor, nos da la posibilidad de caminar con Él hacia la verdadera salvación. Ser discípulos fieles nos da la confianza para hacer bien las cosas y dar así testimonio de vida, de esta manera seremos parte de los bienaventurados, habiendo pasado, cuando Dios lo quiera, por el dolor de la muerte que en definitiva, es camino hacia la felicidad, la vida eterna. Así sea.

"En el momento de la muerte, no se nos juzgará por la cantidad de trabajo que hayamos hecho, sino por el peso de amor que hayamos puesto en nuestro trabajo. (Beata Teresa de Calcuta)

José Lucio León Duque

joselucio70@gmail.com

viernes, 31 de octubre de 2014

1 de noviembre, Solemnidad de Todos los Santos.

A EJEMPLO DE JESÚS
“Alégrense y regocíjense, porque grande será su recompensa en el cielo”

I° lectura: Ap 7, 2-4.9-14; Salmo: 23; II° lectura: 1Jn 3, 1-3; Evangelio: Mt 5, 1-12

Hace algún tiempo, leía lo siguiente: “…los santos, para dicha nuestra y de ellos mismos, fueron hombres -y mujeres- de carne y hueso como nosotros” (Felice Accrocca, “Tommaso da Cori, Amico di Dio e degli uomini”). Leyendo esto y reflexionando sobre lo que la liturgia de la Palabra nos presenta en este día, podemos tener la certeza que Dios nos llama a caminar, ya desde ahora, en las vías de la santidad.

La multitud de los santos, presente en las lecturas y manifestada en la Iglesia, nos da a entender que debemos ver más allá de lo que comúnmente tenemos frente a nosotros. Debemos sentir la certeza que el camino escogido no es el equivocado y que el amor que Dios nos ha tenido y por el que somos sus hijos, nos permitirá alcanzar el premio que está preparado para los bienaventurados.

JESÚS NOS ENSEÑA EL CAMINO

Bienaventurados los pobres de espíritu, los que lloran, los sufridos, los que tienen hambre y sed de justicia, los misericordiosos, los limpios de corazón, los que trabajan por la paz…todos serán llamados hijos de Dios (Evangelio). Esta certeza es el camino de esperanza que Dios nos da para que seamos testigos de su palabra y la hagamos vida en la cotidianidad.

Santos somos los miembros de la Iglesia, santos son todos los que han seguido y siguen el ejemplo de Jesús, santos son los que oficialmente son reconocidos por la Iglesia y aquellos, que aún no siendo reconocidos públicamente, han sido testigos del amor de Dios en medio del mundo. Sentir que la santidad es un peso es no darnos cuenta que esa es la razón de vivir del cristiano.

El maestro llama bienaventurados a aquellos que forman parte del corazón de Dios; a los que viven sin pensar en ambigüedades; a los que sin serlo, se sienten excluidos por los que, no siéndolo, se sienten dueños de las conciencias. El Evangelio nos promete una recompensa y ella se da, solo en la medida que seamos conscientes y responsables del cumplimiento de nuestros deberes como cristianos.

¿Quiénes son los santos? No dejemos nunca de preguntárnoslo, no pasemos de largo ante la propuesta de llegar a serlo y cada día esforcémonos por vivir los preceptos del Evangelio con obras de caridad, poniendo por obra lo que creemos gracias a la fe.

MARÍA SANTÍSIMA, REINA DE TODOS LOS SANTOS…

En las letanías damos a Nuestra Madre del cielo un calificativo muy significativo. La Madre de Dios es la Reina de Todos los Santos, es quien nos da ejemplo de humildad para poder dar fe que es posible llegar a ser bienaventurados ya que “todo el que tenga puesta en Dios esta esperanza, se purifica a sí mismo para ser tan puro como Él”… Así sea.

“No podemos decir al mismo tiempo quiero y no quiero: quiero ser santo y no quiero serlo. Deberíamos preguntarnos porque no somos santos gozando de la presencia y bendición de Cristo en el tabernáculo y de la posibilidad de recibir su cuerpo y su sangre en la comunión”. (Beata Teresa de Calcuta)

José Lucio León Duque

joselucio70@gmail.com

IIIº Domingo de Cuaresma, 7 de marzo de 2021

LA CASA DE DIOS ES NUESTRA CASA “Los mandatos del Señor son rectos y alegran el corazón; la norma del Señor es límpida y da luz a los ojos.”...