La cruz,
signo del amor de Dios
“Tanto amó Dios al mundo que entregó a su Hijo único para que no perezca ninguno de los que creen en él, sino que tengan vida eterna.”
I° lectura: Num 21, 4b-9; Salmo: 77; II° lectura: Fil 2, 6-11; Evangelio: Jn 3, 13-17
La señal del cristiano -es sabido desde siempre- ha sido y será la cruz. La liturgia de la Palabra, nos lleva al lugar que nos ha dado la salvación: la cruz. Las lecturas de este domingo nos muestran de manera evidente el hecho de la exaltación. En la primera lectura, el hecho mismo de levantar la serpiente en el desierto, es prefiguración de la cruz en la cual hemos encontrado la salvación. Dicha exaltación se muestra en la vida del cristiano y específicamente en San Pablo -segunda lectura-, en el hecho de ver que “Dios lo exaltó dándole el Nombre sobre todo Nombre”, otorgándonos así la salvación. En el Evangelio, Jesús hablando a Nicodemo, anticipa la exaltación de la cruz, haciendo de ello el camino de salvación que el recorrerá para que nosotros sigamos su ejemplo.
Dios ama la humanidad…
La fiesta de este domingo muestra el tema central de la cruz -un tema actual-, y lo presenta como itinerario de salvación que debemos seguir sin objeción. La cruz es signo fundamental del amor de Dios. Este signo se presenta como instrumento de paz y de armonía en medio de las vicisitudes que se presentan cotidianamente. La presencia de la cruz en la vida del cristiano es una ocasión para reflexionar algunas cosas importantes presentes igualmente en la actualidad. En primer lugar, la cruz de Jesús está en medio del mundo, en la vida cotidiana. A través de ella, Él nos salva, nos redime y purifica cada vez que nos acercamos al prójimo, con el fin de ayudarlo en sus necesidades. En segundo lugar, esa salvación es garantía de paz y solidaridad, ya que la ausencia de estos valores es la causa del alejamiento de muchas personas del amor de Dios. En tercer lugar, la fiesta de hoy nos permite colocar la cruz en su lugar, en el sitio que le corresponde: en el corazón de todos y cada uno de nosotros. La cruz se convierte, por tanto, en signo de adoración, de vida, de paz, de resurrección, de redención. A través de su presencia, exaltada por el mismo Jesucristo, podemos recorrer un camino en el cual comprendamos que el amor de Dios es más grande que cualquier otra cosa…¡arriesguémonos y unámonos al amor misericordioso de aquel que, en la cruz y por ella, nos dio vida y salvación!
María, testigo fiel de la cruz
Junto a María, podemos y debemos ofrecer nuestra vida a los pies de la cruz. Este signo de salvación debe ser nuestra bandera y el signo que nos acompañe en nuestro caminar, dirigiendo la mirada y el corazón a la Evangelización a la que todos estamos llamados a participar activamente.
I° lectura: Num 21, 4b-9; Salmo: 77; II° lectura: Fil 2, 6-11; Evangelio: Jn 3, 13-17
La señal del cristiano -es sabido desde siempre- ha sido y será la cruz. La liturgia de la Palabra, nos lleva al lugar que nos ha dado la salvación: la cruz. Las lecturas de este domingo nos muestran de manera evidente el hecho de la exaltación. En la primera lectura, el hecho mismo de levantar la serpiente en el desierto, es prefiguración de la cruz en la cual hemos encontrado la salvación. Dicha exaltación se muestra en la vida del cristiano y específicamente en San Pablo -segunda lectura-, en el hecho de ver que “Dios lo exaltó dándole el Nombre sobre todo Nombre”, otorgándonos así la salvación. En el Evangelio, Jesús hablando a Nicodemo, anticipa la exaltación de la cruz, haciendo de ello el camino de salvación que el recorrerá para que nosotros sigamos su ejemplo.
Dios ama la humanidad…
La fiesta de este domingo muestra el tema central de la cruz -un tema actual-, y lo presenta como itinerario de salvación que debemos seguir sin objeción. La cruz es signo fundamental del amor de Dios. Este signo se presenta como instrumento de paz y de armonía en medio de las vicisitudes que se presentan cotidianamente. La presencia de la cruz en la vida del cristiano es una ocasión para reflexionar algunas cosas importantes presentes igualmente en la actualidad. En primer lugar, la cruz de Jesús está en medio del mundo, en la vida cotidiana. A través de ella, Él nos salva, nos redime y purifica cada vez que nos acercamos al prójimo, con el fin de ayudarlo en sus necesidades. En segundo lugar, esa salvación es garantía de paz y solidaridad, ya que la ausencia de estos valores es la causa del alejamiento de muchas personas del amor de Dios. En tercer lugar, la fiesta de hoy nos permite colocar la cruz en su lugar, en el sitio que le corresponde: en el corazón de todos y cada uno de nosotros. La cruz se convierte, por tanto, en signo de adoración, de vida, de paz, de resurrección, de redención. A través de su presencia, exaltada por el mismo Jesucristo, podemos recorrer un camino en el cual comprendamos que el amor de Dios es más grande que cualquier otra cosa…¡arriesguémonos y unámonos al amor misericordioso de aquel que, en la cruz y por ella, nos dio vida y salvación!
María, testigo fiel de la cruz
Junto a María, podemos y debemos ofrecer nuestra vida a los pies de la cruz. Este signo de salvación debe ser nuestra bandera y el signo que nos acompañe en nuestro caminar, dirigiendo la mirada y el corazón a la Evangelización a la que todos estamos llamados a participar activamente.
Preparemos nuestro corazón para recibir el amor de Dios a través de la Eucaristía, en la cual Cristo se inmola por todos y cada uno de nosotros; a través de su Palabra, que debemos proclamar como discípulos por todas partes y de la Evangelización, por medio de la cual llevaremos el mensaje a todos los que lo necesiten, de manera especial a los pobres y excluidos.
P. José Lucio León Duque