José Lucio León Duque

José Lucio León Duque
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sábado, 10 de octubre de 2020

XXVIII° Domingo del Tiempo Ordinario, 11 de octubre de 2020

 

SACIADOS POR DIOS
El Señor es mi pastor, nada me falta, en verdes praderas me hace reposar, me conduce hacia fuentes tranquilas y repara mis fuerzas…”

I° lectura: Is 25, 6-10; Salmo: 22; II° lectura: Fil 4, 12-14. 19-20; Evangelio: Mt 22, 1-14
 
Permanecer en la corazón de quien desea que estemos bien, es una de las cosas que debemos tener siempre en cuenta. El Señor nos invita nuevamente a una comida, a participar de su amor y su misericordia, en lo que todos tenemos un lugar, no hay exclusión por parte de Dios, hay pereza y lentitud por parte del hombre.
 
Dios prepara su banquete para que todos y cada uno de nosotros se salve, se sienta bien y participe de su vida (I° lectura). Él es el pastor en quien confiamos y que nos guía por senderos justos (Salmo). Así mismo, Dios remedia nuestras necesidades por medio de Jesús (II° lectura), por su infinita misericordia.

TODOS ESTAMOS INVITADOS…


Jesús sigue hablándonos en parábolas y nos explica lo que es el Reino de los cielos. Él nos lo presenta como un banquete de bodas que prepara un rey para su hijo, y a él invita a un grupo de personas. Cuando se nos invita cada domingo al banquete de la Eucaristía, tenemos el deber de reflexionar sobre el hecho de cómo debe ser nuestra participación a la comida espiritual que se nos da.
 
Hay algunos aspectos que podemos meditar en este domingo. Ante todo, hay una invitación que se hace y se manifiesta como un momento especial para los invitados que son tomados en cuenta. Es, en segundo lugar, una invitación para todos, pero que en ocasiones se rechaza buscando pretextos para no participar. En tercer lugar, quien finalmente acepta, debe estar en condiciones para estar en el banquete, debe vestirse con lo mejor que tiene. Esto se traduce en lo que debemos tener en cuenta para ser buenos cristianos. Estamos invitados por Dios a participar siempre de su amor, de su misericordia, de su vida.
 
La oración, los ejercicios de piedad, la participación en la Eucaristía, nuestra convicción de fieles discípulos y la extensión de la Palabra de Dios a través de los medios que tenemos actualmente, nos llevan a ser aceptados en el gran banquete que nos ofrece el Señor. La misión de ser cristianos y discípulos de Jesús es garantía de una buena participación en la Iglesia, de una verdadera evangelización a todos los hombres y mujeres de buena voluntad y del reflejo en cada persona del significado de la fraternidad. Asistamos al banquete, ¡allí nos esperan!

MARÍA SANTÍSIMA NOS ACOMPAÑA EN EL BANQUETE
 
La Virgen Santísima, nuestra madre del Rosario, nos enseña a participar del banquete del amor y de la paz que Dios nos ofrece. Con la humildad, la piedad y el amor a Dios, podremos sentirnos partícipes de la misión en la que todos podemos y debemos participar.
 
Acerquémonos a Dios, a nuestra comunidad parroquial, a nuestros sacerdotes. Participemos en lo que nos propone la Iglesia a través de los Medios de Comunicación, evangelicemos nuestra vida y nuestra familia. Formemos parte activa de la Iglesia que nos llama a ser misioneros de la Palabra de Dios y discípulos fieles de esa Palabra que es vida y verdad, allí donde estemos.  Así sea.
 
Señor Jesús, Maestro del amor y de la vida, Santo Cristo del Rostro Sereno,
te pedimos por el mundo entero, por nuestro país Venezuela a ti consagrado.
Estamos en tus manos y en ellas tenemos la confianza de
recibir la sanación y la liberación que necesitamos.
Estamos ante ti, sin miedo y con esperanza, recibiendo el regalo de tu presencia en la Eucaristía, de tu misericordia, de la nueva creación, de la luz.
Te pedimos por todos y cada uno de nosotros, quienes ratificamos nuestra adhesión a ti y nuestro servicio misionero en pro de los más necesitados.
Te encomendamos los enfermos, los más débiles, los pobres y excluidos.
Confiamos en ti y nos refugiamos en tu amor.
Señor de la paz, de la salud y de la misericordia, escucha la súplica de tus hijos en esta hora en la que estamos y debemos estar más unidos que nunca ante el flagelo que azota al mundo entero. Así sea.
 

Oramos y felicitamos a la Diócesis de San Cristóbal en Venezuela por sus 98 años. Encomendamos a Dios las intenciones de nuestros Obispos, sacerdotes, seminaristas y pueblo de Dios.

¡Caminamos juntos Hacia los 100 años!

#YoMeQUedoEnCasa
#HoyMasUnidosQueNunca
#YoTengoUnAmigoSacerdote
 
José Lucio León Duque
Sacerdote de la Diócesis de San Cristóbal

 

 

XXVII° Domingo del Tiempo Ordinario, 4 de octubre de 2020

 

TRABAJAR EN LA VIÑA: PERO DE VERDAD
“Todo lo que es verdadero, noble, justo, puro, amable, laudable, todo lo que es virtud o mérito, ténganlo en cuenta.”
 
I° lectura: Is 5, 1-7; Salmo: 79; II° lectura: Fil 4, 6-9; Evangelio: Mt 21, 33-43

La viña del Señor es el campo donde todos y cada uno de nosotros debe trabajar y servir. Al respecto, la liturgia de la Palabra de cada domingo y de este en especial, nos presenta la viña como escenario del trabajo en el que se pueden incluir personajes buenos y malos.  Quienes deseen trabajar en la viña en los campos del Señor, deben ser justos y rectos, lamentablemente en muchas ocasiones, se presentan personas que no quieren cultivar paz y armonía, sino que proporcionan destrucción y división.

“ESTE ES EL HEREDERO…”
 
El Evangelio narra el episodio de unos trabajadores con malas intenciones, los cuales no respetaron al dueño de la viña, ni a los mensajeros, ni al hijo; prefirieron la muerte y la destrucción al progreso y al desarrollo. Para trabajar en la viña, se nos proponen elementos esenciales para no caer en la destrucción del trabajo que se debe realizar. 
 
Un primer elemento es el servicio. Servir es sinónimo, en este caso, de entrega al trabajo encomendado y de allí debemos partir para hacer las cosas bien. Un segundo elemento es la docilidad, que no significa ser esclavo, sino tener disponibilidad y humildad al momento de realizar el servicio. Un tercer elemento es el deseo de construir y, al respecto, Jesús nos propone en el Evangelio que debemos construir en nombre de Dios, del único maestro y de quien viene la salvación. La paz y la justicia se hacen presentes nuevamente en la liturgia de la palabra y a esos dos pilares nosotros debemos acercarnos. Llevar el Evangelio a todas partes es nuestro servicio; ser disponibles en anunciarlo y vivirlo es nuestra tarea y mantener lo que hacemos en el nombre de Dios, es signo de construcción en medio de un mundo lleno de dificultades y vicisitudes.
 
Cada vez que nos comportamos como verdaderos discípulos estamos siendo partícipes de la vida en Cristo, el heredero que nos envía Dios para que nosotros seamos fieles servidores. Mirando el comportamiento de los obreros de la viña, nos damos cuenta que nuestra misión tiene un matiz profundo de responsabilidad, la cual se manifiesta en la fe que profesamos, en la oración que elevemos constantemente a Dios y en las obras de bien que realizamos, confiando plenamente y dando testimonio como discípulos de Jesucristo, servidores, disponibles y fieles.

MARÍA SANTÍSIMA, SIERVA HUMILDE DEL SEÑOR
 
Cada vez que vayamos a emprender una misión, encomendémonos a María nuestra Madre. Ella nos enseña a ser humildes y sencillos en medio de la misión de extender la Palabra de Dios a todas partes y a todas las personas. Encaminémonos de verdad en el servicio y en la misión que nuestra diócesis emprende, y demos nuestro aporte para que todos los hombres y mujeres, sientan en su corazón el deseo de seguir el amor, la paz y la justicia que nos ofrece y nos da el Señor. Así sea.
 
Recordemos que donde se reza el rosario no falta lo necesario, honremos a nuestra Madre del cielo cada día con esta práctica de piedad.
 
Señor Jesús, Maestro del amor y de la vida, Santo Cristo del Rostro Sereno,
te pedimos por el mundo entero, por nuestro país Venezuela a ti consagrado.
Estamos en tus manos y en ellas tenemos la confianza de
recibir la sanación y la liberación que necesitamos.
Estamos ante ti, sin miedo y con esperanza, recibiendo el regalo de tu presencia en la Eucaristía, de tu misericordia, de la nueva creación, de la luz.
Te pedimos por todos y cada uno de nosotros, quienes ratificamos nuestra adhesión a ti y nuestro servicio misionero en pro de los más necesitados.
Te encomendamos los enfermos, los más débiles, los pobres y excluidos.
Confiamos en ti y nos refugiamos en tu amor.
Señor de la paz, de la salud y de la misericordia, escucha la súplica de tus hijos en esta hora en la que estamos y debemos estar más unidos que nunca ante el flagelo que azota al mundo entero. Así sea.
 
#YoMeQUedoEnCasa
#HoyMasUnidosQueNunca
#YoTengoUnAmigoSacerdote
 
José Lucio León Duque
Sacerdote de la Diócesis de San Cristóbal

XXVI° Domingo del Tiempo Ordinario, 27 de septiembre de 2020

 

VIVIR COMO JESÚS
“No obren por rivalidad ni por ostentación, déjense guiar por la humildad y consideren siempre superiores a los demás. No se encierren en sus intereses, sino busquen todos el interés de los demás. Tengan entre ustedes los sentimientos propios de Cristo Jesús.”.
 
I° lectura: Ez 18, 25-28; Sal: 24, 4bc-5. 6-7. 8-9; I° lectura: Fil 2, 1-11; Evangelio: Mt 21, 28-32
 
La situación actual que vive la humanidad en la cual se sumergen los sentimientos y experiencias del hombre, nos sirve para reflexionar y entender la liturgia de este domingo. El itinerario que nos lleva a Dios es su palabra, su vida, su acción entre nosotros, su presencia constante en nuestros corazones, su infinita misericordia. Las lecturas de esta jornada nos presentan el modo cómo debemos actuar, vivir y ser discípulos del Señor.
 
UNA RESPUESTA A LA VOZ DE DIOS
 
La vía que nos conduce a Dios se manifiesta en lo cotidiano, en la praxis de la vida, en lo que realmente se refiere a lo propio del cristiano. El Evangelio de hoy nos da unas pautas importantes y fundamentales que nos llevan a entender la misión a la que se nos llama. Se nos muestra ante todo la importancia de escuchar la voz de Dios que nos invita a trabajar por Él y quien espera a su vez, una respuesta positiva por parte de sus hijos. En un segundo momento se nos presenta la actitud de arrepentimiento que debemos tener cuando no cumplimos con la propia obligación, dejándonos llevar por la falta de responsabilidad, que no nos lleva a cumplir la voluntad de Dios. Todo esto nos encamina a un tercer punto: entender que nuestra misión de cristianos va dirigida a todos sin exclusión. La respuesta de los dos hijos del Evangelio puede ser la nuestra: decimos si o decimos no, hacemos las cosas o no las hacemos, ¿hacia dónde se dirige nuestra vida?
 
Es necesario descubrir el sentido verdadero de la fraternidad, reflejada totalmente en la vida cotidiana y en el amor al prójimo. Jesús es tajante ante la actitud de quienes viven de la apariencia: “les aseguro que los publicanos y las prostitutas les llevan la delantera en el camino del reino de Dios”; esto es, no un llamado de atención, sino una afirmación ante ciertos cristianos que no llevan el Evangelio de Jesús a todas partes sino que esperan que, de todas partes, lleguen las personas. Nuestra misión es más que una apariencia, más que un si o un no, más que una vida compleja a causa de los obstáculos que nosotros mismos colocamos. La misión es penetrar el corazón del hombre de hoy, llenar las lagunas que existen, enseñar y proclamar la palabra de Dios, atrayendo a todos hacia Él.
 
Es por ello que debemos vivir como Jesús, el hombre nuevo, el que no hace alarde de su categoría divina, el que es justo y misericordioso…siguiendo su ejemplo, teniendo sus mismos sentimientos, quitaremos de raíz el odio, el egoísmo, la mentira, la calumnia, el pecado, y podremos luchar por una Iglesia y una sociedad justa en la que exista unidad y solidaridad en el nombre de Dios.
 
FIELES AL AMOR DE MARÍA
 
Nuestra Madre del Cielo nos guía, nos acompaña y nos lleva de la mano. Ella es fiel y nos enseña a serlo también nosotros. Sigamos su ejemplo y dejémonos inundar del amor infinito y misericordioso de Dios que, como nos dice el Salmo de hoy, “es bueno y es recto, y enseña el camino a los pecadores; hace caminar a los humildes con rectitud, enseña su camino a los humildes”. Así sea.
 
Señor Jesús, Maestro del amor y de la vida, Santo Cristo del Rostro Sereno,
te pedimos por el mundo entero, por nuestro país Venezuela a ti consagrado.
Estamos en tus manos y en ellas tenemos la confianza de
recibir la sanación y la liberación que necesitamos.
Estamos ante ti, sin miedo y con esperanza, recibiendo el regalo de tu presencia en la Eucaristía, de tu misericordia, de la nueva creación, de la luz.
Te pedimos por todos y cada uno de nosotros, quienes ratificamos nuestra adhesión a ti y nuestro servicio misionero en pro de los más necesitados.
Te encomendamos los enfermos, los más débiles, los pobres y excluidos.
Confiamos en ti y nos refugiamos en tu amor.
Señor de la paz, de la salud y de la misericordia, escucha la súplica de tus hijos en esta hora en la que estamos y debemos estar más unidos que nunca ante el flagelo que azota al mundo entero. Así sea.
 
#YoMeQUedoEnCasa
#HoyMasUnidosQueNunca
#YoTengoUnAmigoSacerdote
 
José Lucio León Duque
Sacerdote de la Diócesis de San Cristóbal

XXV° Domingo del Tiempo Ordinario, 20 de septiembre de 2020

 

LA JUSTICIA, CAMINO DE LA VERDAD
"Busquen al Señor mientras lo pueden encontrar, invóquenlo mientras está cerca; que el malvado abandone su camino, y el criminal, sus planes; que regrese al Señor, y él tendrá piedad"

I° lectura: Is 55,6-9; Salmo: 144; II° lectura: Fil 1, 20-24. 27; Evangelio: Mt 20, 1-16

Seguir el camino de la verdad, es seguir la vida en Jesús: es ser sus discípulos, es colocar en práctica el infinito amor misericordioso de Dios en medio de su pueblo, es vivir la justicia. La liturgia de la Palabra en este domingo, nos muestra de manera clara y transparente los planes de Dios para con todos nosotros.

En la primera lectura, el Señor nos invita a ser fieles, a reconocer que muchas veces no pensamos en nombre de Dios, no seguimos sus caminos y, por tanto, nos alejamos del mensaje de la verdad. Es por ello que se hace necesario dejar las malas acciones y buscar a Dios, el justo, el misericordioso y el bondadoso -tal como nos lo dice el Salmo-.

En la segunda lectura el itinerario se hace más claro y preciso para el cristiano: debemos configurarnos con Cristo y ojalá pudiésemos decir como San Pablo "para mí, la muerte es una ganancia", eso nos lleva a ser verdaderos dispensadores de la Palabra del Evangelio.

DIOS, EL JUSTO, NOS LLAMA

El Evangelio de hoy, es clave para dar una lectura precisa de lo que Dios desea de nosotros. Ante todo nos llama, nos busca y nos ofrece trabajar para Él, para su viña. Luego nos ofrece una recompensa, igual y justa para todos. Él paga a los trabajadores un salario justo y equilibrado, ya que así fue lo acordado con cada uno de quienes fueron buscados y encontrados para trabajar. Al final de la jornada, cada quien recibe una paga y ante la mirada atónita y sorpresiva de los primeros contratados, el patrón habla con autoridad: "Amigo, no te hago ninguna injusticia… ¿Es que no tengo libertad para hacer lo que quiera en mis asuntos? ¿O vas a tener tú envidia porque yo soy bueno?".

El cristiano de hoy, muchas veces no se conforma con lo que Dios da, ya que falta la fe y la confianza en la Palabra del Señor dejando apagar esa luz y no cultivándola como se debe. Con esto no se pretende minimizar la actitud del hombre sino se desea despertar y estimular el deseo de amar a Dios y confiar más en Él. Jesús nos busca, nos llama, quiere hacernos sus discípulos y para ello debemos trabajar con Él, junto a Él.

Estamos llamados a ser justos, a participar del amor de Dios presente en el mundo, a ser tolerantes, aceptar el prójimo, buscar la paz y practicar la justicia; estos elementos no pueden perderse en el ocaso de la historia, sino deben florecer en el corazón de aquellos que siguen el Evangelio de la verdad.

MARÍA, MADRE DEL DIOS JUSTO

En el Magníficat, la Santísima Virgen María, proclama la grandeza de Dios presente en la humildad de su corazón y en la vida de tantas personas que practican la sencillez y la entrega total a Dios. Sigamos su ejemplo y seamos fieles colaboradores y discípulos de Jesús, quien nos busca y nos llama a vivir la justicia en medio del pueblo. Así sea.

Señor Jesús, Maestro del amor y de la vida, Santo Cristo del Rostro Sereno,
te pedimos por el mundo entero, por nuestro país Venezuela a ti consagrado.
Estamos en tus manos y en ellas tenemos la confianza de
recibir la sanación y la liberación que necesitamos.
Estamos ante ti, sin miedo y con esperanza, recibiendo el regalo de tu presencia en la Eucaristía, de tu misericordia, de la nueva creación, de la luz.
Te pedimos por todos y cada uno de nosotros, quienes ratificamos nuestra adhesión a ti y nuestro servicio misionero en pro de los más necesitados.
Te encomendamos los enfermos, los más débiles, los pobres y excluidos.
Confiamos en ti y nos refugiamos en tu amor.
Señor de la paz, de la salud y de la misericordia, escucha la súplica de tus hijos en esta hora en la que estamos y debemos estar más unidos que nunca ante el flagelo que azota al mundo entero. Así sea.
 
#YoMeQUedoEnCasa
#HoyMasUnidosQueNunca
#YoTengoUnAmigoSacerdote
 
José Lucio León Duque
Sacerdote de la Diócesis de San Cristóbal

IIIº Domingo de Cuaresma, 7 de marzo de 2021

LA CASA DE DIOS ES NUESTRA CASA “Los mandatos del Señor son rectos y alegran el corazón; la norma del Señor es límpida y da luz a los ojos.”...