Jesús: nuestra alegría y nuestro gozo…
I° lectura: Hch 10,14ª 37-43, Salmo: 117, II° lectura: Col 3,1-4
Evangelio: Jn 20,1-9
“Este es el día en que actuó el Señor…Aleluya”
El itinerario que hemos recorrido nos ha traído a este día: la resurrección, día de amor y de paz. Jesús nos da testimonio de vida y de amor, ya que “pasó haciendo el bien” y nos enseña a estar unidos a Dios y ser testigos de su obra (I° lectura). Es por ello que se estamos llamados a darle gracias por su amor y su misericordia, porque es bueno con cada uno de nosotros (Salmo); solo así podremos buscar “los bienes de arriba”, los de allá donde está Cristo y a lo que debemos aspirar (II° lectura).
“Eterna es su misericordia”
La resurrección es una puerta que se abre a la esperanza, al deseo de vivir como verdaderos hijos de Dios. El gozo que proporciona ver y sentir a Jesús vivo, es un gozo que no acaba. Ese gozo nos regala algunos elementos fundamentales: en primer lugar, la resurrección no hace olvidar la pasión, sino que, junto a ella, forma el camino que nos lleva a la salvación; es vivir el sufrimiento de la pasión y el gozo de la resurrección, única vía que nos conduce a Dios. En segundo lugar, la resurrección comporta dejar de lado el miedo y dar vía libre al anuncio del evangelio, sin temores, sin exclusión, sin discriminación, ya que el evangelio es vida, es unión, es luz, es esperanza. En tercer lugar, la resurrección es el camino que todos los cristianos debemos conocer y recorrer. Jesús, Dios y hombre verdadero, siervo sufriente, maestro victorioso, hermano y compañero de viaje en la vida de todos, nos da testimonio de cómo caminar en su presencia y cómo llevar su amor a todos. En este día celebramos el triunfo de la vida sobre la muerte, es el triunfo de Jesús, nuestro maestro y Señor, sobre la maldad y el pecado. Hoy es tiempo de proclamar que Jesús está vivo, que su mensaje es actual, su misericordia infinita y su presencia real; seamos testigos de su amor y no nos dejemos amedrentar por ideologías vanas ni por quienes no desean vivir el mensaje del Evangelio de la verdad.
María Santísima, madre del resucitado
El ejemplo de la Virgen María es claro y preciso: tener esperanza y confianza en Jesús. Ella siempre vivió en la paciencia ante el dolor, en el silencio ante los gritos de las multitudes y las injurias, en el amor ante todos aquellos que hemos sido confiados a su maternal protección. Ser testigos de la resurrección implica caminar junto a María y unirse a la nueva evangelización que, como discípulos y misioneros, todos estamos llamados a realizar y a vivir.
¡Felices Pascuas de Resurrección!
Jesús está vivo y desea estar siempre junto a todos y cada uno de nosotros.
P. José Lucio León Duque
joselucio70@gmail.com