José Lucio León Duque

José Lucio León Duque
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sábado, 16 de agosto de 2008

Domingo 17 de agosto de 2008

¡La grandeza de la fe!
“Señor, también los perritos se comen las migajas que caen de la mesa de sus amos”

I° lectura: Is 56,1.6-7; Salmo: 66; II° lectura: Rom 11,13-15.29-32; Evangelio: Mt 15, 21-28
Hay dos temas importantes en el itinerario de la palabra de Dios para hoy: la fe y la misericordia. Ellas nos han acompañado a través de los domingos y de una u otra forma, son pilares fundamentales para obtener la mirada amorosa de Dios. Cumplir la voluntad del Padre es adentrarse a vivir no en base a conceptos, sino a verdaderas experiencias de vida cristiana, donde más allá de ideologías inertes, tenemos el deber de promover la justicia, el derecho, la fidelidad, la igualdad, haciendo vida todo esto, en la vida cotidiana y en el lugar predilecto para ello: el altar de Dios (Iº lectura). Este es un indicador propicio para darnos cuenta que todos estamos llamados a buscar a Dios (Salmo) y así poder alcanzar su misericordia, sea cual fuere nuestra condición, raza o cultura (IIº lectura).

“Señor, hijo de David, ¡ten compasión de mi!”
La petición de la mujer que se dirige a Jesús en busca de misericordia y paz, nos debe llevar a pensar en varias cosas. En primer lugar, debemos saber pedir, y pedir con insistencia y humildad. La arrogancia y la falsa humildad que muchas veces se da en algunos cristianos, hace que la petición se desvanezca, se pierda. Es importante, por tanto, fundamentar lo que se pide en la oración y hacerlo con fe, tal como nos lo enseña la mujer del evangelio que, a pesar de la respuesta de Jesús, no pierde su ánimo ni el objetivo de la petición. En segundo lugar, debemos velar, cuidar con esmero lo que tenemos, los dones que Dios nos ha dado, las personas que nos ha encomendado, dando lo mejor de sí sin esperar recompensas humanas. En tercer lugar, aceptar la voluntad de Dios como un don precioso y no como resignación. Esto conlleva a vivir nuestra condición de discípulos y cristianos que somos. Saber pedir con insistencia y humildad nos lleva a sentir en nuestros corazones la misericordia y el amor que Dios tiene preparados para todos y cada uno de nosotros. Reflexionemos: ¿estamos dispuestos a pedir con humildad? ¿aceptamos la voluntad de Dios como un don? Miremos a nuestro alrededor y allí encontraremos el campo de servicio en el cual podremos llevar como fieles discípulos el mensaje de Jesús; un mensaje de fe, esperanza y caridad; un mensaje de justicia y de paz; un mensaje que no alivia por un momento, sino que llena para siempre el corazón de cada hombre y cada mujer que pide con sencillez.

María, maestra de fe…
De la mano con María, nuestra madre de la Consolación, podemos caminar seguros y con humildad para recoger aquellas migajas que se convierten en gozo y gracias abundantes. El Espíritu Santo nos ilumine y haga de todos y cada uno de nosotros fieles discípulos que sienten en su corazón la misericordia y la paz como un regalo amoroso de Dios. Así sea.

P. José Lucio León Duque

jueves, 14 de agosto de 2008

15 de agosto: Asunción de la Virgen María

¡Bendita tú entre las mujeres!
“Apareció en el cielo una figura prodigiosa:
una mujer vestida por el sol,
con la luna bajo sus pies y con una corona de
doce estrellas en la cabeza…”

¡Qué fiesta tan hermosa la de hoy! Este es un momento de fiesta que no se presenta sólo una vez al año, sino todos los días, ya que el amor por nuestra Madre de la Consolación es permanente. Cada año los fieles, no sólo del Táchira, sino de otros lugares de Venezuela y más allá, se acercan a los pies de nuestra Madre de la Consolación de Táriba, para decirle ¡gracias! y también para pedirle por diversas necesidades. Imaginemos a María, pensemos en lo que siente, piensa y conserva en su corazón cada vez que nos acercamos a pedirle algo. Sin duda alguna, siente lo que nuestras madres sienten, experimenta en su corazón la angustia por nuestro mal comportamiento y a la vez la alegría cada vez que nuestra actitud está acorde a la voluntad de Dios.

María Santísima nos abraza a todos
La victoria en nuestra vida nos viene por María. La Virgen es seguridad y garantía, ya que a través de ella, llegamos a Dios. Ella es madre sin excepción, ella acoge en su corazón a todos sin distinción, ella une en su vida a tantos y tantos hijos dispersos que están en constante búsqueda del verdadero camino, ella nos abraza a todos. María Santísima, la mujer vestida de sol, la madre de la consolación, la madre de quien viene todo amor y comprensión, nos cuida, nos protege y nos invita también a ser constantes, fieles y sobre todo, a comportarnos como buenos hijos. Ella se apresura a visitar a su prima Isabel. Ese gesto es muestra que, en medio de su silencio, existe un gran corazón y por ello fue conveniente que desde lo alto, el buen Dios se fijara en este ser tan especial y puro, tan maravilloso y sencillo, tan inmenso y humilde. María es verdadero modelo de humildad y comprensión, en ella se conjugan todas las prerrogativas necesarias para convertirse, como lo hizo, en ejemplo para todas las generaciones. Es evidente que la sencillez de María engrandece su imagen, su figura y su vida entera, enaltece lo que en una persona debiera ser algo normal: el amor de Dios presente en la vida cotidiana. María nos visita, nos acompaña, corre presurosa a atender a sus hijos, ¡bendita entre las mujeres! ¡bendita y dichosa porque estás con nosotros!, ¡bendita porque nos llevas en tu corazón!

María, ejemplo de la mujer de hoy…
El papa Juan Pablo II en su carta dirigida a las mujeres del año 1995 nos recuerda que “La Iglesia ve en María la máxima expresión del «genio femenino» y encuentra en Ella una fuente de continua inspiración”.

¡Bendita tú María! Porque no te rebajaste, sino diste plenitud a la humildad que nace de un corazón sincero…
¡Bendita tú María! Porque gracias a tu disponibilidad, se abrieron las puertas del corazón de Dios para que todos pudiésemos recibir sus gracias…
¡Bendita tú María! Porque nos das a tu hijo, para que con su vida, muerte y resurrección, seamos bendecidos, amados y salvados.
¡Bendita tú María! Madre de la Consolación, pues a todos nos das la posibilidad de apoyarnos en tu regazo y comprender que en ti está el camino que nos lleva a Jesús…
Acudamos fieles a nuestra Madre de la Consolación, acudamos con humildad y con convicción, pidámosle con fe por nuestra patria, por nuestro estado, por nuestra diócesis y llevemos el más grande regalo que un hijo puede dar a su madre: fidelidad, obediencia y amor. Así sea.
P. José Lucio León Duque

IIIº Domingo de Cuaresma, 7 de marzo de 2021

LA CASA DE DIOS ES NUESTRA CASA “Los mandatos del Señor son rectos y alegran el corazón; la norma del Señor es límpida y da luz a los ojos.”...