“En los pasos de José y María se esconden tantos
pasos. Vemos las huellas de familias enteras que hoy se ven obligadas a
marchar. Vemos las huellas de millones de personas que no eligen irse sino que
son obligados a separarse de los suyos, que son expulsados de su tierra. En
muchos de los casos esa marcha está cargada de esperanza, cargada de futuro; en
muchos otros, esa marcha tiene solo un nombre: sobrevivencia. Sobrevivir a los
Herodes de turno que para imponer su poder y acrecentar sus riquezas no tienen
ningún problema en cobrar sangre inocente.” (Papa
Francisco, Homilía en la noche de Navidad, 24 de diciembre de 2017)
I°
lectura: Eclo 3, 2-6. 12-14; Salmo: 127; II° lectura:
Col 3,12-21; Evangelio: Lc 2, 41-52
Este día es la continuación del itinerario que todo cristiano debe cultivar y construir: la vida en familia como don de Dios pidiendo para ella y para el mundo la luz de Dios y la paz. Las lecturas de este día nos preparan para comprender no sólo lo que es una familia, sino lo que en la vida cotidiana debemos hacer: honrar los padres, sobrellevarse mutuamente, perdonarse, ser luz y fomentar la unidad. Así mismo, se nos exhorta a reflexionar sobre la actual situación de la familia.
UN MENSAJE DE PAZ PARA LA FAMILIA Y EL MUNDO
La vida de todos
y cada uno de nosotros debe ser testimonio de paz, de unidad, de armonía. Ello se logra si
vivimos en el respeto, con educación, ayudando a quien lo necesita y
fortaleciendo nuestra fe. En medio del desinterés de muchos, tenemos el amor de
Jesús que nos hace parte de su familia con un amor total, aún en medio de las
dificultades que se puedan presentar.
La paz es el
signo que acompaña la existencia de tantas almas necesitadas de Dios; tantos hombres
y mujeres sedientos de su amor, deseosos de tranquilidad y de armonía; tantos
niños que más que un juguete necesitan cariño y ternura; tantos jóvenes que más
allá de vicios cargados de curiosidad, necesitan una mano amiga, que les
acompañen a ser auténticos portadores de esperanza. Esa es la realidad que
estamos llamados a ver con claridad: la situación de la familia hoy que se ve
manchada de corrupción, deshonestidad y carencia de valores, en medio del
llamado a tener esperanza y fe mirando con ilusión a Jesús que nace por nosotros.
La paz es signo
de amor en la familia,
cuando cada hombre y cada mujer asumen sus propios retos y sus propias
responsabilidades recordando el rol que tienen y el don que Dios les ha
regalado; cuando quienes gobiernan los pueblos se adhieren a vivir en unidad y
trabajar por ella y no se dejan llevar por intereses personales que, lejos de
ayudar al bien común, acercan al pueblo a la destrucción y a la desesperanza;
cuando quienes la predicamos, trabajamos y luchamos por ella, sin miedo y sin
temor, confiados en la presencia de Dios.
En este día se
nos invita a valorar lo que tenemos: nuestros padres, hermanos, amigos. Se
nos pide ser testigos en espíritu y verdad del amor de Dios, reflejado
concretamente en el rostro de tantos hermanos y hermanas nuestros, que mirando
al cielo claman a Dios para así poder mirar a la tierra y encontrar quien les
ayude. No dejemos que este fin de año sea uno más de tantos en los cuales el
protagonismo lo tienen las cosas materiales, las actitudes deshonestas, las
acciones que hunden al pueblo en la desesperanza. Estamos llamados a ser portavoces
del protagonismo que Jesús niño posee, no por deseos de poder sino con el mensaje
evangélico del amor real que solo Él nos puede dar.
CON LA SAGRADA FAMILIA
No dejemos apagar
la llama que la Navidad encendió en nuestros corazones; seamos esa luz
que camina hacia los sitios más recónditos dónde necesiten de ella. Llevémosla
junto a Jesús, José y María, a todas las familias, a todos los hogares, a
nuestro hogar, y si a alguno de ellos no podemos llegar, dejemos que se
extienda gracias a los sentimientos de unidad, de fe y de hermandad que existen
en nuestras comunidades, cultivando aún más el deseo de evangelizar en espíritu
y verdad sin excluir a nadie, siendo testigos de la verdad y la justicia.
“Sin Jesús no hay Navidad. Y si en el centro está
Él, entonces todo lo de alrededor: las luces, los sonidos, las tradiciones
locales, incluidas las comidas características, crean la atmósfera de la
fiesta. Pero si le quitamos a Él, la luz se apaga y todo se convierte en algo
falso, en solo apariencia”. (Papa Francisco, Audiencia del Miércoles, 27 de diciembre de
2017).
Para
todos nuestros lectores el más sincero deseo de paz. Que de ella se desprendan
los más hermosos sentimientos para todos sin distinción de raza o credo o condición
social. Luchemos para que nadie impida la entrada de la acción misericordiosa y
plena del amor de Dios en nuestros corazones, que nadie nos robe la paz y que
tengamos la valentía de llevar el mensaje del Evangelio de la Verdad. Dios y la
Virgen les bendigan. Así sea.
José Lucio León Duque
josélucio70@gmail.com