“La Sangre de Cristo nos
librará de nuestros pecados y nos restituirá nuestra dignidad. Nos liberará de
la corrupción. Sin mérito nuestro, con sincera humildad, podremos llevar a los
hermanos el amor de nuestro Señor y Salvador. Seremos sus ojos que van en busca
de Zaqueo y de la Magdalena; seremos su mano que socorre a los enfermos del
cuerpo y del espíritu; seremos su corazón que ama a los necesitados de
reconciliación, de misericordia y de comprensión”. (Papa
Francisco, 4 de junio
de 2015)
Iº lectura: Ex 24, 3-8; Salmo: 115; IIº lectura: Heb 9, 11-15; Evangelio:
Mc 14, 12-16. 22-26
Celebramos
la fiesta del Santísimo Cuerpo y Sangre de Cristo, y su presencia en la vida
del hombre. Hoy, vivimos junto a Jesús esa presencia
eucarística, siendo ella, certeza para todos nosotros de vida, esperanza y
salvación. Debemos, como verdaderos cristianos, recordar siempre a Dios, nunca
olvidarnos de los dones y gracias que nos concede, obedeciendo en todo momento,
ofreciendo sacrificios y glorificando su nombre y viendo en Jesús el mediador
de la nueva alianza.
JESÚS ESTÁ AQUÍ
“La Eucaristía actualiza la Alianza que nos santifica, nos
purifica y nos une en comunión admirable con Dios. Así aprendemos que la
Eucaristía no es un premio para los buenos, sino la fuerza para los débiles,
para los pecadores, es el perdón, el viático que nos ayuda a andar, a caminar”
(Papa Francisco, 4 de junio de 2015). Esa presencia eucarística es real, verdadera,
cierta, que se hace vida en cada hombre y mujer, en la medida que la
reconocemos como “fuente y cima de toda la vida cristiana” (LG 11).
La presencia real de Jesús en el Santísimo
Sacramento nos hace reflexionar sobre algunos puntos en especial: en primer lugar, es sacrificio que nos
redime, nos salva, nos purifica. En
segundo lugar, es misterio por el cual cada cristiano, creyente y amante de
la Eucaristía, siente admiración, viviendo en plenitud la sagrada comunión. En tercer lugar, es sacramento, en el
cual nos deleitamos y participamos sin cesar, sabiendo que la presencia de
Jesús, nos alimenta en el cuerpo y en el alma. San Agustín en el Comentario al
Evangelio de San Juan, habla de la Eucaristía como “¡Sacramento de piedad, signo de unidad y vínculo de caridad!”.
La Misión del cristiano debe llevar como bandera el
amor a Jesús Eucaristía y a la Santísima Virgen María: unirnos a Dios para
llevar a todos el amor que viene de Él. Ello conlleva a creer y vivir la
fraternidad, la unión y el amor, si esto falta, la evangelización decae y no
produce fruto. Seamos amantes de la Eucaristía y fieles al mensaje del
Evangelio: “El que come mi carne y
bebe mi sangre habita en mí y yo en él.” (Jn 6, 57).
MARÍA, MUJER DE LA EUCARISTÍA
La
presencia de María Santísima, nuestra madre, es permanente y sincera. Ella,
conservando y guardando todo en su corazón, se convierte en discípula fiel que
nos enseña el camino que debemos seguir para unirnos cada vez más como testigos
fieles de la Eucaristía y del Evangelio de la verdad. Sigamos a Cristo, estemos
junto a él y confiemos plenamente en su presencia en medio de nosotros. Así sea.
José Lucio León Duque
joselucio70@gmail.com