“Hijos míos, no amemos de palabra y de boca, sino
de verdad y con obras. Quien guarda sus mandamientos permanece en Dios, y Dios
en él; en esto conocemos que permanece en nosotros: por el Espíritu que nos
dio.” (1Jn
3, 18.24)
Iº lectura: Hch 9,26-31; Salmo: 21; IIº lectura: 1Jn 3,18-24; Evangelio:
Jn 15,1-8
En este domingo se nos da la
oportunidad de encontrarnos con Dios a través de las relaciones humanas
cotidianas e ir cultivando lo que cada cristiano, de acuerdo al mandato de
Jesús, debe hacer.
Tengamos en cuenta que cada paso que damos, son muestras de amor que Dios nos
proporciona y en ellas encontramos la vía que nos lleva a la Salvación. La
primera lectura nos enseña la importancia fundamental de ser testigos del
evangelio y cómo debemos aprender a reconocer en quien es discípulo, el rostro
mismo de Dios. La segunda lectura da las pautas que el testigo del Evangelio,
debe tener como bandera: amar de corazón y no solo con las palabras, ello nos
conduce a ver en el mensaje de Jesús, Buen Pastor el modo justo para permanecer
en Él caminar como hijos de la luz.
LA MISIÓN DEL TESTIGO
La
actualidad nos muestra cómo debemos caminar en el nombre de Dios para que,
junto a Él, podamos extender con veracidad y testimonio, la Palabra que da
vida, que da esperanza e infunde plenamente la misericordia que tanto necesita
el mundo. Somos testigos del resucitado, somos testigos de una Palabra que debe
llevar vida y armonía a todos los hombres y mujeres de mundo, somos testigos de
la santidad que estamos llamados a vivir y de la ayuda que debemos, como
Iglesia, prestar sin exclusión a todo el que necesita de Dios.
Este
domingo, en el cual se nos invita a permanecer en Jesús de corazón y no sólo
con las palabras, es un momento de gracia para cada uno de nosotros, para todos
aquellos que tal vez se sientan sin fuerzas para seguir adelante en medio de un
cúmulo de problemas; para aquellos en los que la esperanza es oscuridad, y la
impotencia es parte del quehacer diario.
Jesús nos
da la oportunidad de permanecer en Él, y en Él se nos da la potestad de amar
como Él amó, de llevar a nuestros hogares la paz y a sentir su presencia cierta
en un compartir que nunca pueda culminar, pues está presidido por Dios.
MARÍA, NOS AYUDA A PERMANECER JUNTO A JESÚS
La
presencia de Nuestra Madre del Cielo en nuestra vida es motivo para seguir
caminando en el nombre de Dios y con ello, proclamar su grandeza y poderío que
se traduce en esperanza y vida. Como testigos del Evangelio, debemos cultivar
los valores espirituales que nos permitan caminar por sendas de justicia y de
paz. Así sea.
José Lucio León Duque
joselucio70@gmail.com