Fuente de
paz y de amor…
“…nos gloriamos hasta de los sufrimientos, pues
sabemos que el sufrimiento engendra la paciencia, la paciencia engendra virtud
sólida, la virtud sólida engendra la esperanza y la esperanza no defrauda…”
I°lectura: Pro 8, 22-31; Salmo: 8; II°lectura: Rom 5,1-5; Evangelio:
Jn 16, 12-15
El gozo del amor de Dios nos regala una gran fiesta. La Pascua no termina, Emaús continua haciéndose vida cada día; la presencia de Jesús en el cenáculo del corazón del hombre es símbolo constante en la espiritualidad de todos los cristianos.
Cada celebración inicia invocando la Trinidad: en el
nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo. Es así que, nombrando con
el corazón y los labios a Dios, somos testigos de su vida en nosotros. En este
domingo se nos invita a alabar a Dios y admirarlo en sus obras y acciones;
pidiendo constantemente su amor y su misericordia para que, creyendo en Él,
seamos partícipes de la salvación.
La comunión con la Trinidad es vida…
La liturgia de la palabra, nos propone tener paz
y vivir en ella. Ella es parte fundamental del comportamiento del cristiano,
que desea cumplir la voluntad de Dios. A través de los siglos, se
ha dado importancia suma a la presencia de la Trinidad en la vida del hombre y
ello conlleva a meditar sobre las tres personas divinas.
El padre,
creador y rico en misericordia, nos muestra la grandeza de cada ser creado, de
cada cosa que existe, de todo aquello que nos hace alabar su nombre y
glorificarlo por siempre.
El Hijo, salvador y hermano nuestro, por quien
todo existe y en quien debemos confiar, escuchar su palabra y seguirlo como
fieles discípulos.
El Espíritu Santo, el santificador, que nos consuela,
nos anima y dirige nuestros corazones a estar convencidos de su presencia en
medio de todos. Dios, uno y trino, se hace vida en cada hombre y en cada mujer;
se hace vida en lo cotidiano, se hace justicia cuando se presenta lo contrario;
se hace amor cuando existe rencor; se hace realidad y verdad cuando la mentira
y la desesperanza inundan el ambiente.
Con motivo de la fiesta de la Santísima
Trinidad, meditemos esta frase: “Oh misterio incomprensible, del cual todos
se maravillan y en el cual se asombran sin cesar todas las gentes”. No
se trata aquí de pensar en el misterio como algo que no se entiende, es
maravillarse de aquello que, aún mostrándose como incomprensible, es real,
verdadero y se presenta como el modelo que debemos seguir…
La Virgen María en la Trinidad
Cada día que pasa, tiene momentos concretos en
los cuales la mirada al cielo debe ir acompañada de una jaculatoria u oración a
la Santísima Trinidad. Ella está en nuestras vidas y junto a ella, contamos con
la presencia maternal de María Santísima.
Nuestra madre del cielo nos guía
hacia la convicción de la presencia constante de Dios quien nos hace discípulos
de su Hijo y, con la protección del Espíritu Santo, nos da la fuerza para
unirnos a la Misión Evangelizadora, a la que todos estamos llamados como
mensajeros de la paz, discípulos y misioneros.
P. José
Lucio León Duque
joselucio70@gmail.com