“El que no ama no ha conocido a Dios, porque Dios
es amor. Así Dios nos manifestó su amor: envió a su Hijo único al mundo, para
que tuviéramos Vida por medio de él.” (1Jn 4, 8-9)
Iº lectura: Hch 10,25-26.34-35.44-48; Salmo: 98; IIº lectura: 1Jn 4,7-10; Evangelio:
Jn 15,9-17
Las lecturas de hoy se refieren a
uno de los temas más importantes y fundamentales que todo cristiano debe vivir
y experimentar: el amor. En el libro de los Hechos de los Apóstoles, vemos cómo escuchar la
Palabra de Dios nos lleva a recibir el Espíritu Santo. En su carta, San Juan
invita a cada hombre a dar testimonio de su fe y del amor que se debe profesar
y vivir con sinceridad. Dicho testimonio tiene que darse con mansedumbre y
respeto, y con ello nos caracterizaremos en tener esperanza. El Evangelio sigue
el mismo itinerario: amar tal como Él nos
amó (cfr. Jn 15, 9-17).
EL TESTIMONIO DEL AMOR
El camino que debe recorrer el
cristiano es un camino de esperanza y de amor. La predicación de Jesús,
continuada por los Apóstoles y confirmada por la Iglesia, es uno de los signos
más tangibles que el corazón de todos podemos experimentar. El camino y la vida
del cristiano, se basan en el amor, en dar lo mejor de sí para que se pueda
fomentar la paz y la justicia. La humanidad necesita testimonio y fe, necesita
acompañamiento y oración, necesita fortalecer el amor en Dios y en lo que proviene
de Él.
El
cristianismo se encuentra en la vida interior de cada persona. Es una
experiencia permanente de Dios, que se recibe con el bautismo y se completa con
los demás sacramentos y una vida cristiana sólida. La presencia y el amor de
Dios fortalecen e iluminan al católico para cumplir con la misión de edificar
el Reino de Cristo en la tierra. Él es quien nos ilumina y dirige; es quien nos
ayuda a discernir el valor de todas las cosas respecto a la sabiduría de Dios y
para actuar conforme a lo que Él nos inspira.
Por ello,
es necesario prepararnos para cumplir la misión de dar testimonio de nuestra
fe, mediante el amor experimentado en la vida cotidiana, la mansedumbre y el
respeto ante las dificultades y la persecución que en la actualidad se pueda suscitar.
Como testigos del Evangelio, difundamos el amor a través de pequeños detalles y
de una vida cristiana de acuerdo al ejemplo que Jesús nos da.
MARÍA, MADRE DE AMOR Y ESPERANZA
Como hijos de María Santísima,
veamos el amor tan grande que Dios nos tiene y nos manifiesta a través de ella. De la mano con María podemos
cultivar los valores en la vida y en el ambiente que nos rodea. Es el reto que
cada uno de nosotros puede conquistar en la medida que estamos unidos a ella y
al amor que proviene de Dios. Así sea.
José Lucio León Duque
joselucio70@gmail.com