¡Ser Eucaristía!
“Que
esto sea precisamente nuestro deseo y nuestro empeño constante, para que a la
oferta del Cuerpo y de la Sangre del Señor que hacemos sobre el altar, se una
el sacrificio de nuestra existencia.” (Benedicto XVI)
Iº lectura: Ex 24, 3-8; Salmo: 115; IIº lectura: Heb 9, 11-15; Evangelio: Mc 14, 12-16. 22-26
Celebramos la fiesta del Santísimo Cuerpo y Sangre de Cristo, y su presencia en la vida del hombre. Hoy, vivimos junto a Jesús esa presencia eucarística, siendo ella, certeza para todos nosotros de vida, esperanza y salvación. Debemos, como verdaderos cristianos, recordar siempre a Dios, nunca olvidarnos de los dones y gracias que nos concede, obedeciendo en todo momento (I° lectura), ofreciendo sacrificios y glorificando su nombre (Salmo) y viendo en Jesús el mediador de la nueva alianza (II° lectura).
Jesús está aquí…
En
la historia de la salvación, en la cual cada uno de nosotros somos partícipes,
encontramos un itinerario de la presencia de Dios en el corazón de sus hijos.
Esa presencia eucarística es real, verdadera, cierta, que se hace vida en cada
hombre y mujer, en la medida que la reconocemos como "fuente y cima de toda la vida
cristiana" (LG 11). La presencia real de Jesús en el Santísimo
Sacramento nos hace reflexionar sobre los algunos puntos en especial: en primer
lugar, es sacrificio que nos redime, nos salva, nos purifica. En segundo lugar,
es misterio por el cual cada cristiano, creyente y amante de la Eucaristía,
siente admiración, viviendo en plenitud la sagrada comunión. En tercer lugar, es sacramento, en
el cual nos deleitamos y participamos sin cesar, sabiendo que la presencia de
Jesús en el, nos alimenta en el cuerpo y en el alma. San Agustín en el
Comentario al Evangelio de San Juan, habla de la Eucaristía como
"¡Sacramento de piedad, signo de unidad y vínculo de caridad!". La
Misión del cristiano debe llevar como bandera el amor a Jesús Eucaristía y a la
Santísima Virgen María: unirnos a Dios para llevar a todos el amor que viene de
Él. Ello conlleva a creer y vivir la fraternidad, la unión y el amor, si esto
falta, la evangelización decae y no produce fruto. Seamos amantes de la
Eucaristía y fieles al mensaje del Evangelio: “El que come mi carne y bebe mi sangre
habita en mí y yo en él.”
María, mujer de la Eucaristía
La
presencia de María Santísima, nuestra madre, es permanente y sincera. Ella,
conservando y guardando todo en su corazón, se convierte en discípula fiel que
nos enseña el camino que debemos seguir para unirnos cada vez más como testigos
fieles del Evangelio de la verdad y de la Eucaristía. Sigamos a Cristo, estemos
junto a él y confiemos plenamente en su presencia en medio de nosotros. Así
sea.
“Si conociéramos el valor de La Santa Misa nos moriríamos de alegría”. San Juan María Vianney.
P. José Lucio León Duque
joselucio70@hotmail.com