José Lucio León Duque

José Lucio León Duque
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viernes, 2 de junio de 2017

Solemnidad de Pentecostés, 4 de junio de 2017

¡GUIADOS POR EL ESPÍRITU!
Entra hasta el fondo del alma, divina luz, y enriquécenos. Mira el vacío del hombre, si tú le faltas por dentro; mira el poder del pecado, cuando no envías tu aliento.” (Secuencia de Pentecostés)

Iº lectura: Hch 2,1-11; Salmo: 104; IIº lectura: 1Cor 12, 3b-7. 12-13; Evangelio: Jn 20, 19-23

“Ven, Espíritu Santo, y envía del Cielo un rayo de tu luz.” (Oración al Espíritu Santo). Una luz que irradia en medio de un mundo ofuscado por el materialismo y la falta de esperanza, pero a la vez, una luz que se expande en cada corazón para que cada uno de nosotros seamos testigos perennes del amor de Dios, manifestados en la resurrección de Jesús y en la presencia continua del Espíritu Santo en nuestras vidas. En este domingo se manifiesta la esperanza, la paz y el amor que necesitamos todos y que crece cada vez más por la adhesión a la Iglesia que cada uno experimenta y profesa.

“TODOS QUEDARON LLENOS DEL ESPÍRITU SANTO”

La venida del Espíritu Santo, manifestada en nuestras vidas, es la prueba cierta que la promesa de Jesús se cumple y se hace verdad. Así como los discípulos estaban reunidos en un mismo lugar el día de Pentecostés, se nos pide hoy, unirnos como hijos de Dios, hermanos de Jesús y testigos del Espíritu, para manifestar a todos la alegría que ello nos proporciona. El Espíritu que da vida a nuestras almas, es la fuerza que nos ayuda a caminar en medio de las dificultades, es la constancia que nos impulsa a ser verdaderos discípulos, es la paz que nuestros corazones necesita. Pentecostés da inicio a un camino de fe y esperanza; es el comienzo de la actividad apostólica de la Iglesia, es el itinerario donde podemos llevar el mensaje de salvación a todos.

El Espíritu Santo, fuego y brisa, amor y esperanza, luz y guía, nos da la posibilidad de ser amantes de la oración, fieles discípulos de la Evangelización y sembradores de la paz. Pidamos de corazón al Espíritu Santo que entre en nuestras vidas. Pidamos por aquellos que en su corazón sienten el vacío del amor y la misericordia; de aquellos que por la injusticia deben callar y ser testigos silentes de una pobreza sin retorno; de aquellos que claman al cielo y a los hombres, la misericordia que es menester para fortalecer su propia vida; de aquellos cuyas vidas se encuentran al borde del abismo deseando no caer…ven Espíritu Santo, ayúdanos a ser portadores de la certeza que sólo el Evangelio da a quienes firmemente creemos en él.

Cada uno de nosotros está llamado a proclamar cada día, la petición que nos lleve a sentir la presencia del Espíritu: “ven, Espíritu Santo... ven, Padre de los pobres; ven, dador de los dones; ven, luz de los corazones. En el esfuerzo, descanso; refugio en las horas de fuego; consuelo en el llanto.”

MARÍA SANTÍSIMA, NOS GUÍA EN TODO MOMENTO

En el camino de la luz, de la paz y la esperanza nos acompaña de la mano María nuestra madre. Ella nos motiva y nos guía por el camino justo y hace de todos y cada uno de nosotros, verdaderos testigos de la presencia del Espíritu Santo en la Iglesia, en cada uno de nosotros. María está ahí, junto a nosotros, junto a sus hijos. Ello es garantía del amor y la inhabitación de Dios en nuestras vidas. “Todos ellos perseveraban en la oración con un mismo espíritu... en compañía de María, la Madre de Jesús...Acudían diariamente al Templo con mucho entusiasmo”. (Hech. 1, 12-14 y 2, 46). Así sea.
José Lucio León Duque

joselucio70@gmail.com

domingo, 28 de mayo de 2017

VII° Domingo de Pascua, La Ascensión del Señor, 28 de mayo

MIRAR A JESÚS SIN VACILAR
“¿Qué hacen ahí plantados mirando al cielo? El mismo Jesús que les ha dejado para subir al cielo volverá como le han visto marcharse…”

Iº lectura: Hch 1, 1-11; Salmo: 46; IIº lectura: Ef 1, 17-23; Evangelio: Mt 28, 16-20

En diversas ocasiones se nos presenta la oportunidad de dirigirnos a Dios usando gestos particulares: mirando hacia arriba, hacia abajo, cerrando los ojos, etc. Este domingo se nos pide algo fundamental: mirar con atención a Jesús resucitado que va al cielo y, a su vez, se queda con nosotros.

ÉL ESTÁ CON NOSOTROS, CON TODOS

Mirando el entorno podemos constatar la necesidad que existe en el corazón del hombre de hoy. Es fundamental reconocer en Jesús la compañía que nos ofrece y la promesa del Espíritu Santo que nos hace. Cada día, en la casa, en el trabajo, en la oficina, en el campo, en cada uno de nuestros ambientes, sentimos la presencia del resucitado.

Su promesa es estar con nosotros aquí y ahora, caminando a nuestro lado, convirtiendo nuestro corazón. No podemos olvidar que la vida cotidiana se encuentra impregnada de materialismo y relativismo; se le está dando el lugar que no debe tener y se le abren las puertas a todo aquello que aleja de la presencia de Dios. Este domingo de la Ascensión, mientras nos preparamos para la venida del Espíritu Santo, nos debe llevar a sentir una inquietud como en la última cena, en el calvario, en el sepulcro; un ardor en el corazón como en los discípulos de Emaús; una esperanza como aquellos que lo ven subir al cielo.

Muchos hermanos y hermanas nuestros miran con ilusión el testimonio de quienes nos calificamos seguidores de Cristo. Hermanos y hermanas nuestros desean encontrar al Señor, quieren sentir la certeza que su promesa es una realidad que, a su vez, es posible vivirla en fraternidad.

Seremos verdaderos discípulos si optamos por Él en el pobre, en el excluido, en aquellos que viven cada día la desesperanza pero que aún así, siguen fijamente mirando a Cristo para encontrar respuesta en quienes lo siguen. ¿Estamos comportándonos como tal? ¿Somos verdaderos discípulos del resucitado?

CON MARÍA MIRAMOS A JESÚS

Nadie mejor que María Santísima, nuestra madre, conoce a su hijo y es por ello que nos guía hacia Él. Ella nos enseña a caminar junto a Jesús, a mirarlo, sentirlo y experimentar su presencia. Queridos hermanos, unámonos -de verdad- a la nueva evangelización que, en Espíritu y Verdad, nos invita el Señor a realizar en cada uno de nuestros ambientes y junto a nuestros hermanos, ya que su promesa es clara: estará con nosotros todos los días hasta el fin del mundo. Así sea.

ORACIÓN POR LA PAZ

Señor Jesús, tú guías sabiamente la historia de tu Iglesia y de las naciones, escucha ahora nuestra súplica. Nuestros idiomas se confunden como antaño en la torre de Babel. Somos hijos de un mismo Padre que tú nos revelaste y no sabemos ser hermanos, y el odio siembra más miedo y más muerte. Danos la paz que promete tu Evangelio, aquella que el mundo no puede dar. Enséñanos a construirla como fruto de la Verdad y de la Justicia. Escucha la imploración de María Madre y envíanos tu Espíritu Santo, para reconciliar en una gran familia a los corazones y los pueblos. Venga a nosotros el Reino del Amor, y confírmanos en la certeza de que tú estás con nosotros hasta el fin de los tiempos. Amén.

José Lucio León Duque


IIIº Domingo de Cuaresma, 7 de marzo de 2021

LA CASA DE DIOS ES NUESTRA CASA “Los mandatos del Señor son rectos y alegran el corazón; la norma del Señor es límpida y da luz a los ojos.”...