“Todo lo hago nuevo…”
“Les doy un mandamiento
nuevo: que se amen unos a otros como yo les he amado, ámense también entre
ustedes”
I° lectura: Hch 14, 21b-27; Salmo: 144; II° lectura: Apoc 21, 1-5a;
Evangelio: Jn 13, 31-33ª.34-35
En la Iglesia de los primeros siglos, modelo para
todos aunque no siempre haya vivido tiempos fáciles, la fe se difundía, la
palabra de Dios se extendía y contagiaba a todos creciendo el número de los
discípulos; de las dificultades se llega al ayuno, a la oración, a la
predicación, a la experiencia de vida cristiana.
Es por ello que el cristiano,
el discípulo de Jesús, bendice su nombre y exalta su misericordia para los que
esperan en Él, es la fuerza que se nos da a todos: aprovechémosla.
Amarse…
Nos dice el evangelio de hoy: “La señal por la que conocerán todos que son mis discípulos, será que
se amen unos a otros”. Desde siempre Jesús está a nuestro lado, nos
acompaña, nos guía y nos ayuda a ser parte de su amor y practicar la misericordia.
Se nos recuerda algo fundamental: viendo a Jesús, vemos al Padre; amando como
Jesús, amaremos al prójimo; creyendo en Él no tendremos temor y no nos temblará
el corazón ante nada.
La Iglesia nos permite cumplir con ciertos deberes de los
que, como cristianos, no podemos prescindir. En los primeros siglos se
presentaban preocupaciones -tal como sucede en la actualidad- y siempre se
confió en Dios y se buscó la solución necesaria para seguir adelante en su
nombre.
La señal, nota característica que nos identifica con Jesús, nos invita
vivir el amor como Él, no solo de palabra, sino como expresión máxima de lo que
Dios nos da. Caminar junto a Él implica darse cuenta de los pasos que damos con
Él. Jesús, maestro del amor, no nos abandona y nos impulsa a seguirle, optar
por Él, optar por el servicio a los pobres y excluidos y ser sus discípulos, haciendo
vida lo que predicamos.
María nos guía en el camino…
Nuestra Madre del cielo nos acompaña siempre. Ella,
maestra del amor, nos guía hacia la verdad que nos enseña Jesús, la vía que
debemos seguir y la vida que debemos experimentar en espíritu y verdad. Seamos
responsables del compromiso asumido y fieles discípulos del mensaje de verdad y
fuerza que el Señor nos da uniéndonos más a Él. Así sea.
“El fruto del silencio es la oración. El fruto de la oración
es la fe.
El fruto de la fe es el amor. El fruto del amor es el
servicio.
El fruto del servicio es la paz.” Beata Teresa de
Calcuta.
P. José Lucio León Duque
joselucio70@gmail.com