José Lucio León Duque

José Lucio León Duque
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jueves, 6 de enero de 2011

El Bautismo del Señor


Dios se complace en sus hijos

Está claro que Dios no hace distinciones; acepta al que lo teme y práctica la justicia, sea de la nación que sea.

Iº lectura: Is 42, 1-4.6-7; Salmo: 28; IIº lectura: Hch 10, 34-38; Evangelio: 3, 13- 17

La Navidad ha sido el centro de las celebraciones en este último período. Hoy se arriba a esta fiesta -el Bautismo del Señor- con la esperanza de conjugar no solo ideas sino aspectos concretos que traen consigo la salvación en el nacimiento de Jesús. Así como en la liturgia de los días anteriores se nos ha presentado la luz que guía nuestra vida hacia Jesús, igualmente hoy los signos del agua y del espíritu son de vital importancia en la misión del Hijo de Dios. El canto del siervo de Yahvé nos muestra que Dios se complace en quien llama pues confía plenamente en él (primera lectura). Esto es garantía del anuncio de la Buena Nueva que así como se hizo en Belén, se hace sin distinción a todos y cada uno de nosotros, aceptándonos en el amor que viene solo de Dios (segunda lectura).

Llamados a compartir la misión

En el episodio del Bautismo de Jesús encontramos la llamada a ser discípulos misioneros y testigos del Evangelio ya que Dios mismo nos muestra la complacencia hacia Jesús. El agua que purifica, el espíritu que guía y la voz de Dios presente a cada momento en la vida del hombre, son signos de la misión que debemos cumplir: anunciar la Palabra de Dios, sin temor y convencidos que Él se complace en la extensión de su reino y en la propagación del mensaje de salvación. El Bautismo de Jesús nos muestra la siempre novedosa acción de Dios en el corazón del hombre, es la acción de quien ama y de quien encuentra en su hijo el gozo y la alegría de poder mostrar al mundo su complacencia. Este día es un momento para reflexionar sobre puntos esenciales de la propia vida: nuestra relación con Jesús, la cercanía con Dios, la alegría que nos produce sabernos sus hijos. Es un día para hacer presente nuestro bautismo y de este modo el amor de Dios en nosotros. Compartamos esta misión y seamos portavoces del amor de Padre que se complace viendo a su hijo invitándonos a escucharlo y seguirlo. No perdamos esta oportunidad.

María, fiel discípula de Dios

Ella es fiel discípula de quien nos ama y es testigo de esa complacencia en la que se nos muestra el camino para llegar a Dios. Sigamos su ejemplo y seamos misioneros propagadores del mensaje de vida que, en espíritu y verdad, todos estamos convocados a extender a todos los hombres y mujeres de buena voluntad, a fin de llegar a la justicia y a la paz que todos y cada uno de nosotros necesitamos y anhelamos. Así sea.

P. José Lucio León Duque

joselucio70@gmail.com

martes, 4 de enero de 2011

¡Bendición papá!

El 6 de enero del año pasado, papá, don Lucio, se encontraba con el Padre celestial. Es el día del recuerdo, de las anécdotas, de las historias y los testimonios sobre su amor incondicional a Jesús Eucaristía. Recordar a papá es dar un vistazo a la vida sencilla de un laico que amaba profundamente la Iglesia, los sacerdotes y la Eucaristía y la familia. Su apoyo, mamá, doña Mercedes, quien siempre le acompañó, aún cuando en ciertos momentos las dificultades no faltaron.

Su amor por la familia, con su ejemplo silencioso; su dedicación a la Iglesia, regalándole a Dios su tiempo y su vida; su adoración a la Eucaristía, centro y culmen de su alma. Papá supo hacer las cosas y, aunque a veces no entendiéramos alguna de ellas, él sí sabía el camino que estaba recorriendo. “Bendito y alabado sea el Santísimo Sacramento del altar, Virgencita linda”, fueron las jaculatorias constantes antes y en el período de su enfermedad, durante el cual se preparó conscientemente a su encuentro con el Padre y nos ayudó a entender lo que significa cumplir la voluntad de Dios.

Papá, don Lucio, desde aquí le recordamos con amor y desde el cielo, la patria definitiva, siga acompañándonos en cada paso que damos. “Siervo bueno y fiel”, continúe hablándole a Dios de quienes seguimos aquí, que nosotros, con él, seguimos fortaleciendo nuestra fe para tratar de hacer las cosas cada día mejor. La siguiente oración nos la regaló él unos meses antes de partir, queremos compartirla con ustedes: “Santísima Trinidad, cuantas veces respire mi pecho, cuantas veces pulse mi sangre en mi cuerpo, esa cantidad por mil, es el número de veces que deseo glorificar tu Misericordia…Que mis ojos no juzguen las apariencias sino que busque lo bello en el alma de mi prójimo, que mis oídos tomen en cuenta las necesidades de mis hermanos, que mi lengua jamás hable negativamente sino que tenga una palabra de consuelo y de perdón para todos… Mis manos y mis pies se apresuren para ayudar en algo a quien lo necesite, incluso a aquellos que abusaron de mi bondad…Que mi oración llegue hasta donde no pueden llegar mis deseos físicamente…Señor, transfórmame en Ti, porque tú puedes hacerlo todo…Señor, dame fuerza para aceptar que mi enfermedad sea para glorificar la voluntad de Dios y humildemente glorificar al Señor… Que seamos muchas las personas que en la enfermedad le hagamos base a su Protección Divina…María Santísima, cúbrenos con tu manto celestial y haz que podamos cumplir, ser fieles y aceptar la voluntad de Dios…Así sea.”

P. José Lucio León Duque

joselucio70@gmail.com

IIIº Domingo de Cuaresma, 7 de marzo de 2021

LA CASA DE DIOS ES NUESTRA CASA “Los mandatos del Señor son rectos y alegran el corazón; la norma del Señor es límpida y da luz a los ojos.”...