¡GRACIAS
A DIOS POR LA FAMILIA!
“Como pueblo elegido de Dios,
pueblo sacro y amado, sea su uniforme la misericordia entrañable, la
bondad, la humildad, la dulzura, la comprensión. Sobrellévense mutuamente y
perdónense, cuando alguno tenga quejas contra otro. El Señor les ha perdonado: hagan ustedes lo mismo.” (Col
3, 12)
I°
lectura: Eclo 3, 2-6. 12-14; Salmo: 127; II° lectura:
Col 3,12-21; Evangelio: Lc 2, 41-52
Este domingo es la continuación del itinerario que todo cristiano debe cultivar y construir: la vida en familia como don de Dios pidiendo para ella y para el mundo la luz de Dios y la paz. Las lecturas de este día nos preparan para comprender no sólo lo que es una familia, sino lo que en la vida cotidiana debemos hacer: honrar los padres, sobrellevarse mutuamente, perdonarse, ser luz y fomentar la unidad…
UN MENSAJE DE PAZ PARA LA FAMILIA Y EL MUNDO
La
vida de todos y cada uno de nosotros debe ser testimonio de paz, de unidad, de
armonía. Ello se logra si vivimos en el respeto, con educación, ayudando a
quien lo necesita y fortaleciendo nuestra fe. En medio del desinterés de
muchos, tenemos el amor de Jesús que nos hace parte de su familia con un amor
total, aún en medio de las dificultades que se puedan presentar.
La
paz es el signo que acompaña la existencia de tantas almas necesitadas de Dios;
tantos hombres y mujeres sedientos de su amor, deseosos de tranquilidad y de
armonía; tantos niños que más que un juguete necesitan cariño y ternura; tantos
jóvenes que más allá de vicios cargados de curiosidad, necesitan una mano amiga,
que les acompañe a ser auténticos portadores de esperanza.
La
paz es signo de amor en la familia de la humanidad cuando cada hombre y cada
mujer asumen sus propios retos y sus propias responsabilidades; cuando quienes
gobiernan los pueblos del mundo se adhieren a vivir en unidad y trabajar por
ella; cuando quienes la predicamos, trabajamos y luchamos por ella, teniéndola
en alto como el gran valioso tesoro que es.
En
este día se nos invita a valorar lo que tenemos: nuestros padres, hermanos,
amigos. Se nos pide ser testigos en espíritu y verdad del amor de Dios,
reflejado concretamente en el rostro de tantos hermanos y hermanas nuestros,
que mirando al cielo claman a Dios para así poder mirar a la tierra y encontrar
quien les ayude. No dejemos que este fin de año sea uno más de tantos en los
cuales el protagonismo lo tienen las cosas materiales, seamos portavoces del
protagonismo que Jesús niño posee, no por deseos de poder sino con el poder de
amar y compartir con los corazones y las alamas sedientas de paz y hermandad.
CON LA SAGRADA FAMILIA…
No
dejemos apagar la llama que la Navidad encendió en nuestros corazones; seamos
esa luz que camina hacia los sitios más recónditos dónde necesiten de ella.
Llevémosla junto a Jesús, José y María, a todas las familias, a todos los
hogares, a nuestro hogar, y si a alguno de ellos no podemos llegar, dejemos que
se extienda gracias a los sentimientos de unidad, de fe y de hermandad que
existen en nuestras comunidades, cultivando aún más el deseo de evangelizar en
espíritu y verdad sin excluir a nadie, siendo testigos de la verdad y la
justicia.
Jesús, María y José en ustedes contemplamos el esplendor del verdadero amor, a ustedes, confiados, nos dirigimos. Santa Familia de Nazaret, haz también de nuestras familias lugar de comunión y cenáculo de oración, auténticas escuelas del Evangelio y pequeñas Iglesias domésticas. Santa Familia de Nazaret, que nunca más haya en las familias episodios de violencia, de cerrazón y división; que quien haya sido herido o escandalizado sea pronto consolado y curado. (S. S. Francisco, 25 de marzo de 2015)
Jesús, María y José en ustedes contemplamos el esplendor del verdadero amor, a ustedes, confiados, nos dirigimos. Santa Familia de Nazaret, haz también de nuestras familias lugar de comunión y cenáculo de oración, auténticas escuelas del Evangelio y pequeñas Iglesias domésticas. Santa Familia de Nazaret, que nunca más haya en las familias episodios de violencia, de cerrazón y división; que quien haya sido herido o escandalizado sea pronto consolado y curado. (S. S. Francisco, 25 de marzo de 2015)
Para
todos nuestros lectores el más sincero deseo de paz. Que de ella se desprendan
los más hermosos sentimientos para todos sin distinción de raza o credo o condición
social. Luchemos para que nadie impida la entrada de la acción misericordiosa y
plena del amor de Dios en nuestros corazones. Dios les bendiga. Así sea.
José Lucio León Duque
josélucio70@gmail.com