“La
Virgen concebirá y dará a luz un hijo y le pondrá por nombre Emmanuel, que
significa "Dios-con-nosotros".
La liturgia de estos días ha tenido un acento
particular con la llegada de Jesús. Este domingo cuarto Domingo de Adviento se
caracteriza por la inminente llegada del hijo de Dios y el pueblo se prepara
para recibir su Hijo. Las lecturas así como el salmo, nos muestran este detalle.
El Hijo de Dios nos regala su presencia, sus dones, su vida misma, su amor:
recibámoslos.
EL AMOR
INCONDICIONAL DE JOSÉ
Hay innumerables detalles de amor en la liturgia de
hoy, y uno que no se puede ni se debe dejar pasar es el amor de José hacia María
y hacia su hijo. Amaba su prometida, y nos dice el evangelio que
decidió repudiarla en secreto y sabemos por qué. Se resaltan varios aspectos de
José: hombre justo, obediente a la voluntad de Dios y amoroso; eso lo lleva a
vivir en santidad y, por ende, a demostrar a todos -hombres y mujeres- que es
posible ser santos y vivir cotidianamente esta condición.
Su amor incondicional va más allá de cualquier
rumor o crítica, él ama a su mujer, la ama totalmente con un amor verdadero y
puro. José completa la escena de la Sagrada Familia, lo cual nos enseña que
es necesario comprender que la unidad, la armonía y la comprensión son
fundamentales en todos los núcleos familiares. José es junto a María, testigo
del amor de Dios para con todos y ello nos lleva a vivir aún más nuestra condición
de cristianos fieles.
Tenemos
la oportunidad de vivir este tiempo de la llegada de Jesús confiando más en Él,
en su presencia y el designio divino que está destinado para todos. El papa
Francisco nos recuerda que “La
salvación, traída por Jesús, llega a todo ser humano y lo regenera Dios entró
en la historia para la liberación de la esclavitud del pecado. Colocó su tienda
en medio de nosotros para formar parte de nuestras vidas, sanar nuestras
heridas y darnos una vida nueva”. Así como José, tengamos plena confianza en
Dios y seamos dóciles a su acción sobre nosotros.
LLAMADOS
A EVANGELIZAR
En este
momento en el que nos preparamos para recibir a Dios niño, pedimos paz para
todos y junto a ella la capacidad necesaria para comprendernos y ayudarnos cada
día más. La Iglesia tiene el reto de llegar a todos y cada uno de los corazones
para ayudar en la construcción del Reino de Dios. Que esta Navidad sea el
momento favorable para respetarnos, reconciliarnos de verdad y no en
apariencia; que cada corazón sea testigo del anuncio de la buena noticia y,
junto a la protección de María y de José, podamos transmitir con las palabras
del apóstol de las gentes: “A todos…, a quienes Dios ama y ha llamado a
formar parte de los santos, les deseo la gracia y la paz de Dios, nuestro
Padre, y del Señor Jesucristo”. Así sea.
José Lucio León
Duque
joselucio70@gmail.com