“El que vive según Cristo es una
criatura nueva; para él todo lo viejo ha pasado. Ya todo es nuevo.” (2Cor 5,17)
Iº lectura: Jb 8, 1. 8-11; Salmo: 106; IIº lectura: 2Cor 5, 14-17; Evangelio:
Mc 4, 35-41
Confiar en el amor, la bondad y
la sabiduría de Dios, es fundamental para caminar en su nombre y hacer crecer
la esperanza que viene de Él. Eso nos hace sentir de verdad que vivir en Cristo
es lo que nos convierte en criaturas nuevas y de allí, tenemos la fuerza
necesaria para seguir adelante en nuestro itinerario personal y eclesial. Jesús
nos pregunta: “¿por qué tenían tanto miedo?” (Mc 4, 40), y esa misma pregunta nos la hace hoy, nos la
plantea para que cada uno de nosotros seamos capaces de reconocer que en muchas
ocasiones nos hemos alejado de Él y hemos dejado apagar la confianza que
debemos tener.
“¿POR QUÉ TENÍAN TANTO MIEDO?”
Ante la tormenta que se les
presentó a los discípulos, se impone la presencia misma de Jesús que hace que
todo aquello que denota confusión llegue a calmarse y a lograr tranquilidad. “¡Cállate, enmudece!” (Mc
4, 39) -dice Jesús-. Manda a callar la tormenta y así mismo nos muestra
cual ser nuestra actitud ante las tormentas que aquejan la vida y que se
presentan sin dejar espacio a una posible solución. La liturgia de cada domingo
es tranquilidad, es paz, es armonía.
Cada uno
de nosotros debe buscar en Jesús, aquello que hace crecer y vivir como testigos
del Evangelio en medio de un mundo lleno de tormentas y vicisitudes. Los
discípulos se admiran ante el poder de Jesús: “¿Quién es este a quien hasta
el viento y el mar obedecen?” (Mc
4, 41).
¡Es
Jesús!, es el Salvador, es quien nos regala el don de la vida y del amor, es
quien se hace hombre para redimirnos, es quien murió y resucitó para darle
sentido pleno a nuestra vida, es el maestro, el Rey de reyes, el Señor de
señores, es el amigo que nunca falla, el Hijo de Dios vivo, el Principio y el
Fin: ese es Jesús, quien manda a callar la tormenta con poder y acaricia los
niños con ternura; el que enseña con autoridad y sana a los enfermos con amor
total; el amigo de todos, el que se acerca a cada uno de nosotros y no juzga
sino usa misericordia, ese es Jesús; es quien nos invita a no tener miedo, sino
a ser valientes, fuertes en la fe, fieles discípulos capaces de extender el
Evangelio a todos los lugares y a todas las personas.
LA MADRE DE LA LUZ
María Santísima nos anima y nos ayuda
a vivir en esperanza; ella es
ejemplo de fortaleza y sencillez para afrontar la vida como se debe. Confiemos
en que ella siempre nos acompaña y nos muestra la vía que nos lleva a Jesús.
Que nadie sienta que en su vida falta el amor de Dios, ya que todos estamos
llamados a ser testigos del Evangelio viviendo la unión y el amor que todos
debemos llevar como única bandera y así obtener la salvación. Esto nos lleva a
decir con convicción: unámonos en nombre de Dios para llevar a todos los
lugares y a todas las personas el anuncio del mensaje de Jesucristo. Así sea.
José Lucio León Duque
joselucio70@gmail.com